La Jornada 26 de mayo de 1996

Xenofobia y miseria vuleven a amenazar a AL: Sábato

Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, mayo de 1996 En menos de 15 días, la ``otra Argentina" mostró sus rostros ocultos. Las imágenes de la pobreza en todo el país, los arrabales cada vez más extendidos de la miseria conmovieron a una sociedad que como dice el escritor Ernesto Sábato, "está deambulando perdida en la frivolidad''.

Al menos ``los que pueden vivir ignorando la realidad''. Pero precisamente él, uno de los mayores escritores contemporáneos no puede ni quiere hacerlo.

Hace pocos días en una de las tantas villas de emergencia que bordean esta capital, un joven delincuente de apenas 20 años, quien murió junto a una presunta acompañante en un oscuro episodio, fue despedido por sus amigos con salvas de disparos al aire y petardos. La policía no se atrevía a entrar a la villa, donde el joven apodado Sopapita era velado como un héroe.

La televisión había mostrado escenas de miseria en Rosario y en otro lugares del país. En Tucumán, unos 15 mil trabajadores, estudiantes e incluso pequeños comerciantes desafiaron uno de los más poderosos sitios policiales de los últimos tiempos, y después de una marcha, donde algunos caminaron descalzos, prácticamente se tomaron la ciudad. En una fábrica en conflicto en los suburbios de Buenos Aires, los trabajadores en vías de ``extinción'' acariciaban un felino de monte embalsamado y hablaban del ``año del gato'' en referencia a las imágenes televisivas que mostraban a miserables pobladores de ciudades perdidas comiendo algunos de estos animales, incluyendo víboras. ¿Serán éstos que recogerá Sábato en su esperado libro Antes del fin, que está escribiendo?.

Hace días lo vimos brevemente en la Feria del Libro, rodeado de jóvenes que se acercaban a él como a un patriarca. Acordamos comunicarnos para hablar de esta realidad. El escritor está recluido en su casa en Santos Lugares, una localidad suburbana donde vive desde hace años, con singular humildad. Hablamos telefónicamente porque han sido días de emociones fuertes, la Feria del Libro, el estreno privado de una película de su hijo, que recoge un poco la historia del cine nacional.

``Es un tiempo amargo, a veces feroz'' dice y explica que está dedicado de lleno a escribir y a acompañar a su esposa enferma. El mismo ha perdido casi la visión desde 1979. "Estoy escribiendo, dictando, luego me leen, corrijo, y así estoy preparando este libro testimonial que es verdaderamente antes del fin".

Le recuerdo que él es uno de los referentes más importantes del país, que ``parece sumirse" en la decadencia. ''Este es un periodo muy duro, la historia no progresa en tiempos tan oscuros. La globalización no es un fenómeno ligero. Nos afecta a todos, deja fuera a millones de seres humanos. El mundo entero parece venirse abajo, cuando se retrocede, humanamente se retrocede a puntos no imaginados, cuando creíamos que habíamos avanzado recuperado los caminos".

Sin embargo se niega a la inmovilidad. "Creo que hay que buscar todas las posibilidades, la capacidad de imaginación, las fuerzas para sacar este mundo del círculo perverso en que quieren encerrarlo. Yo sostengo que de la desesperanza surge la esperanza, trato de buscar todo lo positivo, de alentar lo positivo en los jóvenes".

Aún lo sorprende que lo reconozcan en las calles cuando camina a tomar el tren en las raras ocasiones que viaja hacia esta capital. Con cierta melancolía recuerda que Argentina había llegado a ser uno de los ``países más homogéneos'' de América Latina, especialmente por esa preocupación temprana por la educación, "un desarrollo muy especial, un crecimiento cultural maravilloso".

Sin embargo de este tiempo que semeja ``el paso de Atilas'' quizás haya algo positivo y es --desde su punto de vista-- una lección para aquella "Argentina o aquellos argentinos prepotentes, que habían olvidado su vínculo real, su pertenencia a América Latina. Lo que nos está sucediendo es una gran enseñanza, un llamado a la humildad". Aún lo asombra, con ese asombro melancólico que refleja su figura serena, el resurgimiento de los racismos, de la xenofobia, de la miseria extrema, a niveles ``casi apocalípticos''.

El recuerda que quedó seriamente afectado por los sucedido durante la última dictadura militar."Esa metodología del terror planificado deja secuelas muy profundas. Yo creo que parte de la enfermedad de mi esposa o la pérdida de la visión que me afecta fueron consecuencia de aquel paso por el infierno, cuando investigamos los crímenes, el horror, en una comisión designada por el entonces presidente constitucional que llegó después de la dictadura. Nadie puede pasar por ese infierno, escuchar testimonios, ver las imágenes,sin ser herido. Ese sentimiento de sociedad desprotegida que encontrábamos, esos miedos, que de alguna manera hoy regresan".

Sábato nunca pudo reponerse de aquellos años del lobo, donde era amenazado cada día. Durante el tiempo que la comisión trabajó en la investigación él y su familia continuaron recibiendo amenazas. "Nunca entendieron que actuábamos por la verdad y la justicia, sin venganzas".

Ahora Sábato, a pesar de su edad y su situación familiar, está siempre respondiendo a quienes lo necesitan. Cada tanto levanta su voz, critica agudamente, y en un escenario donde los valores naufragan, él está siempre allí, como un vigía de la justicia.

Como antes, piensa que las "grandes calamidades siempre enseñan, lecciones terribles a veces, pero que transforman a la humanidad". "Los horrores de estos tiempos donde hay tragedias humanas casi inconcebibles, son compartidos. Estamos gobernados por la corrupción en muchos países. Hay ladrones en los poderes que como suelen hacer los ladrones callejeros gritan ``al ladrón, al ladrón'', y hacen correr a un inocente, mientras ellos se ponen a salvo. Pero este tiempo también pasará, aunque hoy parezca eterno, ni la tecnología del terror, ni la impunidad lo fueron".

En cuanto a la literatura, a los efectos de la globalización sobre la cultura, Sábato lo define de una manera muy realista: "Cuando los jóvenes me preguntan que se debe leer, les digo que no precisamente las novedades publicitadas hasta el hastío. En general les digo que esperen unos seis meses, si la novedad aún está allí es porque valdrá la pena verla. Son tiempos de frivolidades y superficialidad, pero también de resurgimientos y hay que luchar por la esperanza en todo. Los valores reales pueden oscurecerse pero nunca se pierden".