FRENTE COMUN CONTRA LA HELMS-BURTON

Pese a los intentos del gobierno estadunidense por asegurar que la ley Helms-Burton no pretende perjudicar a sus ``amigos'', en México crece la animadversión hacia una medida unilateral que surge como un nuevo y totalmente inesperado obstáculo, de consecuencias imprevisibles, en el azaroso camino de la recuperación.

Como suele ocurrir ante las amenazas comunes, sectores regularmente divergentes se unifican en torno de la necesidad de enfrentar con energía y eficacia este nuevo riesgo. Y de hecho, en unas cuantas semanas se han perfilado las líneas que pueden integrar la estrategia nacional frente a este embate del gobierno estadunidense.

La posibilidad de una ley antídoto como la que existe en Canadá, rechazada en un principio por algunas autoridades, gana rápidamente consenso en el Ejecutivo y en las cámaras bajo la forma de un instrumento jurídico que, sin repetir la aberrante pretensión de extraterritorialidad, reafirme la sujeción de las empresas nacionales a las normas del país y, en todo caso, a los tratados internacionales por él suscritos.

Los empresarios, a la vez que apremian al gobierno a redoblar sus esfuerzos diplomáticos, integran un frente común para expresar ante los foros internacionales su repudio a la legislación estadunidense.

Y en el ámbito judicial, se resalta la importancia de las impugnaciones privadas ante los tribunales estadunidenses, en forma similar a las realizadas por grupos mexicano-estadunidenses contra la iniciativa 187 en California.

Todo esto sin contar las previsibles reacciones de las organizaciones civiles en ambos lados de la frontera.

Aun si se concediera el beneficio de la duda a las declaraciones ``tranquilizadoras'' de los funcionarios de Washington, no se puede pasar por alto que la promulgación y entrada en vigor de la Helms-Burton proporcionará un poderoso instrumento de presión a los grupos anticastristas. Los más radicales de éstos son también furibundamente antimexicanos, y las empresas de nuestro país serán su blanco natural. De ahí la urgencia de organizar, aprovechando la creciente repulsa internacional, una vigorosa y bien concertada respuesta al embate que se cierne sobre nosotros.