Sergio Aguayo Quezada
Los mártires de la ley

En la frase inicial de un manifiesto del 30 de abril, el Congreso del Trabajo rinde ``homenaje a los mártires de Chicago'' para reivindicar, supongo, su internacionalismo proletario. La referencia es un despropósito monumental que me servirá para comentar el efecto positivo del factor internacional en el sindicalismo mexicano.

El 1o. de mayo de 1886 el movimiento obrero de Estados Unidos hizo una pausa en sus divisiones para manifestarse a favor de la jornada laboral de ocho horas. Las movilizaciones fueron un éxito, pero la agitación de algunos sindicatos continuó y el 4 de mayo se realizó un mitin en la Plaza Haymarket de Chicago. Cuando el acto estaba a punto de terminar, un desconocido lanzó una bomba contra la policía que rodeaba a los trabajadores. Esta respondió con una nutrida balacera y el saldo fue de siete policías y ocho obreros muertos, y decenas de heridos.

La masacre de Haymarket fue aprovechada por las autoridades para lanzarse contra el movimiento sindical de Chicago, y ocho de los líderes más prominentes fueron enviados a un juicio caracterizado por la terrible parcialidad del juez y el jurado. Pese a que hubo protestas en todo el mundo, cuatro de ellos fueron ahorcados en noviembre de 1887.

En Estados Unidos se han dedicado a sacar de la memoria colectiva esa historia, y en 1894 decidieron que el Día del Trabajo fuera el primer lunes de septiembre y en los años 50 convirtieron al 1o. de mayo en el ``Día de la Ley'', pese a que fue con la manipulación del sistema judicial que cometieron los crímenes.

En otros países la historia no fue olvidada. En 1889 la Segunda Internacional decidió que el 1o. de mayo sería el día internacional de los trabajadores. En México la primera marcha se celebró en 1913 y estuvo organizada por la Casa del Obrero Mundial. En esas primeras décadas celebrar el Día del Trabajo tenía el significado de una lucha combativa por los derechos obreros. A medida que la Revolución se institucionalizó y que el sindicalismo fue controlado por el régimen, la jornada se transformó en un desfile ritual utilizado para darle gracias al presidente de la República.

Como decía al inicio del artículo, en este ritual siempre aparecen referencias a los ``mártires de Chicago'', lo que es una barbaridad porque la única comparación posible es que en Chicago y en México las leyes han sido utilizadas para martirizar a los trabajadores y a sus derechos.

Estos derechos dependen del respeto a la libertad de asociación que se ha convertido en criterio mundial desde que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) aprobó en 1948 el ``Convenio relativo a la libertad sindical y a la protección del derecho de sindicación'' o ``Convenio 87''.

El gobierno de México ratificó en 1950 dicho Convenio y desde entonces se ha dedicado a violarlo sistemáticamente porque limita, de múltiples formas, el derecho de los trabajadores a organizarse libremente. En esta historia de sometimiento es notable que aquellos sindicatos que intentaron salirse de los controles corporativos exploraron muy poco las posibilidades que brinda el ``Convenio 87''. Una de las estrategias más exitosas del gobierno ha sido evitar que el sindicalismo independiente, o los movimientos democratizadores, descubran y utilicen los apoyos internacionales.

Una excepción notable la ha dado el Sindicato de Pesca, que se había distinguido por su independencia y que fue declarado legalmente ``inexistente'' cuando se creó la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. Los trabajadores de Pesca utilizaron el Convenio 87 y presentaron una queja ante la OIT. Para agilizar los trámites enviaron a uno de sus abogados a Ginebra y en noviembre de 1995 el Comité de Libertad Sindical de la OIT se pronunció a su favor con un Informe que señala las violaciones al Convenio 87 cometidas por el gobierno de México (y que en esencia giran en torno a los obstáculos a la libertad de asociación). La opinión de la OIT parece haber sido determinante para que un Tribunal Colegiado mexicano fallara a favor de que se le regresara su registro al Sindicato de Pesca.

Esa victoria, todavía incompleta, muestra que hay instrumentos internacionales que pueden utilizarse en la lucha contra el corporativismo oficial que sigue utilizando las leyes existentes contra el derecho de los trabajadores a organizarse libremente, y que insiste en manipular hechos históricos para seguir aparentando que defiende los intereses obreros.

Nota: Agradezco al abogado laboralista Arturo Alcalde Justiniani la información y orientación que me dio, y a la profesora Susan Gzsech el fascinante tour por la historia social de Chicago.