Los sucesivos asesinatos en una zona tan sensible como Tijuana, que se han extendido a funcionarios de la Procuraduría General de la República ligados a la represión del narcotráfico e incluso a personas muy allegados a ellos, demuestran la existencia de un clima general de inseguridad y la posibilidad de que un poder paralelo de la delincuencia actúe impunemente infiltrando el aparato del Estado o librando en éste una verdadera guerra por su control.
Tras el desplazamiento de las rutas del narcotráfico hacia nuestro país y las complicidades con la delincuencia de altas personalidades del sexenio anterior (que se denunciaron en su momento sin que el cáncer de la droga haya podido ser erradicado a pesar de las medidas espectaculares adoptadas contra algunos capos de la narcomafia), ahora se plantea la pregunta de si no estaremos siguiendo el triste camino de Colombia.
Dos Estados, uno legal y otro ilegal, se entrecruzan o combaten en una guerra no demasiado escondida, aunque clandestina. Los ciudadanos, ante estos asesinatos y escándalos a nivel de los más altos cargos policiales y judiciales, ya han perdido la confianza en los organismos que deberían combatir el crimen organizado, pues nadie sabe a quién dirigirse ni con quién está tratando.
Es evidente que en este clima pagan incluso los justos por los pecadores y hasta funcionarios honorables están en tela de juicio; es igualmente obvio que esta incredulidad popular en la justicia ayuda al narcotráfico y al crimen y debilita fuertemente el tejido moral de nuestro país y, por consiguiente, la democracia misma.
Es imposible acaso conocer el pasado y la actividad, la fortuna, las relaciones personales, de quienes deben luchar contra ese ``imperio del mal'' que maneja millones de dólares y no conoce fronteras? Es imposible recurrir al control de la sociedad y dar una transparencia total a la actuación y la vida misma de quienes deben servirla? Se puede tolerar que, sobre todo en las fronteras, reine impune el poder paralelo de la mafia? No es acaso una prioridad nacional construir una policía y una justicia defensoras reales de la ley y de la sociedad o es tarea hercúlea limpiar los establos de Augías de los grupos multinacionales de grandes señores de la droga que controlan enteras franjas de nuestro país, muchas veces con la complicidad de quienes deberían combatirlos?