La Jornada 15 de mayo de 1996

BACHAJON, CHIAPAS

Juan Balboa, corresponsal, Bachajón, Chis., 14 de mayo A los Chinchulines de este poblado tzeltal, enclavado en las montañas del norte de Chiapas, la sed de justicia y venganza les espanta el sueño desde el pasado 5 de mayo.

Hombres, mujeres y niños caminaron este martes cinco kilómetros cargando cuatro cruces de cemento con los nombres de sus muertos, 15 mantas exigiendo castigo y la expulsión de los sacerdotes, pero sobre todo juraron en el panteón principal de la localidad oponerse a que el PRD gobierne el municipio de Chilón.


Cerca de 500 personas, la mayoría integrantes del
Frente Cívico Luis Donaldo Colosio (conocidos como los
chinchulines), marcharon del centro de Bachajón
hacia el panteón para poner cruces en las tumbas de sus
muertos.
Foto: Omar Meneses

Cerca de 500 personas, la mayoría integrantes del Frente Cívico Luis Donaldo Colosio (conocidos como los Chinchulines), marcharon del centro de Bachajón hacia el panteón para poner cruces en las tumbas, recibir la bendición del sacerdote católico Armando Herrera, repudiar los asesinatos y exigir a las autoridades del estado la división del ejido San Jerónimo.

Gerónimo Méndez Jiménez, uno de los dirigentes de los Chinchulines, proclamó: ``Juro por Dios que los gobiernos perredistas y el presidente municipal (Manuel Gómez Moreno) no entran más a Chilón; mejor que se queden en la capital. Nosostros estamos dispuestos a todo, al fin sólo estamos de paso por estas tierras''.

Jesús Gómez Guzmán, hermano del máximo dirigente de los Chinchulines asesinado el 5 de mayo, es aún más vehemente en su advertencia a las autoridades: ``Si vienen nos levantamos, no vamos a permitir un gobierno asesino. Nosostros somos capaces de gobernar y de levantarnos, entonces no queremos un gobierno del PRD''.

Música de Richard Clayderman acompañó a los marchistas por la carretera entre los municipios de Yajalón y Ocosingo. Después veladoras y flores entre un concierto de llantos de mujeres ataviadas con trajes tradicionales. Finalmente agua bendita, juramentos frente a la tumba y la negación de las culpas: ``No quemamos, no asesinamos, no tenemos armas, no somos un grupo paramilitar''.

Las pancartas de los Chinchulines acusan de todo a los perredistas: ``Fuera presidente asesino'', ``No queremos más reuniones de catequistas en Bachajón'', ``Fuera sacerdotes católicos'', ``La CROC, la CROM, la Organización Juvenil Revolucionaria del PRI, PFCRN, PT y otras organizaciones exigimos justicia''. Jesús Gómez Guzmán, dirigente de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) en la región norte de Chiapas y hermano de uno de los cuatro Chinchulines asesinados, subraya: ``Los de abajo (los indígenas que apoyan al presidente perredista ) allá viven y no tenían por qué subir. El culpable es el alcalde Manuel Gómez Moreno''.

Gómez Guzmán se ha vuelto uno de los principales líderes de los Chinchulines tras la muerte de su hermano Gerónimo, en vida dirigente de la CROM. En la entrevista en el panteón de Bachajón se refiere a los zapatistas como ``encapuchados que sólo están chingando'' en la región, y a pregunta de los reporteros niega que los Chinchulines sean un grupo paramilitar armado: ``Somos incapaces de matar un pajarito, cómo vamos a matar a una persona?''Y la que quemaron el 5 de mayo?Ahí no sé. No tengo idea quién fue. Si es que se murió, pues feliz viaje, feliz descanso. No le puedo decir nada, no lo conocí responde entre algunos murmullos de sus compañeros.


Juan Balboa, corresponsal, Tuxtla Gutiérrez, Chis., 14 de mayo Acompaños por policías de Seguridad Pública, los Chinchulines recorren las casas de las personas que cosideran opositores y las saquean, al igual que sus comercios; roban sus cosechas de maíz y frijol, sacrifican animales para alimentar a los policías y amenazan a comunidades enteras para que desalojen sus tierras o de lo contrario les advierten que les quemarán sus inmuebles, coinciden los refugiados que desde el pasado fin de semana viven en el auditorio municipal de esta ciudad.

Pedro Gómez López es un campesino del ejido de San Jerónimo de Bachajón que junto con su familia decidió el viernes dejar su casa. El sudor se le resbala por la cara mientras tembloroso escribe los 20 nombres de las nuevas personas que ingresaron al albergue acondicionado como refugio temporal por las propias autoridades. ``No tenemos más alternativas: huir o esperar sentados la agresión de los Chinchulines''.

Cinco de las 150 personas que se encuentran refugiadas en esta capital coinciden también en que integrantes del Frente Cívico Luis Donaldo Colosio (los Chinchulines) mantienen atemorizadas a por lo menos cinco comunidades del municipio de Chilón, todas opositoras a los métodos violentos y de cacicazgo de los dirigentes que integran el grupo paramilitar que opera en la región desde 1988.

Sebastián Aguilar Vázquez organiza unos carteles, justo atrás de uno de los tableros de basquetbol del auditorio municipal de Tuxtla Gutiérrez, con fotografías de las casas quemadas y los nombres de los 28 propietarios de las viviendas que consumieron las llamas. Para Sebastián, integrante de una organización popular de derechos humanos de la región norte de Chiapas, el culpable de la situación en Bachajón es el gobernador interino Julio César Ruiz Ferro.

Dice a este diario: ``Desgraciadamente nunca nos escuchó el gobierno y hay varias averiguaciones previas y muchas órdenes de aprehensión en contra de los Chinchulines, pero nunca los fueron a detener. Estamos viendo que están bien protegidos por el gobierno del estado, porque no les hace nada''.

Asegura que las autoridades gubernamentales, desde el secretario general de Gobierno, Eraclio Zepeda, hasta el gobernador Ruiz Ferro conocen la existencia de los grupos paramilitares que operan en la región, primordialmente en Chilón, Tila, Sabanilla y Salto de Agua, pero se han negado a desarmarlos.

Jorge Vilchis Gómez cometió el único delito penado con la muerte por los dirigentes de los Chinchulines: oponerse a sus aspiracines de dividir el ejido San Jerónimo. Caro pagó. Decidió quedarse después de los acontecimientos sangrientos del 5 de mayo e intentó volver a su rutina en el campo, pero fue imposible: un grupo de diez Chinchulines se apersonaron en su vivienda para informarle que tenía un día para dejar sus tierras.

``Llegaron armados. Me dijeron claro que sacara mis cosas, porque si me encontraban otra vez allí me mataban. Salimos corriendo, no saqué nada. Ya supe que me lo robaron todo, no he visto si me lo quemaron. Me corrieron porque no estoy de acuerdo con ellos, estoy de acuerdo con los compañeros ejidatarios ciertamente'', precisa en la entrevista.

Mariano Jiménez Gómez señala que está refugiado porque los Chinchulines entraron a quemar su casa. Junto con su familia huyó al monte el mismo día de la agresión. Arribó a Tuxtla Gutiérrez el 9 de mayo junto con 50 personas de Bachajón. Ni él ni su esposa hablan español. Su tzeltal es suave y sus ademanes traducen sus palabras.

Denuncia que los Chinchulines, apoyados por policías de Seguridad Pública ``que en ningún momento hay seguridad con ellos, señor'', robaron su casa, hurtaron su maíz, desaparecieron su frijol para después quemar su vivienda. ``Trabajé mucho para tener mis cosas y hoy me lo roban todo, no es justo'', agrega.

Arvey Trujillo Méndez, un mecánico hojalatero de Bachajón, aclara que el problema del 5 de mayo no fue por cuestiones poselectorales, y precisa que los Chinchulines luchan por las mejores tierras del ejido de San Jerónimo. ``Es mentira que sea un enfrentamiento entre perredistas y priístas, es mentira. La mayoría son comerciantes y gente del campo. Nosostros somos inocentes, nos quemaron nuestras casas porque no aceptamos dividir al ejido'', señala Trujillo a quien los Chinchulines le incendiaron también su taller mecánico.

Todos ellos están en el auditorio municipal de esta capital. Pero hay por lo menos otras 850 personas que abandonaron sus casas y se han refugiado en las montañas y en las cabeceras municipales de Yajalón, Palenque y Ocosingo.