No sin discusión y dudas la dirección nacional del Partido de la Revolución Democrática decidió en marzo iniciar un ejercicio de democracia en la elección de su presidente y de su Consejo Nacional, máxima autoridad de ese partido entre congresos. Así, de no imponerse la tendencia a rectificar esa saludable decisión, mediante la fórmula de la candidatura única decidida en las alturas muy criticada cuando del partido oficial se trata, el 14 de julio, por primera vez en la historia política del país, ese partido elegirá por voto directo y secreto a sus dirigentes nacionales, entre ellos a quien ha de suceder a Porfirio Muñoz Ledo.
No son nuevos los ensayos de democracia en los partidos de izquierda para elegir, por ejemplo, a sus candidatos a puestos de elección popular. El PMS eligió su candidato presidencial en 1987 mediante el voto de sus afiliados y simpatizantes, y en 1988 hizo lo mismo para decidir sus candidatos a las cámaras. Lo nuevo y plausible es que un asunto como la elección de sus dirigentes, cuestión estrictamente interna, el PRD intente ventilarla públicamente. Podía hacerlo en su congreso ordinario y sería igualmente democrático. Pero optó por convocar a sus militantes a decidir mediante el voto quiénes deben dirigir a su partido en el periodo próximo extremadamente difícil y de grandes retos.
La elección abierta de dirigentes tiene riesgos, sin duda. Uno de ellos, tal vez el principal, es el de la posible intromisión de agencias gubernamentales para desviar o al menos enturbiar los resultados. Otro es la acción de los grupos corporativos que sostenidos con prácticas clientelares tienden a mediatizar el ejercicio democrático de sus afiliados.
Pero las ventajas de la elección por voto directo y secreto de los militantes tiene ventajas mayores. En un partido como el PRD, sin organicidad, en el cual prevalecen los grupos de interés y corrientes con diferencias verdaderas, convocar a la militancia a decidir mediante su voto un asunto tan importante como elegir a los dirigentes nacionales, es revitalizante; inyecta nuevos ánimos a sus afiliados, como es evidente en los actos de campaña de los aspirantes a la presidencia de ese partido.
Si el PRD lleva hasta el fin esta decisión, esto es, si se realizan las elecciones así sea sólo con dos candidatos, saldrá ganando no sólo internamente. Puede también restablecer crédito en el exterior y crear mejores condiciones para un relanzamiento, que tanto necesita, de cara a las confrontaciones electorales próximas, sobre todo la federal de 1997. Es así porque en la elección se va a decidir no sólo quién o quiénes van a dirigir a ese partido, sino también qué política, qué táctica, qué matiz va a prevalecer. En un arreglo cupular esa cuestión, de extraordinaria importancia, quedaría relegada a un segundo plano o simplemente se haría a un lado.
Los cuatro aspirantes a la presidencia del PRD, cabezas de planillas para integrar el Consejo Nacional y ocupar un puesto clave como la secretaría general, no se postulan exclusivamente por afanes personales de poder, intereses de grupo (que además son legítimos). Heberto Castillo, Amalia García, Jesús Ortega y Andrés Manuel López Obrador expresan, aproximadamente, la existencia de diversas tendencias, enfoques políticos, visiones distintas del papel del PRD y de sus responsabilidades y formas de hacer política. En el PRD es real la diversidad, como en varias ocasiones se ha visto, la última de ellas en el congreso de Oaxtepec.Tan saludable diversidad se traduce en diferencias políticas presentes en la acción cotidiana del PRD. Lo mismo se manifiestan respecto a una cuestión central como la de si es viable la propuesta de ``transición democrática pactada'' y las diversas interpretaciones de la misma, que en relación con la actitud ante el EZLN o en cuestiones concretas y coyunturales como el bloqueo de pozos en Tabasco.
El voto de los militantes y simpatizantes del PRD, el 14 de julio si no se trunca el proceso, servirá pues para elegir dirigentes pero también para indicar cuál debe ser el rumbo de este partido. Las responsabilidades de éste en la vida política del país, sobra decirlo, es excepcional en las circunstancias actuales. Es el partido de izquierda, con registro electoral, que puede y debe jugar un papel central en el esfuerzo de unidad democrática y de izquierda para impedir que en el 97 se inicie el proceso de cambio político de tricolor a blanquiazul para que todo siga igual o peor en el país.