A medida que ha ido creciendo la competencia política en México, y que el voto ha ganado en volatilidad, las encuestas y sondeos de opinión han ido cobrando importancia en tanto indicadores de los movimientos de las preferencias electorales. Desde 1988, y más concretamente desde 1994, en que no sólo proliferaron estos ejercicios, sino en que se debatió ampliamente sobre sus diseños y su validez metodológica, no ha habido contienda local o federal que no cuente con una o varias encuestas que exploran las intenciones de los votantes, ya sea previo a los comicios o a la salida de las casillas.
De cara a la elección intermedia del año entrante, en la que, de aprobarse la reforma del DF propuesta en los acuerdos interpartidarios, será electo por vía directa el jefe de gobierno capitalino, han empezado ya a levantarse encuestas sobre las preferencias de los ciudadanos de la gran urbe. La semana pasada, el Buró de Investigación de Mercados S.A. (BIMSA), que es una empresa que ha venido extendiendo sus análisis de mercado al terreno de la política, difundió a través de un noticiero matutino de alcance nacional los resultados de una encuesta telefónica sobre el futuro evento electoral.
De acuerdo con la encuesta, a la pregunta de por qué partido votaría si la elección fuera el día de hoy, los resultados ajustados (asignando los indecisos de acuerdo a los perfiles de los votantes declarados) muestran un PAN que va punteando con una ventaja estadísticamente significativa, ya que recibe el 38 por ciento de las preferencias, mientras que los otros dos partidos, el PRI y el PRD, se disputan la segunda plaza al recibir respectivamente el 27 por ciento y el 24 por ciento de las preferencias.
Cabe señalar que dado que la elección del futuro ``gobernador'' capitalino estará muy ligada a las figuras de los candidatos que se presenten, es importante tomar en cuenta la imagen de los futuros candidatos. De acuerdo con la encuesta de BIMSA, aquéllos que mejor identifican los ciudadanos del DF son Diego Fernández de Cevallos del PAN, Oscar Espinosa Villarreal del PRI y Cuauhtémoc Cárdenas, seguido muy de cerca de Porfirio Muñoz Ledo del PRD, dicho de otra manera, sus preferencias expresas están asociadas a las candidaturas más visibles.
Si comparamos estos resultados con una encuesta que se comentó en La Jornada en octubre del año pasado, semanas antes de la elección de consejeros ciudadanos del 12 de noviembre, en la que el PRI y el PAN parecían ir de la mano con alrededor del 37 por ciento de las preferencias, lo que aparece a primera vista es que más que una línea ascendente del PAN, lo que se ha dado es una pérdida de los apoyos capitalinos del PRI. No cabe duda que se trata de dos contiendas de relevancia política muy distinta, pues no es lo mismo votar por un candidato a consejero entre 365, a hacerlo por el cargo más alto del Distrito Federal. También hay que considerar que ahora la consulta se hizo a más de un año de distancia de la jornada electoral, por lo que es muy prematuro pensarla como indicador de resultados probables; no es más que una fotografía de cómo están las cosas hoy.
Los estudios electorales han demostrado que en la actualidad, aunque sigue habiendo votantes fieles a sus partidos, buena parte de las decisiones sobre el voto se toman en fechas cercanas al día de la elección, y que éstas tienen mucho que ver con el desempeño del gobierno en turno, o más bien con la evaluación que los ciudadanos hacen sobre dicho desempeño. Lo que parece claro, hoy por hoy, es que ni la retirada del PAN de la mesa de negociación para la reforma electoral, ni el hecho de que en febrero haya firmado unos acuerdos con dirigentes partidarios del DF y que después los haya desconocido en abril, parecen haber tenido algún efecto negativo sobre los apoyos del PAN en la ciudad capital.
En este sentido, tal parece que la directiva panista ha calculado bien sus movimientos, puesto que las inconsistencias en sus posiciones no han tenido repercusiones sobre sus simpatizantes. La pregunta pertinente ahora es si el PAN puede darse el lujo de mantenerse al margen de las negociaciones que ahora se han trasladado al Congreso sin que ello tenga un costo electoral.