Miguel Concha
No a la guerra, sí a la paz

Con toda seguridad, y como tiene que ser, quienes le apuestan a la victoria ya habrán hecho todos los cálculos imprescindibles para prever los diferentes escenarios bélicos, hacer las adecuaciones militares (dislocación de unidades, aseguramiento de vituallas y pertrechos, reclutamiento de personal de reserva, etcétera), modificación o creación de leyes que sirvan para dar legalidad a los actos de guerra, afinar la herramienta de la propaganda, fortalecer las relaciones internas e internacionales con sus amigos y aliados naturales y con los aliados tácticos, así como para neutralizar la acción de los adversarios y la de sus aliados y amigos. De lo que se trata es de que la victoria se exprese con toda su magnitud en, por un lado, el aniquilamiento o la neutralización total del que ha sido identificado como enemigo; y, por otro, que ésta sea lograda al menor costo para las filas del vencedor, tanto en cuanto al equipamiento e infraestructura, es decir su base material, como en relación con la base social, ambas indispensables para la reproducción del modelo económico y político que se defiende e impulsa. De nada serviría una victoria lograda sobre la destrucción total del objeto en disputa, obviamente. Seguramente en todo eso y más, de eso no cabe ninguna duda ya se habrá pensado. Pero es casi seguro que no habrán meditado tan cuidadosamente que por esa vía de poner a punto los elementos militares, bien se puede llegar a la victoria, pero nunca a la paz.Hacer un recuento de las veces en que se ha tratado de boicotear las conversaciones e impedir el arribo a acuerdos sustantivos en el diálogo que sostienen las representaciones del gobierno y del EZLN, y reseñar las modalidades empleadas, nos lleva directamente a sospechar que no se trata de actos aislados y casuales sino de un deliberado esfuerzo que ha sido planificado (es decir, que tiene objetivos, cronograma, ejecutores, medios, etcétera), y que es coordinado y dirigido por alguien que cuenta con las facultades suficientes para ello. Que se trata de un proceso único en el que se conjugan diversas modalidades y actores, con mayor o menor intensidad, de acuerdo con las necesidades coyunturales, pero de manera sistemática e ininterrumpida.Sin embargo, nosotros, desde la sociedad civil, pensamos que el diálogo verdadero debe ser el camino por medio del cual se encuentren las respuestas a los múltiples problemas que se sufren en el estado de Chiapas y en todo el país. Que para su efectiva realización nos corresponde a todos, pero en primer lugar a la parte gubernamental, el establecimiento de las medidas que lo favorezcan, eliminando los obstáculos de forma, fondo y ambiente que se vayan presentando, e impidiendo la acción de quienes propugnan por las salidas violentas.

No será intentando hacer el vacío a los asistentes a las rondas de diálogo ni minimizando el valor de las mismas ni con chantajes (``reinicio de la acción penal, si el EZLN rompe el diálogo'') ni con rehenes (los presuntos zapatistas presos, hayan sido sentenciados o no), como se avanzará realmente hacia la paz.El gobierno está obligado legal, moral y políticamente a conducir los asuntos nacionales por caminos de concordia y de entendimiento. Por ello debe dar muestras fehacientes de que no está interesado en interrumpir, falsear ni romper el diálogo. El EZLN debe saber que quienes tratan de obligarlo a abandonar las mesas de conversaciones ya están preparados para descalificarlo, señalándolo como intran-sigente y proclive a la violencia; saber que es con la acción política como puede avanzar en la satisfacción de sus reclamos, y que por esa razón no debe abandonar las mesas ni romper el diálogo.Es cierto que la sociedad y el EZLN, sin la participación del gobierno, pueden continuar discutiendo de manera legal, legítima, responsable y seria, como hasta hoy lo han hecho, acerca de los problemas que nos aquejan; elaborando las propuestas de solución y alcanzando los consensos posibles y deseables. Pero tarde o temprano llegará el día en que será preciso pasar a la concreción de los acuerdos tomados, y en ese momento será imprescindible la intervención gubernamental.