En la economía de nuestro tiempo suele importar más lo que los empresarios y los inversionistas financieros creen que está ocurriendo que lo que realmente ocurre. En efecto, si creen que las cosas están mejorando, aumenta su confianza e invierten, con lo cual las cosas realmente empiezan a mejorar. Cuando las cosas están mejorando pero los inversionistas no lo perciben así, dejan de invertir, retiran su dinero del país y la situación empieza a empeorar. Por esta razón, se vuelven importantes el manejo de la información económica y en particular la manera en que las cifras se presentan. El lunes el presidente Zedillo anunció que en el segundo trimestre de este año el PIB tendrá un crecimiento ``cercano al 5 por ciento'' respecto del mismo periodo de 1995. Este pronóstico suena muy optimista: trasmite la idea de plena recuperación económica. Examinemos si es así.
En el primer trimestre de este año el PIB decreció en 1 por ciento respecto al mismo trimestre de 1995. Esto fue motivo de mucho festejo la semana pasada. El decrecimiento del PIB se interpretó como un signo de recuperación económica! La razón de ello es que se le comparaba con la caída pronosticada del 3 por ciento. Como decía aquel famoso anuncio del vaso medio lleno o medio vacío: ``cuestión de enfoques''. El PIB del primer trimestre de 1996 (anualizado) fue de 1,252.9 miles de millones de pesos, que representa 1.8 por ciento menos que el correspondiente al primer trimestre de 1994. Si interpretamos el crecimiento ``cercano al 54'' como 4.5 por ciento, el PIB anualizado del segundo trimestre será 1,255.4 miles de millones de pesos, lo que representaría 6.5 por ciento menos que el correspondiente al mismo periodo de 1994, lo cual se explica porque en 1995 el PIB del segundo trimestre disminuyó en 10.5 por ciento respecto de 1994. En cambio en el primer trimestre de 1995 la disminución había sido solamente del 0.8 por ciento respecto de 1994. A la luz de estos datos, la situación pronosticada por el Presidente para el segundo trimestre no parece nada optimista, puesto que la situación del segundo trimestre de 1996, al compararla con sus antecedentes históricos, como se ve con las cifras presentadas, sería más mala que la del primero. Así, el PIB pronosticado para el segundo trimestre de 1996 resultaría casi idéntico al del primer trimestre (mayor en 0.2 por ciento), por debajo de las relaciones estacionales usuales entre ambos trimestres, lo que haría esperar un incremento mayor incluso en ausencia de cualquier crecimiento económico. Por ejemplo, en 1993, año de casi nulo crecimiento económico, el PIB del segundo trimestre fue 2.7 por ciento mayor que el del primero. El pronóstico, entonces, lejos de expresar crecimiento prevé otro leve retroceso.
Sin embargo, su impacto publicitario ha sido muy optimista. Barranco Chavarría comentó ayer en su columna de Reforma cómo esto ha modificado los pronósticos económicos para el país de la influyente Merril Lynch, así como la reacción de optimismo del Financial Times. Es probable que su efecto real en el comportamiento de los inversionistas haya sido también favorable.
Los signos de la economía son contradictorios. Aunque la industria manufacturera se recuperó en el primer trimestre, como resultado básicamente del aumento de las exportaciones, no lo hicieron las actividades económicas más asociadas a la demanda interna, como la construcción (que decreció casi en 7 por ciento respecto del mismo periodo de 1995), o el comercio, los hoteles y los restaurantes (que decrecieron en más del 9 por ciento). Los datos sobre la baja en las ventas al menudeo (17.7 por ciento en el periodo enero/marzo respecto al mismo periodo del año anterior) amplifican lo anterior (Reforma, 23/05). Tampoco los datos de la disminución del desempleo abierto en lo que va del año son contundentes: por una parte porque la tasa de abril de este año, 5.9 por ciento, es sólo cuatro décimas menor que la de abril del año pasado (6.3 por ciento) y porque ambos son sustancialmente más altos que el nivel anterior a la crisis: 3.8 por ciento en abril de 1994 y sólo 3.0 por ciento en abril de 1993. En segundo lugar, porque la leve disminución del desempleo abierto podría estar explicada en parte por un aumento en la proporción de personas que trabajan menos de 35 horas a la semana involuntariamente (del 9.4 por ciento al 12.1 por ciento entre abril de 1995 y el mismo mes de 1996). Además, aumentó también la tasa de ``presión general'' que incluye, además de los desempleados, los que buscaron empleo para cambiar trabajo o tener un segundo trabajo.
Aunque hay signos de reactivación en algunas ramas y aunque algunos indicadores dejaron de deteriorarse, no hay una recuperación plena de la economía. El pronóstico para el segundo trimestre no es de crecimiento sino de estancamiento, pero ha sido hábilmente manejado para tener un efecto positivo en las expectativas de quienes deciden el futuro de nuestra economía. Cuestión de juegos estadísticos.