A Rini Templeton, a diez años de su muerte
Algo tiene que suceder antes de que el país se desbarranque en el miedo y la confusión. No constituye ningún proyecto esencial solamente resistir y resistir. No es una vía, ni camino de nada vivir sólo respondiendo.
Ningún gobierno fue tan errático, pero tan eficiente para desmantelar alternativas. Cualquier alternativa emergente es sofocada en insultos, descalificaciones y pesimismos; las más de veces, casi siempre, conducidas por la clase política del país.
Para el gobierno la imposición de su proyecto le viene saliendo muy barato, regalado, pues lo que encuentra a su paso son solamente resistencias aisladas, resistencias amplias, pero al fin y al cabo sólo resistencias. La nota roja, maniobras militares, más armamento, más intolerancia, respuestas grises y un rostro invisible que muchos han subestimado y calificado como bobo.
No hay tonteras. La debilidad económica del país, la falta de alternativas distintas, convertidas en fuerza política actuante, la falta de ideas para poner al país a la ofensiva, han permitido que desde la debilidad más extrema, el gobierno esté imponiendo el esquema más autoritario al que no se atrevieron el diazordacismo o Corona del Rosal al frente del DDF.
Pareciera que la supuesta debilidad e incongruencias de Zedillo son desorden en el gobierno, pero esto es falso. Bajo el peligro del rompimiento de la estabilidad política, un grupo en el gobierno, sin diferencias con el comandado por Carlos Salinas de Gortari, está imponiendo el esquema político autoritario al que correspondería el esquema económico impuesto en el sexenio anterior.
De esta manera hemos visto transitar la ofensiva militar contra el zapatismo en febrero de 1995, la modificación de la estructura del poder judicial, las provocaciones en Chiapas y un esquema de negociación, poniendo al EZLN con un puñal en la garganta. Hablar y hablar, proponer y proponer, sin respuesta gubernamental, ha sido confundir y confundir hasta llegar a la sentencia de Elorriaga y Etzin, la amenaza del rompimiento y de nuevo la acción militar del Ejército.
Sofocar a los medios de comunicación e inmovilizar al país ha sido una política consistente por parte del gobierno. Existe una rigurosa vigilancia en contra de cualquier expectativa de cambio democrático, y cualquier intento fácilmente puede terminar, hoy, en asunto de nota roja.
Mientras esto acontece, el país pierde proyección y se entrega sin condiciones a las viejas y nuevas presiones imperiales.
Es posible un esquema distinto? Es posible modificar este escenario del miedo, del inmovilismo y la pura resistencia?