Ruy Pérez Tamayo
Ciencia y tecnología en México, 1995-2000

Del mismo modo en que lo han estado haciendo otras dependencias oficiales en sus respectivos sectores, en estos días SEP-Conacyt presentaron el Programa de Ciencia y Tecnología (PCyT) 1995-2000. El documento se había circulado antes entre varios miembros de la comunidad científica para sus comentarios, de modo que ya lo conocíamos. Desde luego que no contiene nada espectacular ni tampoco es muy diferente de los PCyT de sexenios anteriores, que eran igualmente generales y que se quedaron como expresiones de muy buenas intenciones debido a los vaivenes de la economía.

Voy a referirme en forma crítica a algunos puntos que considero sobresalientes, dejando bien claro que se trata de mi opinión personal. Los cinco objetivos generales del PCyT son: 1) lograr un avance significativo en el desarrollo científico y tecnológico del país, pero en ausencia de una definición precisa del término ``significativo'', este propósito es incierto; 2) establecer una estrecha colaboración entre el gobierno y las empresas públicas y privadas, pero otra vez la vaguedad de la palabra ``estrecha'' le quita claridad a este objetivo; 3) estimular la federalización del sistema CyT y mejorar en forma integral la calidad de la actividad científica, que en realidad son dos objetivos totalmente independientes entre sí, el primero bien concreto mientras el segundo otra vez sufre por la presencia de las palabras ``integral'' y calidad'', que quieren decir cosas distintas para gentes diferentes; 4) promover la vinculación de la actividad científica con las necesidades sociales, que detrás de estas últimas esconde al famoso fantasma de las ``prioridades nacionales''; 5) mejorar la coordinación de las actividades nacionales en materia científica y tecnológica, con lo que naturalmente estoy de acuerdo, siempre y cuando al mejorar la coordinación también mejoren las actividades en CyT.

En ocho grandes apartados, el PCyT resume los sectores a los que prestará atención y apoyo en el próximo lustro, y debe aplaudirse que empieza con lo más urgente, que es la formación de recursos humanos, contemplada en forma amplia y no sólo como un programa de becas, sino incluyendo también a los profesores y a los posgrados nacionales, así como la repatriación de becarios; sin embargo, no dice nada sobre el seguimiento de los becarios y de lo que pasa cuando terminan su doctorado, lo que ha sido el defecto de siempre de los programas de becas no sólo de Conacyt sino de muchas otras instituciones, que no cuentan con un programa paralelo de aprovechamiento de los recursos humanos ya formados.

Los dos rubros siguientes, de política científica y de política tecnológica, son esencialmente los mismos que en los PCyT anteriores, lo que demuestra que ahí no ha habido cambios positivos en el país, y lo mismo ocurre con el siguiente apartado, de la descentralización de la CyT, en donde se reiteran las mismas iniciativas. En el quinto rubro se enlista una serie de objetivos y acciones para fomentar la divulgación del conocimiento CyT, todas encomiables y algunas de ellas hasta específicas, como ``propiciar la participación de los investigadores en la divulgación y la difusión CyT''. Después de mencionar la coordinación y el intercambio académico y la vinculación internacional, se llega al último rubro del PCyT, que es el financiamiento. Ahí se señala que en 1993 el gasto en CyT fue el 0.32 por ciento del PIB (pero en el segundo apartado se menciona que en 1995 representó el 0.45 por ciento del PIB; ¿deveras subimos 0.13 por ciento en dos años?) y que la meta es alcanzar el 0.7 por ciento del PIB para el año 2000. También se dice que se espera que el sector privado eleve su participación en el gasto total en CyT del 9.3 por ciento en 1993 al 45 por ciento en el año 2000. Estas metas son concretas y comparándolas con los logros alcanzados en el año 2000 permitirán evaluar la eficiencia de las acciones diseñadas con esos objetivos en la mira.

El PCyT 1995-2000 ya forma parte de la colección de PCyT acuñados en sexenios anteriores; como mencioné al principio no difiere mucho de sus predecesores, lo que puede querer decir que en la actualidad seguimos teniendo los mismos problemas en CyT que ya teníamos cuando se inició la tradición de los PCyT, desde hace cuatro sexenios. En mi opinión, ya los teníamos desde antes, pero con los PCyT ahora ya tenemos documentación objetiva y oficial de su existencia y persistencia. Aunque en México no existe la costumbre de comparar los Planes Nacionales de todo con sus resultados finales, como cada sexenio se renuevan, los siguientes pueden servir como una evaluación de los anteriores. El ejercicio puede o no ser doloroso, pero sin duda es instructivo.