La Jornada 18 de mayo de 1996

La disputa, sobre estrategias, métodos y control de recursos

Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 17 de mayo La batalla más crítica en la guerra contra las drogas es por el momento el conflicto burocrático dentro del gobierno del presidente Bill Clinton, mientras el zar de la política antinarcóticos, Barry McCaffrey, busca consolidar su posición y dejarle claro a las decenas de agencias federales involucradas en estos esfuerzos, que él es el general al mando.

Como resultado, dicen varios funcionarios estadunidenses, se han provocado una serie de pugnas políticas internas entre la Casa Blanca, la DEA, Aduanas, la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado sobre quién controla el diseño y puesta en práctica de la política y los recursos. Sin embargo, a pesar de estos desacuerdos internos, varios expertos fuera del gobierno comentaron a La Jornada que todavía no hay señales de un giro fundamental en la política antinarcóticos de Estados Unidos y tampoco cambios importantes en las estrategias internacionales.

Como resultado, dicen varios funcionarios estadunidenses, se han provocado una serie de pugnas políticas internas entre la Casa Blanca, la DEA, Aduanas, la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado sobre quién controla el diseño y puesta en práctica de la política y los recursos. Sin embargo, a pesar de estos desacuerdos internos, varios expertos fuera del gobierno comentaron a La Jornada que todavía no hay señales de un giro fundamental en la política antinarcóticos de Estados Unidos y tampoco cambios importantes en las estrategias internacionales.

Expertos de la Rand Corporation y la Brookings Institution cuestionaron a fondo el enfoque de la política antidrogas y sus recursos a esfuerzos de interdicción, cuando existe tan poca evidencia de que esas políticas han rendido frutos. ``Las drogas pueden ser metidas de contrabando tan fácilmente y de tantas maneras, que la interdicción no afecta su precio'', declaró Paul Stares, analista de la Brookings y autor del nuevo libro Vicio Global: Problemas de la Droga en un mundo sin fronteras.

De hecho, pocos estarían en desacuerdo con esta evaluación. En un discurso en la Brookings Institution esta mañana, McCaffrey admitió que la interdicción y la erradicación no han ``reducido el precio, pureza o disponibilidad'' de la cocaína en Estados Unidos. Sin embargo, el general y varios legisladores insisten que estos programas deben mantenerse porque, aseguran, rendirán frutos en el futuro si se realizan de forma firme y constante.

Mientras McCaffrey empieza a imponer su huella en la política antionarcóticos de esta administración, la disputa sobre estrategia a seguir ha surgido al parecer como un punto de fricción entre el general y sus colegas de otras dependencias gubernamentales.

Algunos agencias, entre ellas la CIA, han alegado que la mejor manera de evaluar el problema del narcotráfico es a través de modelos económicos y que el combate contra los narcotraficantes debería ser calculado con base a una estrategia para presionar un incremento del precio de la droga y así reducir el consumo.

En la practica, este modelo implica más atención a esfuerzos antinarcóticos dentro del mercado interno estadunidense. Sin embargo, el ``zar'' antidrogas no acepta esta lógica: ``Aunque algunos de mis colegas en el gobierno no necesariamente están de acuerdo conmigo en esto, pongo sobre la mesa una aseveración: es un error tratar de trabajar el problema de la droga como un modelo económico'', declaró McCaffrey al Congreso esta semana.

Aunque el general subraya la importancia de programas de tratamiento y reducción de consumo, punto que reitera constantemente, al mismo tiempo dice que es de vital importancia seguir con los actuales esfuerzos de interdicción y erradicación. Otros funcionarios de la administración indicaron a este diario que probablemente McCaffrey se enfocará menos en la interdicción y más en la erradicación, comparado con la política actual.

Tal vez una indicación de este énfasis se vislumbró hoy en su presentación en Brookings, cuando el general alabó el esfuerzo de erradicación realizado por México. ``Las fuerzas armadas mexicanas han destruido más droga ilícita este último año que cualquier otra nación... en el mundo y en la historia y lo hicieron con su propia sangre y sudor'', declaró al contestar una pregunta.

Esta respuesta también revela lo que varios funcionarios ven como un entendimiento más profundo de la necesidad de reconocer las preocupaciones latinoamericanas sobre su soberanía. ``Creo que su experiencia en el Comando Sur lo ayuda (al ``zar'') a entender la palabra soberanía algo mejor que otras personas'', comentó un funcionario. De hecho, McCaffrey ha estado recibiendo buenas calificaciones por su manejo de relaciones publicas y su forma de evitar errores en sus comentarios públicos, comparados con otros funcionarios que trabajan el tema de la droga. ``México no es el problema, la droga y las organizaciones criminales internacionales son el problema'', dijo hoy McCaffrey en el Brookings.

Funcionarios aquí comentan que el enfoque inicial de la labor de McCaffrey ha sido impactar la burocracia y juzgando por las voces de protesta surgidas en otras agencias, podría estar teniendo éxito.

Algunas versiones indican que funcionarios de la DEA están furiosos por el reproche que recibieron de la oficina de McCaffrey y del Departamento de Estado por los comentarios que Thomas Constantine hizo en México en torno al presunto involucramiento de bancos mexicanos en el lavado de dinero.

Y en el Departamento de Estado, el director de asuntos políticos de seguridad pública, Robert Gelbard ha dejado claro que la coordinación final de la estrategia de interdicción internacional todavía está en manos de su agencia, y no las del ``zar'' antidrogas.

Durante una sesión informativa realizada esta semana al interior de la administración para funcionarios con responsabilidades en política antinarcóticos, McCaffrey dijo de forma muy clara, según trascendió, que los días en que Aduanas, el FBI, la DEA, el Departamento de Justicia o el Departamento de Estado podían realizar programas paralelos o hasta casi idénticos habían llegado a un fin. Estos comentarios han provocado molesta en otras agencias porque los perciben como injerencia en su terreno de acción.

Varias agencias, entre las más notables la misma DEA, siguen tratando de trabajar evitando la oficina del ``zar'' lo más posible. De hecho, la DEA propuso el año pasado en un memorándum la abolición de la Oficina Nacional de Políticas de Control de Drogas, nombre oficial de la oficina de McCaffrey.

Pero otros funcionarios señalan que hay nueva energía y un perfil más alto del tema, lo que ha creado una actividad más intensa y un enfoque más claro por parte de la administración, a raíz de las actividades de McCaffrey.

A pesar de esta coordinación más efectiva y de la nueva ``energía'', varios expertos consultados dicen que todavía no se percibe un cambio sustancial en la política antinarcóticos. ``Uno tendría que buscarle mucho para encontrar algo diferente de lo que había hace seis meses, excepto la retórica'', comento el analista Peter Reuther, profesor en la Universidad de Maryland y quien ha contribuido con los trabajos de la Rand Corporation.

Según Ethan Nadelmann, otro experto sobre el tema que dirige el Lindesmith Center en Nueva York, el presupuesto para 1997 contiene esencialmente las mismas propuestas de años anteriores. ``La retórica de McCaffrey es algo mejor de lo esperado, pero básicamente sigue las políticas de (el ex ``zar'') Lee Brown''.

El general ``no va a hacer algo interesante en 1996'', agregó. ``Este es un año electoral y no se puede hacer alguna cosa interesante en un año electoral. Los republicanos percibieron la política antinarcóticos como un punto vulnerable políticamente y por eso Clinton nombró a un general''.

Nadelmann, uno de los expertos más reconocidos sobre el tema de la política antidroga en este país, dice que aunque sus colegas en el Pentágono y en otras agencias gubernamentales creen que la estrategia de interdicción estadunidense ha fracasado, las presiones políticas harán imposible que McCaffrey canalice recursos para la interdicción a otros rubros de la ``guerra''.