"Y dijo Dios `Hagamos al ser humano como nuestra imagen, a
semejanza nuestra...' ".
Génesis, 1:26. Biblia de Jerusalén.
Para hacer juicio sobre el SNI y sus posibles bondades o defectos, conviene hacer dos consideraciones iniciales. La primera es que fue concebido y funciona como un sistema de estímulos y recompensas para los investigadores, mas no como un sistema para estimular el desarrollo de la ciencia mexicana. Puede aducirse, sin embargo, que si se estimula a los investigadores, se estimula a la ciencia mexicana, lo cual no es necesariamente cierto. Todo depende de la clase de respuesta que se trata de inducir con el estímulo. Por su parte, el Conacyt, congénere del SNI, comparte criterios con éste. El SNI subsidia y acredita a la persona-investigador que cumple con ciertos requisitos que el Conacyt también pide para subsidiar su trabajo.
La segunda consideración es que, aparentemente, los criterios del SNI y el Conacyt son obra de la ``comunidad'' científica, si es que en ésta caben los poco comunes miembros que fueron invitados a crearlos. Y siendo un sistema que califica ¿qué calificación creerían merecer para sí mismos los que establecen las jerarquías? Naturalmente, la más alta. Los criterios cuantitativos que definen el nivel III del SNI (o del nivel plus que se maquina, según se rumora) se crearon de un plumazo. Totalmente predecible. Dios, el creador, ni siquiera se calificó a sí mismo. Ni falta que hacía. Pero ¿y las otras categorías? Muy fácil. Basta con recordar cómo eran ellos, los creadores, hace quince, veinte o treinta años. En el momento que se hicieron las invitaciones o las autoinvitaciones, la suerte estaba echada.
El SNI y el Conacyt no carecen de virtudes, ni mucho menos. Mejora nuestros magros ingresos. Puede sostenerse con razones del bolsillo que sin el SNI habría hoy menos investigadores mexicanos y, por lo tanto, menos investigación científica. Por su parte, los subsidios del Conacyt para llevar a cabo proyectos de investigación nos han dado un cierto grado de independencia. Aunque quizá puedan encontrarse casos en los que un investigador resulta favorecido en exceso, esto es más la excepción que la regla. De cualquier manera, nos parece justo ser juzgados por nuestros pares, aunque sean pocos y a veces resulten nones.
Con la oferta de recompensas, el SNI y el Conacyt estimulan cierta conducta. El estímulo es particularmente poderoso para los investigadores jóvenes, que son los más dúctiles y los que menos tienen. La recompensa es hoy tan necesaria que el estímulo difícilmente puede ser ignorado. El SNI y el Conacyt son --involuntaria pero inevitablemente-- sistemas de castigo. No pueden ser neutros. Quien no es recompensado recibe un doble castigo. Por un lado, a la economía personal y al prestigio social (SNI), y por otro, a las posibilidades de realizar el trabajo (Conacyt) que puede conducir al reconocimiento por parte del SNI.
El sistema es skinneriano (conductista). Si la conducta que se quiere inducir es, en efecto, ejecutada por una proporción importante de la población, puede decirse que el sistema ha corrido con buen éxito, pero sólo con respecto a sus propósitos explícitos. Aun así tendrá que demostrarse que con la creación del SNI los investigadores mexicanos se hicieron mejores y más productivos. Yo no encuentro una sola evidencia de que esto haya sido así en las cifras publicadas por Conacyt hasta 1994. ¿Habrá entre los creadores alguien que la pueda dar? Y como somos científicos, si no se nos demuestra algo, no estamos obligados a creer en nada. Me refiero a cuestiones terrenales, por supuesto.
Sin embargo, el SNI y el Conacyt no deben ser juzgados con respecto a sus propósitos, sino en relación a los consecuencias implícitas que tienen sus políticas. Con el sistema actual se tiende a suplantar la razón fundamental del investigador, esto es, la generación de conocimiento, por otra razón que debe ser consecuencia pero no causa de la investigación: la publicación de una cierta cantidad de artículos y de citas en revistas especializadas de circulación internacional. Quien atienda a la razón fundamental es castigado si su investigación no da lugar al número de publicaciones que el SNI pone como requisito para acceder a un determinado nivel de su jerarquía. Hay varias posibles consecuencias que resultan de la aplicación de estos criterios, que ciertamente son cuantitativos, pero que miden pocas cosas.
A/ La consecuencia más inmediata es que con los criterios que operaban el año pasado (¿cambiarán a partir de este año?), se induce el rechazo de aquellas actividades que el SNI y el Conacyt no acreditan, y que son nada menos que: 1) la investigación en áreas que pueden ser de primera importancia para el país si no da lugar, quizá por su temática local, a publicaciones y citas en revistas de circulación internacional; 2) la docencia, particularmente si ésta no es de posgrado; 3) la propia enseñanza de posgrado; en forma involuntaria y en aras de la excelencia, se propicia el decaimiento de los estándares académicos del mismo posgrado, pues el investigador frecuentemente elude la docencia que lo ``distrae'', excepto la de quien realiza un trabajo de tesis en su laboratorio, lo que sin duda es importante, pero como el SNI también pondera el número de graduados que un investigador ha ``producido'', puede importar más el número que la calidad o la clase de participación del graduado en el trabajo que dio lugar a su tesis; 4) la escritura de libros de texto, que en general se considera como pérdida de tiempo; 5) la divulgación, particularmente la que se hace en forma oral.
B/ Por otra parte, al adjudicar tal importancia al hecho de publicar en cierta cantidad sin reparar en lo que se publica, induce a la trivialización y el empobtecimiento de la tarea del investigador e incluso al fraude. Ante el lema de ``publicar o morir'', algunos responderán ``publicar lo que sea''.
Además, por si fuera poco, los más favorecidos suelen ser quienes gozan ya de mejores condiciones por razones que no son necesariamente de carácter académico.
C/ Con los criterios impuestos, el SNI y el Conacyt pueden inducir una distorsión o forzamiento temático que no se toma en cuenta cuando se cuentan puntos. Hay líneas de trabajo en las que es más fácil obtener datos publicables, ya sea porque los experimentos son más sencillos o porque el tema está de moda, en cuyo caso, al haber más publicaciones sobre el mismo tema, también hay mayor probabilidad de ser citado.
Hasta aquí me quedo en este somero análisis. En la segunda parte de este artículo me referiré a la posible modificación y ampliación de los criterios que se utilizan para clasificar en el SNI y el Conacyt.