El sexenio zedillista está a punto de vencer su primera cuesta. En un poco más de un año estaremos a la mitad del sexenio. Es casi seguro que las elecciones legislativas de 1997 se den en el marco jurídico de una reforma decisiva. La oposición tiene posibilidad de avances espectaculares en la composición del Congreso (se renueva íntegramente la Cámara de Diputados y la mitad de los escaños de la de Senadores).
La reforma del Distrito Federal puede resultar más importante en el imaginario político que la renovación legislativa. La elección libre de un gobernador para la capital será una sacudida y un sismo si gana la oposición.
Cuáles son los retos de Ernesto Zedillo al enfilarse hacia la ``meseta'' de su mandato? Pienso que tiene tres mayores.
1. En lo político la gran disyuntiva ya no es democratizar o no. La reforma política y la transición han tomado un vuelo tal que no serían frenados sin una ruptura de las instituciones. Se ha diferido la reforma electoral, pero también se han celebrado numerosas elecciones relativamente libres, justas y creíbles. Se ha liberado a la Suprema Corte de Justicia que empieza a emitir decisiones apegadas al espíritu y a la letra de la Constitución y que implican rupturas del control político tradicional. A nadie escapa cómo la libertad de expresión está rompiendo ataduras cada día.
El dilema de Zedillo no es estratégico sino táctico: hacer que las reformas se vuelvan creíbles, que desemboquen en un nuevo pacto nacional que integre a todas las fuerzas políticas, económicas y sociales.
2. En la economía el dilema es continuar o no lo que se ha llamado política neoliberal: recesión voluntaria, concentración del ingreso, venta de las empresas estatales clave, negociación ``tímida'' de la deuda, protección a la especulacón, etcétera.
La alternativa sería aceptar la necesidad de un déficit módico para volver a crecer y sobre todo poner en marcha medidas redistributivas sin esperar a que esté ``completa'' la torta para después repartirla (la peor metáfora que ha inventado el hombre para entender la economía). Podría haber un reenfoque sin salirse del liberalismo, más bien cumpliéndolo fielmente mediante una reforma fiscal profunda, acabando con el control corporativo de los sindicatos, garantizando un mercado abierto, defendiendo, no como perro sino como tigre a la pequeña y a la mediana empresa. También serían necesarias medidas para frenar la fuga de capitales o al menos gravarla severamente e iniciar una nueva ronda de negociación de la deuda externa cuyo pago de servicios hace imposible el crecimiento.
3. El tercer dilema es continuar el trayecto hacia el protectorado norteamericano o recuperar independencia.
Para resolverlo, se deberá examinar qué tan buen negocio han sido para México los 15 años de sometimiento a las instrucciones del gobierno norteamericano y de las agencias financieras controladas por éste. Qué balance puede presentarse en la educación, salud, cultura, desarrollo tecnológico, alimentación, empleo y el desarrollo industrial del país? Es probable que las cuentas salgan muy mal, eso invitaría a reconsiderar la independencia política como un instrumento de prosperidad económica.
Podría decirse que el cambio disgustaría a Estados Unidos. Y como éstos gozan de una influencia inmodificable sobre nuestro gobierno, éste no podría hacer nada más que someterse a su triste destino. Pero qué resultado arroja para Estados Unidos el haber disciplinado a México? Podría pensarse que la ``apertura'' ha provocado beneficios para la economía, los especuladores y el empleo en Estados Unidos, pero la ruina de nuestro país será tarde o temprano fuente de desastre para ellos. Si los mexicanos no tienen empleo en su país lo buscarán masivamente en Estados Unidos. La depresión en México nos vuelve pésimos clientes.
La inconformidad que está creciendo podría explotar (Ver a Lorenzo Meyer: ``La tercera crisis'', Reforma, 23/05/96). Este fenómeno sería ajeno a los intereses de Estados Unidos? Supongamos que el gobierno norteamericano se decide a controlarlo Cuánto les costaría en dólares a los causantes norteamericanos? Cuáles serían las consecuencias de tener un país convulso como socio?Para trazar un nuevo esquema de relaciones bilaterales se necesita capacidad visionaria de los gobernantes norteamericanos y las viejas y redituables virtudes de patriotismo en el presidente mexicano y su equipo.