México se ubica hoy en una posición de vanguardia mundial en materia de planificación familiar. Esto es así porque se ha producido un importante cambio en las concepciones sobre la materia en la esfera gubernamental y en el conjunto de la sociedad. Resulta sorpresivo que en medio de los graves problemas económicos y políticos que vive el país, que provocan estados de ánimo más bien a la baja, se produzcan avances tan notables, como los que expresa el Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1995-2000. Juzgue usted mismo.
El primer cambio notable es que se abandona la idea corriente de que lo importante es bajar por cualquier medio los índices poblacionales. La política de planificación familiar se inserta ahora dentro del concepto más amplio de la Salud Reproductiva, cuyo principal objetivo es garantizar a los individuos y las parejas el disfrute de una vida sexual y reproductiva satisfactoria, saludable y sin riesgos. En congruencia con este propósito se incorporan en el programa, además de las medidas encaminadas a mantener el descenso de la tasa global de fecundidad, objetivos tendientes a garantizar la salud perinatal, es decir, los cuidados a la mujer embarazada, el feto y recién nacido; se establecen estrategias para reducir los riesgos preconcepcionales y para prevenir las neoplasias en el tracto reproductor de la mujer. Se trata de una visión integral que abandona de paso la tradicional dependencia respecto a políticas dictadas fuera de nuestro territorio En este caso, lanueva política nacional privilegia un enfoque médico y científico en el que --basada en nuestra propia realidad poblacional y epidemiológica--, se coloca en el centro el bienestar de la mujer.
Es notable también la clara separación que se establece entre dos categorías: sexualidad y reproducción. El programa, al asumir esta diferencia, considera necesario adoptar las medidas necesarias para garantizar a la población una vida sexual satisfactoria y libre de riesgos. Se incorporan explícitamente políticas tendientes a enfrentar las enfermedades de transmisión sexual, incluidas las relacionadas con el VIH. Se abandona además el criterio medieval de que la vida sexual de las mujeres se asocia inevitablemente con la reproducción. Esto implica una concepción nueva en los programas de gobierno acerca de lo que es una mujer: un ser independiente y libre, conocedora y dueña de su propio cuerpo.
La prueba más clara de que no se trata como en otros tiempos, de un programa de control natal disfrazado de buenos deseos, es que la preocupación no se centra en el empleo de los métodos anticonceptivos para reducir las tasas de natalidad, sino además en una preocupación por atender el grave problema de la infertilidad. Se estima que en nuestro país entre el 8 y el 12 por ciento de las parejas en edad reproductiva son infértiles. Se podría pensar que en términos de políticas poblacionales ello no merece importancia. La sociedad enfrentada al individuo. Lo que para una colectividad puede ser intrascendente, para un individuo o una pareja puede ser una tragedia. Aquí se expresa un criterio médico que persigue el bienestar de las personas, lo cual es correcto aunque en ocasiones choque con criterios colectivistas.
Adicionalmente, al abandonar la idea de que la mujer tiene como misión básica la reproducción, el espectro de la atención médica para las mujeres se amplía en este programa hacia las etapas preconcepcionales y las de la menopausia. Se trata pues de una visión amplia que abarca la atención y cuidado de la vida sexual de las adolescentes, y se extiende hasta las manifestaciones del síndrome climatérico.
Las características de este programa se deben en buena medida, a la conjunción de criterios de tipo médico y científico con una visión de género, lo que da como resultado una de las concepciones más avanzadas en su tipo, ya que en la elaboración del programa logró conjuntarse el esfuerzo de las instituciones integrantes del sector salud bajo la coordinación de la Ssa. Además estas políticas se hicieron de cara a la sociedad, logrando atraer la participación de organismos no gubernamentales con una trayectoria importante en los estudios de género, cuyo talento y aportaciones quedaron plasmadas en el documento final. No es exagerado afirmar que se trata de un verdadero parteaguas en las políticas de planificación familiar.
Los datos, contenidos específicos y propósitos del programa constituyen un material de primera importancia para conocer el comportamiento poblacional y epidemiológico en nuestro país y rebasan los alcances de este artículo, por lo que será necesario abordarlos por separado. Sin embargo queda claro que el logro de metas tan ambiciosas como las que establece este documento implican una política de difusión muy intensa, servicios de calidad y cambios de actitud en los prestadores de servicios, aspectos de los que los autores del programa son conscientes. Agregaría que requiere, más que nada, del respaldo consciente de la sociedad. La trascendencia y elevada calidad conceptual del documento merecen ese respaldo.
Poder Ejecutivo Federal. Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1995-2000. Secretaría de Salud, México, 1996.