De Venus, mariguana y sopas
Entre los nombres que para los habitantes de la ciudad de México son calles ruidosas que sólo sirven para evitarlas, como Alzate, se esconden los nombres de los generosos primeros científicos mexicanos, aunque el título hoy no les iría muy a la medida. Entre ellos se encuentra precisamente el que da nombre a la calle mencionada y que, injustamente, nuestro sistema escolar no menciona jamás. ``Don José Antonio de Alzate y Ramírez Cantillana nació en Ozumba el 20 de noviembre de 1737, cuando gobernaba torpemente la Nueva España el arzobispo-virrey Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta y regía su imperio, con ya débil mano, el rey Felipe V'', dice Roberto Moreno en la introducción a algunos escritos de Alzate, entre los que destaca uno mencionado hace tiempo por esta columna: ``Sobre el uso que hacen los indios de los pipiltzintzintlis''. O sea la mariguana, la mota, que eso significaba la divertida palabreja. Hoy veremos otro ensayo del ilustre polígrafo, muy acorde con nuestros tiempos, cuando la Nueva España vuelve a verse gobernada torpemente: ``Consejos útiles para socorrer a la necesidad en tiempo en que escasean los comestibles''.
Mapas y cañerías
José Antonio de Alzate recibió el grado de bachiller en Teología de la Real y Pontificia Universidad, la UNAM de hoy, y poco después se ordenó como sacerdote. Como por entonces la ciudad de México se inundaba anualmente y habían fracasado varios intentos por mudar la capital a los cerros que bordeaban aquel bello lago, hoy convertido en ciudad Neza, Alzate estuvo entre los primeros en presentar entusiastas e imaginativos proyectos para acabar con el lago. A los 30 años de edad entregó al Ayuntamiento de esta ciudad su ``Proyecto para desaguar la laguna de Tezcoco y por consiguiente las de Chalco y San Cristobal''. Elaboró un nuevo mapa de América del Norte e ideó un ``Método fácil para mejorar las cañerías que sirven para la distribución de las aguas de que se abastece el público de esta capital de México''.
El tránsito de Venus
En 1769 tenía Alzate 31 años cuando el Ayuntamiento de esta ciudad les encomendó, a él y a otro mexicano cuyo nombre es calle y cerrada, José Ignacio Bartolache, observar el tránsito de Venus por el disco del Sol, esto es, el paso del planeta, como un punto oscuro, exactamente como ocurre con los eclipses del Sol por la Luna. En el paso de Venus también están alineados los dos planetas, con Venus interpuesto entre la Tierra y el Sol, solo que en este caso el disco oscuro de Venus resulta apenas un lunar. Meses después, Alzate realizó y publicó su ``Observación del paso de Mercurio por el disco del Sol''. Tales observaciones y las de los satélites de Júpiter le valieron a Alzate el título de socio de la Academia de Ciencias de París.
El geógrafo y el empresario
Además del mapa de Norteamérica ya mencionado, realizó Alzate muchos otros, de regiones grandes y pequeñas, de obispados y arzobispados, de las provincias de Sinaloa y de Sonora. Hijo de vasco, ingresó a la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País. El virrey Bucareli, otra calle, aprobó un decreto concediendo permiso a Alzate para vender un jabón de aceite de coco de su invención, pero, señala Moreno, ``los tratantes de tocinería apelaron y lograron impedir la venta''. No se amilanó José Antonio y propuso al gobierno otra empresa: la construcción de un molino de viento para desaguar minas. Después se orientó hacia el cultivo de la grana, una cochinilla que proporciona un bello color rojo.
Premios al ingenio
Escribió sobre las minas de azogue y sobre el contrabando del mismo. Propuso el empleo del álcali volátil para desvanecer el gas mefítico en las minas abandonadas, trabajo que fue premiado con 500 pesos por el Tribunal de Minería. Al año siguiente, 1778, entregó a Bucareli su ensayo para el cultivo de lino y cáñamo en la Nueva España. Gana otro premio de 500 pesos por su modelo de horno para minerales.
El hambre de 1784-85 lo mueve a escribir sus ``Consejos útiles para socorrer a la necesidad en tiempo que escasean los comestibles'', de los cuales he aquí algunos, que irán sin comillas.
El socorro de la necesidad
Los nopales proveen tunas, que se cosechan por cuatro o cinco meses en estado de madurez. Aun verdes se condimentan y en su sabor son muy semejantes a las alcachofas. Los troncos tiernos del nopal, diariamente, aun en tiempo de abundancia, se guisan y apetecen, no sólo por la gente pobre, mas también por los que poseen alguna comodidad. En tiempo de escasez de víveres, los troncos o pencas gruesas se aprovechan; las asan y así sirven de alimento. El fuego destruye las espinas que sin esta preparación serían muy incómodas (...) Para guisar la sopa del delfinado, se toma una libra de harina de trigo, se amasa con agua y la sal necesaria, hasta que la pasta esté un poco blanda, se divide en porciones del tamaño de un huevo, después se palotea la masa, según acostumbran los pasteleros, hasta dejarla reducida a hojas muy delgadas; en el ínterin se ponen a hervir ocho cuartillos de agua en vasija de barro, a la cual se mezcla una poca de sal y una pequeña porción de mantequilla o manteca; cuando el agua se halla en el mayor hervor, se echa la pasta que se desmenuza, porque los pedacillos, mientras más chicos, adquieren mayor volumen; se deja hervir por una hora o poco más, teniendo el cuidado de menear el cocimiento para que no se apegue al fondo. Esta sopa es gustosa, satisface y es muy nutritiva. La expresada cantidad es suficiente para mantener seis personas, dándoles la mitad al medio día y la otra a la noche.