El 9 de mayo el sector popular del PRI efectuó una reunión de su pleno nacional, en la que dominó un solo tema: la propuesta de volver al viejo nombre de Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Entre la algarabía y el revuelo que generó la propuesta, quedaron sin analizarse otros aspectos acerca de la integración de esa ala del PRI y del proceso de cambio en que está inmerso ese partido.
Las cuestiones anecdóticas suelen ser las que se imprimen en el recuerdo y las de fondo, por lo general, quedan arrumbadas en viejos documentos que nadie consulta, sobre todo si los propósitos originales resultan fallidos, como es el caso de la transformación del sector popular priísta.
Conviene recordar que, contra lo que se ha comentado en los últimos días, la decisión de cambiar la antigua CNOP no fue una decisión personal de la ahora secretaria de Turismo, Silvia Hernández.
La idea y el propósito de transformar el sector popular priísta tuvo el respaldo del entonces presidente de la República Carlos Salinas de Gortari y, sobre todo, del dirigente nacional del PRI, Luis Donaldo Colosio, que ya empezaba a tejer la bien red de relaciones y posiciones que le permitiría alcanzar la candidatura presidencial.Silvia Hernández era, por entonces, junto con el ahora embajador de México en Argentina, Eduardo Robledo Rincón, uno de los operadores de confianza del malogrado político sonorense, e indirectamente del Ejecutivo Federal. Por ello no resultó sorpresivo que le confiaran a la política queretana la restructuración del sector popular priísta.
Cambiar para que nada cambie
Hace seis años, como ahora, existía la convicción de que el PRI y sus mecanismos internos tenían que reformarse. Todavía estaba fresca la huella de las elecciones federales y el gran revés sufrido por el partido oficial, que, según algunos de sus opositores, había sido derrota completa, al grado de negársele a Salinas de Gortari el reconocimiento como presidente legítimo.
La caída se conformó con algunas derrotas parciales, como la elección de gobernador en Baja California, donde el PRI perdió por primera vez en 60 años una posición de ese nivel.
La conclusión inmediata fue que, para recuperar la simpatía popular, el PRI tenía que cambiar sus mecanismos y tal vez hasta de nombre. Por entonces tomó mucha fuerza el rumor de que el partido oficial se transformaría y que tomaría el nombre del personalizado programa de asistencia social impulsado por el ex presidente Salinas de Gortari: Solidaridad.
El entonces primer mandatario tenía presente la evolución de los acontecimientos en la desaparecida Unión Soviética y, junto con otros analistas políticos, llegó a la conclusión de que el derrumbe en aquella enorme nación se debió en buena medida a la falta de un organismo de cohesión social y política que sustituyera al Partido Comunista. En México, decía Salinas de Gortari, no sucederá lo mismo.
Por eso los cambios en el PRI se hicieron con cautela. Los críticos de fuera reconocieron en esa transformación una manifestación de gatopardismo, es decir, un cambio aparente para que todo se mantuviera igual. El PRI sería otro y hasta tendría diferente nombre, pero de cualquier forma sería el pilar del gobierno.
Dentro del PRI había quienes pensaban que se tenía que realizar un cambio profundo y entre ellos se contaba la entonces dirigente del sector popular, Silvia Hernández. Al igual que Colosio y otros miembros de la directiva priísta, había percibido que las derrotas se debían al debilitamiento del tradicional sistema corporativista que mantuvo al PRI casi invencible. Los obreros aparentemente seguían afiliados a sus centrales, pero ya no votaban por sus líderes, mientras que los campesinos lo hacían cada vez menos.
En consecuencia, el priísmo se había reducido de alguna manera a su vasto y diverso sector popular. Pero allí había dificultades para mantener la cohesión interna con organizaciones tan dispares. En el análisis se llegó a la conclusión de que la vida moderna lleva más bien a una sociedad que pudiera definirse como ``multidisciplinaria'', en vez de la división gremial sobre la que se sustenta el corporativismo.
La idea central era dar mayor validez a la militancia individual que al corporativismo. Pero como muchos otros propósitos, éste también resultó fallido.
Primero, las viejas centrales obreras, con la CTM a la cabeza, se opusieron a quedar relegadas, y con la fuerza que todavía conservaban lograron evitar el cambio. La única transformación se dio en la CNOP, que se convirtió en UNE, un nombre que no nacía de su estructura interna, sino que trataba de ser una llamada para mantener a sus antiguos militantes y convocar a nuevos.
Pronósticos sombríos
En el proceso de cambio, UNE disminuyó radicalmente su militancia por el recorte radical de burócratas y la venta de paraestatales. Además, el llamado Movimiento Territorial, que debió ser una de sus piedras angulares, se volvió independiente. El resultado fue una pérdida de identidad que resintieron muchos de sus integrantes.
La respuesta se dio con un nuevo cambio, ahora a Frente Nacional de Organizaciones y Ciudadanos (FNOC), que resultó menos trascendente porque esta vez se perdió hasta el entusiasmo de la primera transformación.
La nueva sucesión presidencial y la importancia de ir a las elecciones hizo que los propósitos de cambio se dejaran para mejor momento. Esa ocasión (1994) los resultados fueron mejores que los esperados y el sector popular apareció nuevamente como el más importante por el elevado número de representantes que colocó en las dos cámaras del Congreso de la Unión.
Con todo, en lo interno se siente la pérdida de vigor y tal vez ello llevó a su nuevo dirigente, el senador por San Luis Potosí y ex dirigente nacional de la FSTSE, Carlos Jiménez Macías, a buscar una revitalización por la vía de proponer la reconquista del nombre perdido.
Pero el cambio no se puede quedar allí. Todo el PRI está inmerso en una nueva transformación interna. También en este caso lo obligan las circunstancias, pues más allá de los buenos resultados de 1994, en posteriores elecciones estatales se han resentido serios reveses y los augurios para las votaciones de 1997 son sombríos para el partido oficial.
En su mensaje del jueves anterior, Jiménez Macías afirmó que las reformas internas van más allá y el presidente del PRI, Santiago Oñate Laborde, manifestó al parecer su anuencia al decir que no tenía nada qué agregar a lo expresado por el dirigente de la que nuevamente será CNOP.
En las mismas filas del PRI se dice que los cambios son convenientes, pero que al mismo tiempo se tiene que buscar candidatos que respondan a las exigencias de la sociedad actual. Por lo pronto, no se puede pensar que vuelvan a ser aspirantes a puestos de representanción popular los dinosaurios que ocuparon los sitios principales en la reunión de consejo nacional efectuada la semana anterior.