Adolfo Martínez-Palomo
Comentarios al Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000

La presentación del Programa de Ciencia y Tecnología 1995-2000 del Poder Ejecutivo Federal es un acontecimiento de gran trascendencia para la comunidad científica y tecnológica del país. Es importante conocer el marco general dentro del cual se definirán nuestras actividades hasta el inicio del próximo siglo, porque la política de ciencia y tecnología debe ser uno de los elementos centrales del cambio estructural del México moderno. Servirá para apurar el paso en la tarea, iniciada hace ya varias décadas, de construir un sistema científico acorde a los requerimientos de un país empeñado en enfrentar con éxito el reto de una competencia global, y tener con ello una ciencia fuerte al servicio del avance del conocimiento, pero también del progreso económico y social de la población.

Tal vez la consideración más importante del Programa es la exigencia de lograr a corto plazo un salto cualitativo en ciencia y tecnología al reconocer, de entrada, la insuficiencia en calidad y cantidad de nuestros recursos. Así, el Programa establece para el fomento de la actividad científica, aumentar la cantidad y la calidad del personal, y desarrollar en el sector productivo el interés y la capacidad de crear y asimilar nuevas tecnologías, para el mejor desempeño social de la actividad industrial.

La formación de los recursos humanos ocupa un papel preponderante en el Programa. Para el problema de la escasa demanda de los jóvenes hacia nuestras actividades se prescribe estimular la vocación científica, solucionar la insuficiencia en el número y monto de las becas, mejorar el seguimiento y la recuperación de las mismas y crear un programa de estancias posdoctorales, así como un fondo para proyectos de recién doctorados.

Con la finalidad de mejorar la calidad de la formación de los nuevos cuadros para el sector e intensificar el reclutamiento de jóvenes bien preparados, se insiste, con justa razón, en atender no sólo los niveles de posgrado al vigorizar los programas competitivos internacionalmente, sino también estimular la creación de licenciaturas de excelencia y la elevación del nivel del profesorado en la educación superior, para establecer estándares cada vez más altos, que a su vez nos hagan cada vez más aptos.

En las directrices de la política científica encuentro cualidades valiosas. La primera un viejo reclamo de los investigadores es la continuidad con las políticas anteriores. El Programa establece que la manera más efectiva para estimular el crecimiento del sistema científco es proporcionar más recursos a los programas vigentes, para exigir cada vez más calidad y pertinencia en los resultados de la investigación. Con ello se deja atrás la cantinela imposible en la ciencia de hacer más con menos y se establece un balance al conceder igual importancia tanto a las políticas dirigidas hacia la demanda (empresa privada y administración pública), como hacia la oferta (universidades y centros de investigación)

Una segunda cualidad del Programa es reconocer como una realidad y no como un anatema la calidad insuficiente de nuestra ciencia y la necesidad de superación de la carrera científica. Efectivamente, si bien los indicadores cuantitativos revelan que México desempeña un papel decoroso en el ámbito latinoamericano, los indicadores de impacto de los principales productores de ciencia en América Latina, incluido nuestro país, son más bajos que los internacionales. Ello debe ser motivo de preocupación, pero sobre todo de acción para superarlos con mejores condiciones de trabajo y mayores remuneraciones.

Se mencionan también iniciativas innovadoras: el fomento de centros de investigación de alto nivel donde la ciencia mexicana haya alcanzado un grado considerable de perfeccionamiento, y fondos para promover la investigación orientada y para el apoyo de ciencias emergentes, en los dos sentidos del término: urgencia y novedad, como son la computación y las comunicaciones.

Ante el problema siempre espinoso de la determinación de prioridades, el Programa ofrece una solución salomónica, pues considera como investigaciones rentables aquellas que permiten el avance de la ciencia, sin por ello dejar de insistir en la conveniencia de indagar las áreas de interés nacional que permitan conocer mejor nuestros problemas y encontrar medidas más eficaces para resolverlos.

Si bien para algunos el Programa podría haber sido presentado con antelación, su periodo de gestación ha traído el beneficio de ofrecer una propuesta mejor fundamentada en la realidad. Así, buena parte de su bondad se debe a que está basado en iniciativas en marcha, adecuadas a nuestro momento. Por ello, el Programa es ya, desde su presentación, más que un mero recuento de buenas intenciones.

Si respondemos a la excitativa de dar un salto cualitativo al poder actuar con más recursos, y si las instituciones científicas colaboramos con más ambición, rigor y tenacidad para definir un proyecto verdaderamente nacional, el Programa que hoy se anuncia servirá para cimentar la meta de lograr una mejor ciencia: una ciencia que atienda a los legítimos intereses de los científicos y responda a los reclamos imperativos de nuestra sociedad.