Las reacciones de muchos ante el gobierno italiano me recuerdan la obra de Jean Paul Sartre. Le Monde, por ejemplo, dice que en Italia finalmente está funcionando el compromiso histórico, es decir, la alianza entre comunistas y democristianos. Habría que precisar, sin embargo, que éstos son solamente los de la izquierda de ese ex partido y que los ``comunistas'' del Partido Democrático de Izquierda (PDI) no son tales, se ofenden si así se les llama y son solamente la derecha del viejo Partido Comunista de "Gramsci, Togliatti, Longo y Berlinguer", como gritaban sus militantes hace 20 años.
El tal compromiso se haría entonces entre una mínima fracción de los liberalcatólicos (que, sin embargo, en el gobierno tienen la parte del león) y una parte mayoritaria (ahora liberaldemocrática) del viejo PC. No entre la democracia cristiana (que tenía casi 35 por ciento de los votos), y un partido obrero reformista (con más de 30 por ciento), sino entre un grupo liberal-católico-conservador que, sumando todos sus integrantes dispersos, llega apenas a 10 por ciento, y un partido centrista y liberal que supera a gatas el 20 por ciento. En efecto, de la vieja democracia cristiana la derecha del partido se dividió por mitades entre los fascistas y neofascistas y los democristianos de derecha, mientras que del viejo PC los comunistas se fueron principalmente con Refundación Comunista (que tiene hoy casi 9 por ciento de los votos pero muchos más en las zonas urbanas y obreras), aunque queda un puñado de ellos en el PDI, rechazando la línea neoliberal.
Enrico Berlinguer creía que la alianza entre comunistas y católicos se hacía mediante un pacto entre las burocracias conservadoras del PC y de la DC, que supuestamente representaban a sus votantes, en vez de conquistarse con las luchas y con la batalla de ideas, posición por posición, todos los días. Pero trataba de compensar la sumisión a la política democristiana a través de una tratativa entre iguales y mantenía al PCI como una fuerza obrera y con perspectivas socialistas, alternativa al sistema aunque quisiese entrar en el gobierno. Los comunistas-socialdemócratas de Berlinguer eran independientes mientras que los ex comunistas del PDI de D'Alema, en cambio, lo son sólo de dientes, pues entran en el gobierno en busca de las posiciones gubernamentales, sin que les importe el carácter del gobierno y de su programa y, además, coincidiendo con sus aliados en que el capitalismo es el único sistema posible. Hablar de compromiso histórico revela, por lo tanto, una gran superficialidad: no es posible guiarse por las apariencias externas porque no es oro (ni hoz y martillo) todo lo que reluce.
Otra idea igualmente falsa es que éste es un gobierno decente. Esa idea me recuerda la propaganda del viejo Partido Socialista argentino (``Un partido de manos limpias y uñas cortas") que le granjeó a esa agrupación muy respetable y muy conservadora el nombre de "partido de las manicuras''. No robar no es una virtud; revela, en el mejor de los casos, que uno no tiene ese vicio. Pero ¿es decente alargar la edad para la jubilación, reducir la asistencia sanitaria, aplicar la política del FMI con todos sus efectos sociales, reducir los salarios reales para financiar a los empresarios y banqueros? ¿La decencia consiste sólo en el imprescindible combate contra la mafia italiana, mientras se acata al mismo tiempo la política de la mafia financiera internacional? ¿Fueron decentes los comunistas cubanos, que se aliaron con Batista olvidando el pasado del dictador, lo hicieron presidente, le dieron dos ministros, pero no robaron sino la esperanza del pueblo de la isla?
La honestidad personal, en política, es una condición previa, indispensable, pero no suficiente. No puede ser ``decente'' una política destinada a perpetuar y agravar la desigualdad social. ¿Acaso la presencia de Lamberto Dini Ðex ministro del Tesoro de Berlusconi, banquero y hombre del FMIÐ como ministro de Relaciones Exteriores, o del ministro de Finanzas Azeglio Ciampi, ex presidente del Banco de Italia, o de Nino Andreatta, amigo de Kohl y de los banqueros alemanes, como ministro de Defensa, son detalles sin importancia? ¿Acaso el apoyo a la OTAN, al tratado de Maastricht, al neoliberalismo, a Washington tienen algo que ver con la decencia?
Menos ingenuidad, señores: Prodi no utilizará los mismos métodos que los fascistas y eso ya es mucho, pero el PDI hará la política de Ciampi-Dini-Prodi-FMI-Bruselas y no viceversa. En cuanto a la decencia, como dice la Biblia, ``por tus obras te juzgarán''. Amén.