CONMEMORACION EN LA CRISIS

Mañana, primero de mayo, los trabajadores del país conmemorarán a los Mártires de Chicago en condiciones particularmente adversas, tanto económicas como políticas.

El poder adquisitivo de los salarios no ha dejado de descender desde principios de la década pasada, y esa caída ha sido dramática a partir de la crisis que se inició en diciembre de 1994. En este año y medio el desempleo ha crecido en forma alarmante y millones de personas han sido orilladas a realizar ocupaciones de subsistencia mínima en el ámbito de la llamada ``economía informal''. El salario mínimo hoy en día no alcanza para cubrir siquiera los gastos básicos de una sola persona, y mucho menos los de una familia promedio. Las condiciones de salud, educación y vivienda de los asalariados han experimentado una severa degradación.

Uno de los efectos más deplorables de la crisis actual es que, si no en la ley, en los hechos los mecanismos de defensa de los asalariados han perdido buena parte de su efectividad. En las circunstancias actuales, cuando es evidente que la mayor parte de las empresas no están en condiciones de ofrecer a sus trabajadores el cumplimiento de los contratos colectivos establecidos, y cuando el ejercicio del derecho de huelga pone casi automáticamente en riesgo la sobrevivencia de las fuentes de empleo, el movimiento obrero, en la mayoría de los casos, ha debido aceptar la reestructuración, para peor, de los contratos colectivos, e incluso disminuciones salariales.

En lo político, el panorama del mundo laboral es incierto, ante el creciente y cada vez más claro colapso de las organizaciones obreras ``oficiales'', las cuales, en la transición institucional que vive el país, han perdido prácticamente todo su antiguo poder de negociación y presión. La bancarrota política del viejo corporativismo priísta evidenciada por el hecho de que sus organizaciones no saldrán a las calles este primero de mayo, por segundo año consecutivo abre la perspectiva de una era de libertad sindical, pero las agrupaciones independientes no han sido capaces, hasta ahora, de elaborar una propuesta sólida para el establecimiento de un nuevo sindicalismo.

Esta incapacidad tiene que ver, por un lado, con la crisis económica actual, pero también con la crisis mundial de los movimientos obreros, los cuales no parecen encontrar su sitio en la economía globalizada, en el corrimiento de los principales polos económicos del sector industrial a los sectores financieros y de servicios, y en la generalizada ofensiva que tiene lugar en prácticamente todo el planeta en contra de los grandes sindicatos, los pactos obrero-patronales y las conquistas laborales históricas logradas durante este siglo.