Generaciones de trabajadores mexicanos fueron acostumbrados, año tras año, por varias décadas, a asistir cada 1o. de mayo a un desfile en el que, de manera rutinaria, participaban en la conmemoración de una lucha que les fue expropiada y convertida en una fiesta de agradecimiento a los representantes del poder económico y político.
A cientos de miles, a millones de trabajadores mexicanos se les acostumbró a obedecer la orden de asistir a un acto en cuya organización nunca participaron: se les citaba en un lugar y hora determinados, se pasaba lista de asistencia, se les recordaba la ruta del desfile; sus dirigentes les indicaban lo que tenían que decir o gritar y en qué momento, qué hacer frente al balcón presidencial del Palacio Nacional y sobre todo qué no debían hacer; no faltaban las sugerencias de cómo ir vestidos y se les completaba el atuendo con alguna gorra, cachucha o visera debidamente impresas con el logotipo de la central o las siglas del sindicato. Los trabajadores que asistían ``en su día'' al desfile oficial, no tenían que discutir ni decidir quién hablaba en nombre de ellos, nunca se preocuparon por el orden ni el número de los oradores, por el alquiler de un equipo de sonido, por las mantas ni por su transporte.
Los dirigentes de los sindicatos y centrales oficiales se propusieron enseñar a sus afiliados a reconocerse como el movimiento obrero organizado, pero nunca les explicaron por qué a los otros se les conoce como sindicalismo independiente; esos mismos dirigentes también acostumbraron a sus sindicados a tener organizaciones separadas de las de los trabajadores del campo; con el paso del tiempo y a fuerza de dedicarlo exclusivamente a exaltar las bondades del presidencialismo mexicano y su ``siempre acertada'' política económica, lograron hacer olvidar que el 1o. de mayo se conmemora el día internacional de los trabajadores en lucha contra la explotación del capital.
Las marchas convocadas por el Foro El Sindicalismo ante la Nación y por la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo, así como el acto gubernamental en el Congreso del Trabajo, hacen patente que, si bien algunos trabajadores ya empezaron a tomar distancia y a ignorar las viejas costumbres que les habían inculcado en las filas del sindicalismo oficial, el camino hacia una organización libre e independiente, de todos los trabajadores, se ve todavía largo y difícil.
El principal reto es romper con los mecanismos que han permitido controlar a la mayoría de la sociedad, dentro de la cual los trabajadores han ocupado un lugar especial por el papel que juegan en la producción de la riqueza. Es cierto que se trata de una cultura dominante aplicada durante demasiados años como para esperar que de un día para otro pueda surgir un ser y un hacer distinto en la vida política nacional, pero de un año a otro algo se tiene que avanzar.
De aquí a un año a ver qué se puede avanzar en la depuración de los rasgos de esa cultura dominante que, aunque no se quiera, asoma de vez en cuando. Esperemos que el próximo año se hayan superado costumbres aprendidas a fuerza de imposiciones oficiales como algunas propias del corporativismo, otras del clientelismo. Sería deseable que se organizaran conjuntamente trabajadores asalariados de servicios, obreros industriales, asalariados agrícolas, campesinos e indígenas, por todo el país, donde quiera que se encuentre su centro de trabajo.
Sería un avance que de aquí a un año se trascendieran las demandas gremiales y las fronteras nacionales, para que no se olvide que el 1o. de mayo es el día internacional de los trabajadores en lucha, aprovechando que la protesta contra el neoliberalismo, este año, ya fue un factor común en los actos conmemorativos de los trabajadores en diferentes países, y en muchos entidades federativas en México.
De aquí a un año sería deseable que se incorporen más trabajadores, y sobre todo que se organicen y participen aquellos que habían quedado fuera de las movilizaciones del 1o. de mayo porque había predominado la idea de identificar a los trabajadores con los obreros industriales y con los asalariados urbanos, olvidando con frecuencia a los trabajadores rurales, asalariados campesinos e indígenas.