La Jornada 2 de mayo de 1996

Parteaguas en el sindicalismo

Andrea Becerril El de ayer fue un Primero de Mayo de protesta obrera y de reclamos al gobierno federal.

La vieja consigna ``No que no, sí que sí, ya volvimos a salir'', gastada por los años, ayer pareció revivir y adquirir sentido en la voz de miles de trabajadores, muchos de organizaciones afiliadas al Congreso del Trabajo (CT), en su desfile al Zócalo.

Los llamados foristas lograron ayer una movilización multitudinaria. Más de cuatro horas de una marcha encabezada por los dirigentes que buscan un cambio en el sindicalismo, según definieron Francisco Hernández Juárez y Elba Esther Gordillo, y que están dispuestos a buscar convergencias con otras fuerzas, como la representada por la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo, cuyos integrantes también llenaron la Plaza de la Constitución poco después.

Desfile festivo, con la plancha de concreto del Zócalo libre de granaderos, sin el presidente de la República en el balcón, pero con más de 100 mil trabajadores que marcharon para expresar su inconformidad con el modelo neoliberal, patentizada en cientos de mantas gigantescas, pancartas y hasta cartulinas garabateadas a mano, como aquella que portaba un trabajador del IMSS, con la pregunta: ''Dónde está el bienestar de nuestras familias que se nos ofreció?''Después de ocho años de no movilizarse, los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) salieron de nuevo a la calle, con la actitud combativa que siempre les ha caracterizado. Con su grito tradicional de ``duro, duro'' y algunas consignas que causaron risas, como ``Auxilio, socorro, el salario vale gorro!'' Grandes contingentes del SME, del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS) y de los Telefonistas, entre los que destacaban, por el ruido que hacían, las operadoras y su grito: ``Juárez sí, Velázquez no''.

La marcha empezó a las nueve de la manaña en el Monumento a la Revolución. La descubierta se integró con los 20 dirigentes foristas presentes, ya que el secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Humberto Dávila, a última hora no acudió.

Sin embargo, ahí estuvo Elba Esther Gordillo, ``maestra, luchadora y sindicalista'', como ella misma se definió, del brazo de Joel López Mayrén, secretario general de la Confederación Obrera Revolucionaria (COR) y de Pedro Castillo, el dirigente del SME, que declararía al final su satisfacción por la participación de sus afiliados.

La ex lideresa del SNTE iba en medio de la cadena humana formada también por Francisco Hernández Juárez, el líder de los telefonistas; por Antonio Rosado, secretario general del SNTSS; por Carlos Smith Picco, titular de la Asociación Sindical de Pilotos de Aviación (ASPA); Benito Bahena, dirigente de Tranviarios y de la Fesebes; Alejandra Barrales, de la Asociación de Sobrecargos (ASSA); Agustín Rodríguez, del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM); José Luis Hernández Jáuregui, del Sindicato de Dina; José Luis Vega Nuñez, del Consejo Nacional de los Trabajadores (CNT); Ninel Salcedo, del Sindicato del Colegio de México (Sutcolmex); José Luis Alonso, del Sindicato de Bancomer, y Carlos Jiménez, representante de trabajadores de instituciones financieras, entre otros.Una banda infantil, con familiares de la Alianza de Tranviarios de México (ATM) iba al frente, luego la descubierta y detrás los contingentes en dos filas, en riguroso orden alfabético.

Así, luego de una hora de recorrrido hasta el Zócalo, los 20 líderes se subieron a un templete improvisado sobre un tráiler, frente a Catedral, a un costado de Palacio Nacional.

Los gremios empezaron a pasar, entre muestras de júbilo de Elba Esther Gordillo, quien, puño en alto, coreaba con ellos el ``duro, duro'' de los electricistas, aplaudía a los pilotos y sobrecargos con sus elegantes trajes negros, el ulular de sirenas del personal de ambulancias del IMSS y el paso inseguro pero digno de los integrantes del Movimiento Unificador de Jubilados y Pensionados.

Los demás foristas rebeldes también aplaudían, sobre todo al paso de sus representados, y se daban tiempo para bajar a conceder las entrevistas que decenas de periodistas y corresponsales extranjeros les solicitaban.

Ya cuando se supo que el acto oficial había terminado y llegaron noticias sobre el orador de la CTM, Manuel Cadena, los comentarios en corto versban sobre el descontento que ello causaría en la central dirigida por Fidel Velázquez, ya que el elegido para hablar ante el Presidente en nombre de la central que domina el CT no tiene sindicato ni federación ni ha sido nunca representante gremial, ``pero sí ahijado de Fidel Velázquez'', diría uno de los foristas.

Mientras, los trabajadores seguían desfilando por la plancha de concreto. Además del gran contingente de los electricistas (25 mil, según Pedro Castillo), de sus gritos de ``SME, SME'', extrañados en otras movilizaciones, sus banderines color guinda, sus mantas gigantescas con el emblema del sindicato en negro y rojo, impactaron también los obreros afiliados a la COR, los trabajadores de la industria del hierro y el acero que militan en el Frente Auténtico del Trabajo (FAT) y la gruesa columna del Frente Sindical de Organizaciones Mexicanas (FOS).

La queja más insistente fue en contra de la política neoliberal y de la privatización de la seguriad social, seguida por el reclamo de aumento salarial de emergencia. Al final, Hernández Juárez y Elba Esther Gordillo aclararon que no hay intención alguna de sustituir a Fidel Velázquez en el mando del movimiento obrero. ``No es cosa de personalidades. Queremos un cambio de actitudes, no de personas, y esta movilización es una muestra clara de que las cosas están cambiando'', precisó el líder de los telefonistas.

Rosado, Smith Picco y el orgulloso Pedro Castillo dijeron a su vez que no pretenden salir del CT, sino hacer que a éste llegue la democracia.

``Esto es también un ejemplo de que los trabajadores podemos expresarnos con toda energía y de manera pacífica'', expuso a su vez Agustín Rodríguez, secretario general del STUNAM, una de las organizaciones que se quedó en el Zócalo para participar en el mítin de la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo.

``Ojalá el próximo año podamos marchar con ellos, en una sola celebración unitaria, de cara al sindicalismo del futuro'', dijo Elba Esther Gordillo en una de las muchas entrevistas que concedió.


Jaime Avilés De todas las consignas que de nueve de la mañana a cuatro de la tarde inundaron ayer el Zócalo, me quedo con ésta: ``La gente se pregunta: y ésos quiénes son? Son los sordomudos, que piden solución''. De todos los silencios, elijo el del mínimo contingente de la Policía Fiscal de Hacienda, formado por seis jóvenes recién despedidos, que desfilaban solitarios entre las masas del SUTIN y del SITUAM. Y de todas las mantas premiaría la del sindicato de la Secretaría de Desarrollo Social (``Sntsedesol-Sec. 33''), que avanzaba por la gritería de la calle Madero exhibiendo los bustos de Carlos Hank González, José Córdoba Montoya y Carlos Salinas de Gortari, debajo de la siguiente leyenda: ''Babalocos. Nosotros matamos a Colosio''.

El Primero de Mayo es, por segundo año consecutivo, la gran fiesta de la inconformidad general. ``El doce/ por ciento/ es puro disimulo!/ Que lo hagan/ rollito/ y duro, duro, duro!'' Pero si bien hubo durante siete horas un flujo continuo de multitudes que rugían las más diversas e ingeniosas rimas del descontento obrero, la historia del sindicalismo en México no se dividirá en un antes y un después de esta fecha. Quizá porque todavía no tiene respuesta la pinta que alguien, bajo la firma del EZLN, dejó sobre la cortina metálica de la óptica Kauffman: ``Y tú, ya abriste los ojos?''Cuál fue el contingente más nutrido? Por el primer lugar compiten: el Movimiento Proletario Independiente (dentro del cual iba, triunfante pero discreto, el sindicato de Ruta 100); el Frente Popular Francisco Villa (que se distinguió por sus banderas y mojigangas), la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y, desde luego, sumadas, las distintas secciones de El Barzón. Sin embargo, la participación más numerosa, más ordenada y más efímera fue sin duda la de los 21 sindicatos del Foro, que en formación compacta caminaron desde el monumento a los Niños Héroes, por todo Reforma, doblaron en Juárez y avanzaron por 5 de Mayo hasta el costado de la Catedral, para que todos sus marchantes agitaran sus gorritas como en los viejos tiempos y saludaran ante la plataforma del tráiler donde un maestro de ceremonias, que no derrochaba imaginación por cierto, repetía este ceremonial de bienvenida:``Y ahora, señores y señoras, se acercan los compañeros de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores'', dicho lo cual mecánicamente agregaba: ``Se ve, se siente, ASPA está presente..!'' Y de inmediato: ``Y ahora, señoras y señores, se acercan los compañeros del Sindicato de Telefonistas. Se ve, se siente, Telefonistas..!'', etcétera. En otro tiempo, si bien recuerdo, los aviadores y las sobrecargos integraban la valla que abría al desfile oficial.

Ahora, por primera vez en la historia de la extinción del sistema, los aviadores, las sobrecargos, los telefonistas, una buena porción de los ferrocarrileros y los representantes de otros gremios que eran incondicionales del régimen salen a las calles bajo amenaza de expulsión, y recorren el trayecto esparciendo una duda: son una forma especial de la disidencia, que augura el desgarramiento del llamado Sector Obrero y por lo tanto del PRI, o son apenas una expresión del viejo sindicalismo charro que sólo busca mejores posiciones en el Congreso del Trabajo? Los cálculos difieren. Algunos juegan a la regla de tres y estiman: si los ``foristas'' lograron movilizar a 40 mil personas y tardaron dos horas en caminar de Chapultepec al Zócalo antes de diluirse ante el edificio de la Suprema Corte, cuántas personas habrán traído los ``independientes'', que demoraron de 11 de la mañana a cuatro de la tarde en cumplir el mismo procedimiento de llegar y esfumarse?``Urgente, urgente, que renuncie el Presidente!'' A las una de la tarde, cuando entre el cielo nublado y la plancha de asfalto aprieta como nunca el calor, se suceden estrujantes visiones: las tres secciones de la CNTE llegan al Zócalo cantando el Venceremos. Al mismo tiempo, junto al astabandera, se estacionan las mojigangas del Frente Popular Francisco Villa, que reúnen a Salinas, a Ernesto Zedillo y al regente Oscar Espinosa Villarreal, con sendas bolsas repletas de oro y una manta que los presenta como ``la banda más peligrosa de México''.

Hace rato que se han ido los foristas y siguen entrando los ``estudiantes presbiterianos de Teología'', los trabajadores de la Escuela de Homeopatía del Politécnico Nacional, los del Frente Amplio para la Construcción (FAC) del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), los de Alianza Cívica, los de la Secretaría, entre otras cosas, de Pesca (Semarnap), los del Teatro Dionisiaco, los técnicos del Cinvestav, los del SUTCIEA, los de General Motors, los de la Cooperativa Pascual Boing, los del Frente Auténtico del Trabajo, los metalúrgicos, los de Chapingo, los ingenieros nucleares del SUTIN, que traen conceptuosas mantas, de las cuales rescato dos: una con la fórmula de la energía, la efigie de Einstein, el hongo de la bomba atómica y la leyenda que recuerda ``50 años de Hiroshima, cero de desarrollo'', en tanto que la otra afirma: ``EZLN y SUTIN, juntos hacia el Encuentro Intercontinental contra el Neoliberalismo''.

Y las preguntas se multiplican, entre aislados carteles de apoyo a los zapatistas: Vino más gente que hace un año? Por qué nadie se detuvo al llegar al Zócalo? Por qué no se colmó la Plaza de la Constitución, si había muchedumbres y voluntad de sobra para hacer el mitin más grande en la historia del movimiento obrero disidente? Por qué se desperdició toda esta gigantesca fuerza?