CAMPESINOS EN LA INDEFENSION

La reciente matanza de campesinos en el estado brasileño de Pará y las secuelas de la consiguiente investigación muestran hasta qué punto se encuentran indefensos los hombres del campo ante los terratenientes, los cuales suelen disponer de cuerpos armados privados o comprar a elementos de las corporaciones policiacas y militares públicas para acaparar las tierras aun a costa de la vida de sus propietarios o demandantes. Correlato de tal indefensión es la impunidad de la que disfrutan los hacendados y sus sicarios.

El hecho de que la matanza de Pará ocurrida el pasado 17 de abril haya dado lugar a una pesquisa policiaca es excepcional en un país y en una región en la que las empresas agropecuarias nacionales y extranjeras, los hacendados y los caciques, han realizado incontables acciones criminales contra campesinos pobres, indígenas y demandantes de tierras. Es razonable suponer que en la decisión de perseguir a los asesinos haya pesado, en esta ocasión, la voluntad del presidente Cardoso y de su gobierno de modificar la tenencia de la tierra en el agro brasileño por medio de una reforma agraria, medida necesaria y urgente en el Brasil contemporáneo.

En otro sentido, los sucesos de Pará obligan a recordar la enorme deuda histórica de este continente hacia sus campesinos e indígenas. En efecto, en muchas regiones de América Latina, la conquista española y portuguesa no ha cesado, y muchas comunidades agrarias siguen siendo hostigadas con acciones económicas y políticas, con prácticas comerciales como el intermediarismo, con indiferencia gubernamental y hasta con actos de agresión armada por diversos agentes sociales: terratenientes y guardias blancas, grupos de intereses económicos relacionados con la explotación ganadera, maderera o turística e incluso por las fuerzas armadas.

Otro factor de agresión es el modelo económico en boga, para el cual los campesinos pobres salen sobrando en el contexto de la economía globalizada, la apertura indiscriminada de fronteras, la reducción del Estado y el apoyo incondicional a la expansión de los capitales financieros.

Así, en muchos rincones del campo latinoamericano siguen larvándose conflictos de consecuencias incalculables para la estabilidad política y el bienestar de estas naciones. Es tiempo de que las sociedades urbanas, modernas y volcadas a los atractivos de la economía global, tomen conciencia de este grave peligro y cambien de actitud. Es tiempo de detener esta larga, soterrada y cruenta guerra de los países de América Latina en contra de sí mismos.