El tiempo corre, y las relaciones entre México y EU siguen sin arrojar los frutos prometidos. Más bien exhiben un creciente deterioro. Y, todavía peor, la virtual utilización de México como tiro al blanco en la contienda electoral de EU, amenaza con hacer de ese deterioro algo irreversible.
Utilizar a México como chivo expiatorio en EU, ciertamente no es nuevo. Baste recordar las audiencias promovidas en 1986 por el senador Jesse Helms, a efecto de explotar políticamente la corrupción y la antidemocracia de México. Ahora, sin embargo, hay varias agravantes que bien podrían convertirse en la gota que derrama el vaso.
Hoy, la embestida contra México tiende a desplegarse en relación a los más diversos temas: migración, invasión cultural, narcotráfico, (in)estabilidad, (in)seguridad nacional, ayuda (``despilfarro'') financiera, comercial desleal, aparte de las acusaciones tipo Helms, ya tradicionales. Además, esa embestida no se limita a uno o varios ``congresistas antimexicanos'', sino que comienza a asumir el carácter de una epidemia nacional. Y, para colmo, ello ocurre justamente cuando se esperaba que el TLC habría de inaugurar toda una nueva época en las relaciones México-EU; una época de ``socios''.
Es evidente, pues, que algo anda mal en la estructura misma de la relación México-EU. Y, a nuestro entender, ese algo se resume en la creciente brecha de desigualdades (económicas, sociales, políticas) entre ambos países. Brecha que alimenta a un círculo en definitiva perverso: desigualdad-opresión (EU)-sumisión (México)-más desigualdad.
Si se les mira a fondo, esa brecha y ese círculo están en la base de todos los grandes problemas de la agenda bilateral. Por ejemplo, la migración continuará mientras persista la brecha salarial; y continuará como un ``problema'' manipulado por EU, mientras persista el binomio opresión/sumisión. Otro tanto podría decirse de la lucha contra el narcotráfico, ahora convertida en un ariete del intervencionismo. O de la cooperación en materia militar, hoy tendiente a conformar una seguridad binacional mucho más segura para EU que para México. En fin qué otra cosa si no la desigualdad convertida en abuso junto a sumisión, explica algo tan irracional como la súbita aparición del ``socio'' en el cajón de los ``enemigos'', o algo tan arbitrario como el incumplimiento del mismísimo TLC?Cerrar la brecha entre México y EU, es una tarea compleja y de largo plazo. Pero algún día tendrá que comenzarse. Todo indica que ese día ya llegó. O habrá que esperar a que estallen, uno tras otro, los problemas de la migración, del narcotráfico, de la seguridad ya casi binacional, o del propio TLC?El comienzo de la tarea igualadora tiene contenidos y responsables, específicos e inmediatos. Para México: recuperar la soberanía y dignidad perdidas; porque ya debiera estar claro que la sumisión crónica, so pretexto de la modernización, no lleva sino a un hoyo cada vez más profundo. Para EU: buscarse otro tiro al blanco y, enseguida, aprender a relacionarse con México sobre la base del respeto, y no del abuso de poder. Para ambos países: diferenciar entre la ayuda y el intervencionismo, entre la interdependencia y la subordinación, entre la cooperación bilateral y la imposición unilateral.En todo caso, urge dejar atrás la demagogia, y entender el primer requisito de toda labor constructiva: reconocer los problemas. Reconocer que las relaciones México-EU fueron infladas al igual que todo el globo de la modernización salinista, y ahora se desnudan como lo que realmente son: unas relaciones más viciadas que nunca, por el cáncer de la desigualdad. Y reconocer que, por lo mismo, urge reconstruir esas relaciones, desde sus cimientos.
Ojalá que así sea reconocido en la Reunión de la Comisión Binacional a celebrarse en México, el 6 y 7 de mayo próximo. De no hacerlo, se desperdiciará tal vez la última oportunidad para evitar que la manipulación de México, ahora también en lo electoral, envenene por completo su relación con EU. Ultima oportunidad, al menos en el futuro inmediato, para avanzar hacia la meta principal y permanente: hacer de la relación México-EU, algo verdaderamente fructífero para ambas naciones.