Antonio García de León
El lazo corredizo

Avanzando en varios cercos discontinuos después de la ofensiva ordenada por Zedillo el 9 de febrero de 1995, cerca de 60 mil soldados se han ido concentrando en Chiapas durante los últimos quince meses, y han ido tomando posiciones mientras el gobierno fingía negociar en San Andrés. Por eso desde marzo, desde el inicio de la Mesa 2 sobre ``Democracia y Justicia'', la delegación gubernamental en ese diálogo no aportó ningún elemento que hiciera pensar en un acuerdo, todas las iniciativas y propuestas del EZLN y sus asesores e invitados caían en el vacío, mientras crecían las acciones contrainsurgentes sobre dos pistas: la compra e importación masiva de armamento en Europa y Estados Unidos (incluido el último centenar de tanquetas y 86 helicópteros Huey ``donados'' para ``la lucha contra el narcotráfico'') y el entrenamiento de ``patrullas civiles'' a la manera de Guatemala y Perú, conforme a las instrucciones que aquí se reciben del Alto Mando Estratégico de Estados Unidos y de sus programas continentales de guerra de baja intensidad.

La materia prima de estas patrullas que hoy reciben entrenamiento en las guarniciones de Rancho Nuevo (San Cristóbal de Las Casas) y Guadalupe Tepeyac (cañada de Margaritas) y muy posiblemente también en la de Palenque, son los guardias blancas de los fínqueros, así como los grupos armados prohijados por varias facciones del PRI: están en vías de reclutar en el futuro inmediato a las agrupaciones campesinas antagónicas al EZLN (como la ARIC oficial), así como a las dirigencias de algunas organizaciones ``independientes'' que ya se incorporaron a las nóminas de la Procuraduría Agraria y de la Secretaría de Gobierno de Chiapas.

Desde principios de abril, por lo menos, es notorio un inmenso cerco estratégico que, a decir de Marcos (véase la entrevista de Juan Gelman en La Jornada), baja desde el occidente de Tabasco hacia Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, sube a lo largo de la frontera hacia Marqués de Comillas y Tenosique y desemboca de nuevo en el Golfo a la altura de Campeche. En el interior de este sitio amplio, y en la mayor parte del territorio chiapaneco que queda bajo su ``red de fuego'', varios cercos tácticos han ido avanzando desde marzo en una operación de ``lazo corredizo'' montada como provocación militar y avance, coincidiendo con las dos últimas fases las más tensasdel diálogo de San Andrés, cuyo tema, paradójicamente, era ``Democracia y Justicia''. Estas ``redes de arrastre'' han sido lanzadas, por lo menos, desde siete guarniciones (Tuxtla, San Cristóbal, Comitán, Marqués de Comillas, San Quintín, Ocosingo y Palenque) y se apoyan en cerca de 170 posiciones que el ejército federal mantiene en las afueras y al interior de varias aldeas indígenas, en abierta violación al artículo 129 constitucional, introduciendo el alcoholismo, el consumo de drogas y la prostitución, como parte del plan de desestructurarlas y convertirlas en ``aldeas modelo''. Además, el entrenamiento de la ``fuerza de tarea Arco Iris'' (58 batallón de infantería) de los Altos, incluye deshumanización de las tropas a la manera de los kaibiles, basada en actitudes racistas y criminales: una de las camisetas de esa ``fuerza de tarea'' (entregada por un soldado desertor al EZLN, y exhibida a la prensa por sus asesores frente a la PGR) con la imagen de una bota militar aplastando como insecto a un ``indio zapatista'' no podía ser más elocuente del lugar que le confiere el gobierno de Zedillo a las comunidades indígenas.

Aparte de algunos puestos militares que se hallan en la costa y la depresión de Grijalva, la mayoría de estas posiciones o campamentos 133 hasta hace una semana, parecen agruparse en cinco cercos tácticos: el que rodea a San Andrés Sacamch'en (diez campamentos fijos y varios móviles que hoy ``buscan mariguana'' en los parajes de mayoría zapatista), el de la región de Palenque (seis hacia la carretera a Río Chancalá y otros tantos cercando al Aguascalientes de Roberto Barrios), el de las cañadas de Ocosingo y Altamirano (el más numeroso y extendido, pues incluye San Quintín), el de la cañada de Las Margaritas (que conecta Comitán con el campamento de Guadalupe Tepeyac: 38 posiciones principales y varias móviles), y el ``lazo'' tendido en Marqués de Comillas: por lo menos 15 posiciones alternadas con las del cerco estratégico que sigue el curso de la frontera con Guatemala.

Quién puede creer, con esto, que el gobierno estaba en un diálogo con los zapatistas preparando la paz con justicia y dignidad? Las sentencias a Elorriaga y Entzin dan muestras de que el gobierno nunca negoció seriamente una salida pacífica en San Andrés: sólo ganaba tiempo para tener las mejores posiciones militares de cerco y aniquilamiento contra comunidades zapatistas cuya principal arma es una altísima cuota de dignidad. Varios documentos videograbados que hoy circulan en México y el mundo dejarán para la historia futura las imágenes de aldeas empobrecidas hasta la ignominia, ocupadas y amenazadas por un armamento ofensivo que ha costado, como las trapacerías de quienes nos gobiernan, miles de millones de dólares del erario público: con el valor de ese armamento (y el dinero robado por varias pandillas sexenales del PRI) ya se hubiera podido solucionar el problema económico no solamente de Chiapas. Los zapatistas no se levantaron por migajas, lo hicieron por una demanda nacional intransferible: la transición a la democracia y a un orden jurídico republicano. Lucharán, de ser necesario, hasta el último hombre para defender estos derechos impostergables de todos los mexicanos.