Los analistas políticos han tenido problemas para interpretar lo que está pasando en México por una razón muy sencilla: lo siguen viendo todo con una perspectiva del pasado y no han sabido evaluar el grado de aislamiento que tiene el gobierno de Ernesto Zedillo: su absoluta subordinación al exterior y su dependencia del salinismo.
1. La paradoja que muchos no quieren aceptar, es que a un año y medio de haber dejado las alcobas de Los Pinos, y con el país en ruinas, Carlos Salinas de Gortari y Joseph-Marie Córdoba siguen siendo el factor determinante de las políticas actuales, y que el ``arreglo'' al que llegaron con el gobierno estadunidense sigue vigente. Washington les mantiene la impunidad a pesar de todos sus crímenes y ellos siguen garantizando que el dócil Zedillo prosiga en la pendiente del entreguismo.
2. Los dos rasgos centrales del proyecto neoliberal decidido en el exterior y que en México está aplicando el grupo salinista, encabezado (formalmente) por Ernesto Zedillo, no pueden ocultarse. El gobierno actual no tiene más propuesta que la de a) una economía supuestamente ``abierta'', en la que los derechos de los individuos se subordinen a los intereses de las trasnacionales, y b) una vida política y social controlada por el ``sistema'', ahora en mutación, en la que los intereses de las trasnacionales se impongan a los derechos de los individuos.
3. La transición política que se pretende impulsar en México no podría ser por consiguiente más que una simulación: no significa el desmantelamiento del sistema autoritario sino su reconversión, medianta la (gradual) integración del PAN a las instancias del poder: única vía que se ha imaginado para ``legitimar'' a un régimen en plena descomposición.
4. En 1996, el país va hacia una crisis mayor, pues tras los acuerdos de Barcelona, el regreso del PAN a la mesa de negociaciones y las reformas constitucionales y legales en materia electoral, no se ve venir más que otra forma de autoritarismo, en la que los partidos se erijan en garantes de una nueva ``institucionalidad'' en la que la voz de los ciudadanos siga sin contar.
5. Las declaraciones hechas en Nueva York por el panista Vicente Fox (gobernador de Guanajuato, afirmando que respalda la exigencia estadunidense de privatizar Pemex (13 de mayo), muestran en ese sentido el grado de descomposición a que ha llegado la ``clase política'' mexicana, priísta y panista, y cómo los candados que dejó el salinismo para garantizar la subordinación de México a Estados Unidos tienen un peso definitivo.
6. El escándalo está ahí, aun y cuando Fox haya pretendido matizar sus declaraciones al llegar al aeropuerto de León (TV Azteca, 16 de mayo) y no podrá conducir sino a una más clara definición del futuro inmediato. Fox, que en los últimos años se presentaba como un político de oposición, cometió un grave error político en esta ocasión, pues no sólo evidenció su ausencia de patriotismo y su desmedida ambición de obtener el respaldo de Estados Unidos para alcanzar en el 2000 la silla presidencial, sino que metió en un problema tanto a sus amigos panistas como a los camachistas del ``nuevo partido'' en formación, quienes hasta ahora se han mostrado como neoliberales incondicionales a las políticas de globalización, pero han evitado una definición más puntual.
7. El nuevo partido de Manuel Camacho y de los miembros del Grupo San Angel, cuyo constitución anunciara en Londres Jorge G. Castañeda, sugiriendo que Fox sería su candidato presidenciasl (Reforma, 14 de mayo), recibe por un lado con estas declaraciones un severo revés. Al igual que los dirigentes panistas, los camachistas han cuestionado al ``sistema'' pero no se han opuesto a lo esencial de las políticas oficiales buscando presentarse como una alternativa en el marco de la globalización, es decir como una opción válida para el FMI y el Banco Mundial, y el incidente los pone al desnudo. En particular al propio Camacho, quien como regente impuso en la capital las prácticas del ``sistema'' y las políticas neoliberales y se ha negado a cuestionar a Salinas y a definirse.
8. Las declaraciones de Fox ponen sin embargo en un brete mayor al PAN, del cual es aún miembro. La dirigencia de Acción Nacional continúa presentando a su partido como una organización ``de oposición'' al ``sistema'', a pesar de que varios de sus miembros cogobiernan con los salinistas del gabinete de Zedillo, pero resulta claro que no tienen con ellos grandes divergencias en materia política económica y que han entendido el peso del factor estadunidense. La disputa interna entre el grupo de Diego y el de Castillo Peraza, y ahora el desafío interno de Fox, no parece por ello más que un torneo por mostrar cuál de esos grupos se sometería más dócilmente a las exigencias del capital trasnacional y al gobierno de Washington: cual sería el más confiable para el supuesto relevo del 20000.
9. Los miembros del PAN, que se asumen como los beneficiarios de la simulación de transición que se pretende presentar a los mexicanos (y a la opinión internacional), han tenido problemas para pronunciarse y sobre todo para argumentar en favor de las políticas de desmantelamiento de la nación, muchas de ellas opuestas a sus principios doctrinarios. Las han respaldado todas sin embargo, en particular en el Congreso, y las afirmaciones de Fox en el foro de The Economist no hacen sino acelerar lo que tendrá que ser una definición al interior de Acción Nacional, cuyos miembros tendrán que determinar muy pronto si van a seguir siendo instrumento y cómplices de los salinistas y de Zedillo en la PGR, en el Congreso de la Unión y en la prensa o si volverán a ser una fuerza de oposición a fin de definir una alternativaa diferente para México.10. El gobierno de Ernesto Zedillo no tiene más objetivo que el que tuvo el de Carlos Salinas: proseguir el desmantelamiento de la nación para subordinar aún más el destino de México a los intereses de las trasnacionales, y por eso solamente no puede tener futuro.