Al dictar la sentencia que condena a Javier Elorriaga a 13 años de prisión, acusado por delitos que nunca fueron probados a satisfacción de la ley, el régimen confirma que el diálogo por la paz en Chiapas ha dejado de servir a sus planes tácticos de corto plazo, y sugiere que podría reanudar la guerra contra los zapatistas, fundamentalmente porque la necesita para prolongar su existencia, al costo que sea.
Las elecciones de 1997 están cada día más cerca y el PRI se desmorona por dentro: las gruesas columnas de los 21 sindicatos foristas, que marcharon el Primero de Mayo en abierto desafío al Congreso del Trabajo, auguran que en la próxima asamblea nacional de aquel partido, que se realizará muy pronto, los representantes de los maestros, los telefonistas, los electricistas, las bases de los ferrocarrileros, y quizá también las de Pemex, se lanzarán con todo para desplazar a la dirigencia de Santiago Oñate Laborde y Juan S. Millán, y encabezar una lucha frontal contra la política económica del ``gobierno'', o promover, en su defecto, una ruptura irreversible en la espina dorsal del sistema.
Alianza en los rieles
Qué significa la palabra ``irreversible''? Véase el caso del sindicato ferrocarrilero, el cuarto en importancia numérica después de los maestros, los petroleros y los electricistas. Como ya lo han señalado, en otros medios, analistas distinguidos como Miguel Angel Granados Chapa y John Saxe-Fernández, el ``gobierno'' se apresura a rematar en Wall Street los 26 mil kilómetros de vías férreas que atraviesan el territorio mexicano. Junto con esta infraestructura que incluye talleres, herramientas, depósitos, locomotoras, vagones de pasajeros y carros de cargavenderá el equivalente al 5 por ciento de la superficie del país y en el mejor de los casos recibirá una parte ínfima de los 15 mil millones de dólares en que está valuado el sistema ferroviario mexicano.
Para cerrar el trato, los inversionistas extranjeros ponen severas condiciones que deben ser cumplidas cuanto antes: que desaparezca totalmente el transporte ferroviario de pasajeros; que sean suprimidas todas las vías que mueven carga en circuitos regionales; que sean despedidos más de 25 mil trabajadores y técnicos (de los 40 mil que se encuentran en activo); y que de las 3 mil 45 cláusulas del contrato colectivo de trabajo, sean eliminadas mil 351, entre otras, las que obligan a la empresa a otorgar una vivienda a cada trabajador y las que garantizan el derecho a la jubilación.
El actual contrato colectivo, que expira el 30 de septiembre de este año, constituye un enorme obstáculo para que el ``gobierno'' lleve a cabo esta abusiva metamorfosis. Por ello, en forma clandestina, siguiendo instrucciones precisas de la Secretaría del Trabajo, los directivos del sindicato ferrocarrilero acaban de redactar un nuevo contrato colectivo, que las bases ignoran de principio a fin, pero que será anunciado de un momento a otro.
La angustia dentro de ese gremio es tan honda, que tanto los viejos líderes charros del grupo ``Héroe de Nacozari'', que fundó Luis Gómez Z., como las fracciones democráticas de la organización, se han unido olvidando sus diferencias para impedir la privatización de la empresa, porque esta medida significará, y bien lo saben, la ruina de miles de familias, y consumará un nuevo despojo contra el patrimonio de todos los mexicanos.
Hacia el abismo?
Estancada la privatización de la petroquímica por numerosos candados constitucionales que el Poder Legislativo no puede de momento abrir, al ``gobierno'' le urge vender los ferrocarriles porque según fuentes bursátiles consultadas por el tonto del pueblo el nuevo colapso económico parece otra vez inminente.
Gracias a la intervención de Estados Unidos que congeló la pugna entre Salinas y Zedillo; gracias a la concertación de Guillermo Ortiz con las principales firmas especuladoras del planeta, y gracias al diálogo en Chiapas que neutralizó la incidencia de los zapatistas en este ámbito, la Bolsa Mexicana de Valores ha sido puesta a salvo de los sobresaltos políticos que la volvieron tan frágil en 1994 y 1995.
Sin embargo, ahora es la crisis de la banca la que amenaza con arrastrar a todo el sistema financiero en su conjunto. En Europa, en Japón y en Estados Unidos, los especialistas no desconocen que los banqueros mexicanos, todos sin exceptuar a uno, están en quiebra y no tienen otra salida que vender sus propiedades al Estado, porque fracasaron en su intento de asociarse con bancos foráneos. La única esperanza que les queda es la llamada Ley Zedillo, que transformará a los deudores en delincuentes, para que éstos sean despojados de sus bienes por la fuerza y llevados a la cárcel cuantas veces sea necesario.
Lo que buscan los banqueros con esto, según los expertos, es aumentar sus activos no financieros propiedades inmobiliarias, básicamente para lograr mejores condiciones a la hora del sálvese quien pueda. Pero esta medida no oculta sus limitaciones: el ``gobierno'' hace esfuerzos desesperados por salvar a los torpes operadores de la banca, no a la banca, no a los ahorradores, y por lo visto no le preocupan las repercusiones negativas que tendrá esto en el mercado interno del país.
La llamada Ley Zedillo no suscitará la confianza de los inversionistas internacionales; no atraerá, por lo tanto, nuevas inyecciones de capital extranjero y acelerará en consecuencia el colapso que pretende evitar.
Guerra a la medida
Coronado con los marchitos laureles de su fracaso en todos los rubros de la política, a sólo 17 meses de haber asumido formalmente la dirección del país, el ``gobierno'' está metido en un callejón sin salida. La última esperanza que le resta para salvaguardar su existencia como grupo de poder, sería el uso de la fuerza. Por ello la guerra una guerra bien focalizada, más o menos breve y poco sangrienta, en un rincón del extremo sur del país, de acuerdo con los más optimistas cálculos de los técnicos en este momento le vendría, como se dice, de perlas.
Si mañana, o pasado mañana, se ordenara una nueva ofensiva militar contra los zapatistas, todo lo demás quedará paralizado. Se aplazaría indefinidamente, por ejemplo, la asamblea nacional del PRI, que para los hombres del régimen supone el peligro real de perder el control del aparato de Estado. Se crearía el clima adecuado para sofocar las previsibles protestas de los rieleros y culminar la privatización de los ferrocarriles, y el ``gobierno'' contaría con la cobertura ideal para aplicar la Ley Zedillo contra los deudores de la banca hasta las últimas consecuencias. Pero además, una guerra en estas circunstancias serviría para justificar a los ojos del mundo el nuevo colapso económico que se avecina. Y en nombre de los más sagrados ``intereses'' de la patriaigual que en diciembre de 1994 se legislaría a todo vapor para quitar los obstáculos que impiden la venta de las petroquímicas.
En un estado de guerra interna, por lo demás, se opacaría por completo el proceso democrático que debe terminar en forma inédita y ejemplarizante con la elección del nuevo presidente del PRD, un hecho que representa una amenaza, en términos de interés público, para el PRI y también para el PAN mismo.
Propaganda, lista
El régimen ha creado las condiciones militares para atacar a los zapatistaslos caminos que llevan a la Selva están mejor que nunca y, en los Altos, los campamentos del Ejército se multiplican como hongos de lluvia mientras da los últimos toques para dejar listas las condiciones políticas. No en vano, el propio jueves 2 de mayo en que Javier Elorriaga fue sentenciado a 13 años de prisión injusta, el Congreso de Chiapas decidió que el EZLN podrá intervenir en dos comisiones legislativas. Una jugarreta deleznable, pensada para la propaganda nada más, pues mientras los diputados locales invitan a legislar a los zapatistas, la condena contra Elorriaga coloca a la dirección del EZLN ante una provocación perversa.
Elorriaga ha sido declarado culpable de conspiración y terrorismo por haberle llevado a Marcos una carta de Zedillo, con el único propósito de contribuir a la paz en Chiapas. Por lo tanto, el ``gobierno'' considera terroristas a cientos de miles de mexicanos que desde enero de 1994 han consagrado la vida, olvidando todo lo demás, para forjar una paz justa y digna en Chiapas. Zedillo ganó las elecciones del 94 al ofrecer que sólo él sabría cómo impedir la guerra. Si ésta se desencadena ahora, éste será el mayor de sus fracasos.