Por no haber reaccionado a tiempo contra el terrorismo de los ``locos de Dios'' judíos, Itshak Rabín cayó bajo las balas de un ``iluminado''. La masacre perpetrada anteriormente en Hebrón, en el sepulcro de los patriarcas, por otro loco con ``kippa'', había manifestado el peligro permanente representado por los colonos israelíes armados hasta los dientes. El peligro sigue presente y poco se ha avanzado en la lucha contra esa extrema derecha que se justifica con los otros locos del ``Partido de dios'' (Hezbollaj), de Hamas, Amal, FPLP, y los justifica a su vez. La mezcla de ultranacionalismo laico y de mesianismo político ha engendrado esos monstruos que sacralizan la tierra y los muertos, contra la vieja prohibición judía y musulmana contra toda idolatría. La Tora y el Talmud sirven de pretexto para justificar una política de conquista y despojo contra los ``indios en Palestina''; el Corán sirve de pretexto para justificar el terrorismo ciego. Se les permitió durante 20 años a las bandas armadas atemorizar a las poblaciones civiles de Cisjordania; hoy se cosecha lo que se sembró.
La solidaridad objetiva entre esas dos familias terroristas amenaza la paz. Antes que Rabín, el egipcio Sadat, el rey jordano Abdallah, habían sido asesinados por los suyos. Al día siguiente de la muerte de Rabín, Jibril, el comandante del siniestro FPLP prometió la misma suerte al ``traidor'' Arafat. El rey Hussein de Jordania, saludando la memoria de su abuelo Abdallah y la de su ``amigo'' Rabín, evocaba ``el día cuando me tocará mi turno''. Acaban de desmantelar una red que preparaba el asesinato de Arafat. Los kamikaze de Hamas mataron 60 civiles en Israel, los obuses del ejército israelí mataron 100 civiles en Cana.
Terrible trampa dice Amos Oz. Cuando Israel es atacado y no contesta, es bueno para los ayatolas y malo para la paz. Cuando contesta es bueno para los enemigos de la paz y malo para la paz''. Sí, pero es el resultado de 30 años de errores que corresponden a la predicción de Ben Gurión: ``Un hombre de Estado debe decidir. O hace la guerra y toma el riesgo. O hace la paz y paga el precio''.
Irán quiere destruir el proceso de paz que, de tener éxito, lo marginaría como el Irak de Saddam Hussein o la Libia de Gdafi; el tirano de Siria, Hafez el Asad, el Viejo de la Montaña, sigue a Irán para imponer en la región su paz. En el marco de ese gran juego estratégico, la operación ``Viñas de la ira'' fue un error, una derrota moral y política para Israel. Ningún ejército puede ganar esa batalla. Parece que las lecciones de la Intifada no fueron aprendidas: fue imposible vencer por la fuerza esa ``batalla de las piedras'' que finalmente abrió los ojos a Rabín y lo convenció de reconocer a la OLP y a Yaser Arafat. Como dice Amos Oz, ``el fuego no puede apagarse con más fuego''.
Israel ha dado argumentos a los kamikaze y a Hezbollaj, ha hecho el juego de Irán y Siria; ayuda a los ayatolas de Teherán y al jefe del clan alawita (Hafez el Asad) quien gobierna con mano de hierro a Siria y Líbano. Jefe de la minoría shiita en un país sunita, Asad es el hombre capaz, en 1982, de mandar cañonear una ciudad rebelde, a un costo de 20 mil víctimas. Por qué, hoy en día, todos manifiestan la más alta consideración para Asad? Por qué hasta Israel cierra los ojos sobre el hecho de que, en Damasco, están las sedes no solamente de Hamas, sino del FPLP y también del PKK, organización terrorista kurda? Por qué olvidan que ha hecho con Líbano lo que no se le permitió a Saddam Hussein hacer con Kuwait? Por qué olvidan que hasta hace poco, su régimen figuraba en la lista de los Estados terroristas? Los que creen seducir al Viejo de la Montaña están muy equivocados. Tiene, quizá, la llave de la paz, con las bases de Hezbollaj y los campos del PKK en el Líbano, provincia siria, financiando a los enemigos de Arafat y de Turquía. Pero no la soltará nunca, o a un precio tal que vale la pena recordar el dicho: ``para comer la sopa del diablo, necesitas un cucharón larguísimo''.