Eduardo R. Huchim
Maestros movilizados, inequidad salarial

Las movilizaciones que los maestros de gran parte del país protagonizan en estos días para apoyar una serie de reivindicaciones, primariamente un aumento importante de salario, tienen una raíz de justicia que el gobierno no debe soslayar sino tomar seriamente en consideración.

El profesorado de la nación en todos los niveles, incluso el universitario, recibe salarios discordantes con la preparación a que debe someterse y resultan desestimulantes y notoriamente insuficientes para una vida digna, lo cual es particularmente injusto para quienes tienen a su cargo una labor tan vital para el país como la educación, cuya ampliación en cantidad, calidad e intensidad es una de las asignaturas pendientes que exigen atención prioritaria, aun cuando los responsables de ella a veces parezcan actuar como si esta evidente necesidad fuera más bien un asunto menor.

Un rápido examen a los salarios magisteriales fundamentan tal inequitativa situación:Un profesor de primaria devenga en el Distrito Federal 1,427 pesos, más 569.32 por: despensa (42.80), material didáctico (50.50), previsión social múltiple (53.50), ayuda para servicios (8.00), asignación genérica docente (313.92) y servicios curriculares (100.60). Total: 1,996.32. A este total se le deducen 327.36 por: impuesto sobre el trabajo (136.44), fondo de pensiones (89.08), servicio médico (29.68), seguro del maestro (50.00), cuotas sindicales (14.26) y seguro de retiro (7.90). Salario neto mensual: 1,668.96 o, lo que es lo mismo, 55.63 diarios, equivalentes en números redondos a 2.5 minisalarios.

Este ingreso es inferior al promedio de un taxista (entre 70 y 100 pesos al día), superior, por poco, al de un soldado raso del Ejército Mexicano (alrededor de 1,400 al mes) e inferior al de muchas trabajadoras domésticas que se contratan por día (60 pesos en promedio). Es necesario precisar que estas cifras no incluyen los llamados quinquenios ni los estímulos por carrera magisterial, pero estas percepciones no las reciben todos los profesores y sus montos no son sustanciales.

A los maestros universitarios, aunque devengan sueldos superiores, no les va mucho mejor. Un profesor titular de tiempo completo, por ejemplo, tiene un salario base (es decir, sin incluir estímulos por asistir a congresos o publicar libros o artículos en revistas de arbitraje internacional) que fluctúa entre 3,350 y 4,560 pesos en números redondos, en tanto que obreros calificados pueden ganar cantidades mayores.

En el caso de los maestros de primaria, su salario nominal ha mejorado en relación con el mínimo, pues de 1.4 por ciento a que equivalía en 1980, pasó a representar casi 2.3 en la actualidad y fue sólo hacia fines de 1993 cuando rebasó por primera vez los dos minisalarios (2.1). No obstante, lo exiguo de sus percepciones quedó demostrado líneas atrás, y la oferta hecha ayer domingo por la SEP es evidentemente insatisfactoria.

Está claro que los bajos ingresos de los profesores mexicanos de todo nivel no están acordes con la importancia de sus funciones. Por ello son justas sus demandas. Es preciso que dejen de ser los rezagados de siempre en materia salarial. Ciertamente la economía del país atraviesa tiempos difíciles, pero es tan clara la inequidad que resulta exigible del gobierno un esfuerzo especial para remontar tal rezago. El tantas veces anunciado inicio de la recuperación debiera reflejarse de inmediato en las percepciones efectivas de los educadores, a quienes, desde luego, son demandables esmero y creciente calidad en su labor. Pero sus esfuerzos deben ser recompensados en forma adecuada. Si la educación falla, nuestra viabilidad como nación entra en una zona de peligro. Si no se quiere dar a los profesores salarios realmente remuneradores y adecuados a su preparación académica por justicia, hágase al menos por el interés nacional de sus tareas.

Además del salarial, por supuesto, en la educación hay grandes problemas que asimismo requieren atención, ya sea el presupuesto para los estímulos por carrera magisterial, el necesario aumento de la capacitación y actualización de los profesores de toda la escala educativa o la corrupción que debe ser combatida y anulada dondequiera se presente, incluso en asuntos y ámbitos sindicales.

Pero ninguno de tales problemas mengua la urgencia de otorgar salarios verdaderamente remuneradores a los maestros, con la mirada más en la equidad y en el interés nacional que en los indicadores macroeconómicos.