La Jornada Semanal, 26 de mayo de 1996


Entrevista con Adolfo Bioy Casares

El imposible remedio del olvido

Edmundo Bracho

En los últimos años, Adolfo Bioy Casares, figura central de la literatura latinoamericana, ha encontrado una vocación memoriosa. Aunque no abandona la composición de historias fantásticas, Bioy ha entrado a la zona de los recuerdos con un excepcional gusto literario. En esta entrevista, Edmundo Bracho habla con él acerca las Memorias que hace poco publicó el autor de La invención de Morel.



Cómo empezaron Borges y usted a escribir juntos?

Con Borges hablaba mucho de literatura. A ambos nos gustaban las novelas policiales que tuvieran un enigma y una resolución bien clara, y decidimos escribir conjuntamente algo así. También éramos convencidos sacerdotes, digamos, de la literatura "deliberada". Con esto quiero decir que uno escribiría lo que uno quería. Pero no resultó así. Tuvimos una lección de humildad: no escribíamos lo que queríamos; en vez de escribir una historia clara con una solución clara, inventábamos historias llenas de bromas dentro de las que nos perdíamos. Y entonces Borges me preguntaba: "Ahora cómo salimos de esto? Qué hacemos ahora con este personaje?" Como nunca quisimos darle mucha importancia a lo que habíamos escrito en conjunto, en vez de poner nuestros nombres, firmábamos como "Bustos Domecq" o "Suárez Lynch". Bustos era un antepasado de Borges, Domecq el apellido de mi abuela paterna; Suárez era otro antepasado de Borges, Lynch mi abuela materna.

Teniendo siempre al lado a una figura tan providencial en la literatura como lo es Borges, no se sentía coartado?

No. En ningún momento. Habría que ser una persona envidiosa o muy mezquina para eso. Creía y creo haber sido muy afortunado en la vida por muchas razones, y una de ellas es por haber sido amigo de Borges. Durante un largo periodo de nuestras vidas, nos veíamos prácticamente a diario. Borges llamaba por teléfono cuando no podía venir a cenar a mi casa.

Qué tenían que decirse Borges y usted cuando hablaban de espejos?

Borges aborrecía los espejos y yo los admiraba, me gustaban muchísimo. Siempre me ha parecido que en el espejo uno ve la literatura fantástica. Efectivamente, en un espejo triédrico yo veía el cuarto mío como una procesión de cuartos, todos iguales. Cuando uno ve, tiene el apego de la existencia de algo. Yo veía mis cuartos y sabía que no existían.

Pareciera que la contemplación del espejo veneciano de su madre sirvió como una especie de iniciación al mundo fantástico.

Justamente, era un espejo triédrico. Creo que ahí empezó mi fascinación por la literatura. No en un sentido estricto, yo era un niño. Más tarde, cuando tenía entre doce y catorce años, es que empiezoa leer con mucha pasión. Pero desde niño existe en mí esa fascinación por los espejos, por la visión fantástica que ellos otorgan.

No concibo un antecesor literario de la reciente invención tecnológica de la realidad virtual más significativo que La invención de Morel.

Sí, me lo atribuyen a mí. Existe la famosa frase en latín que dice: "Los montes están de pascuas, nace un ridículo ratón." Yo me siento un poco así en relación con la "realidad virtual". No es que sienta un menosprecio hacia esa nueva tecnología, simplemente creo que en la literatura se ha inventado todo.

Le ha sucedido que algunas de sus creaciones literarias llegan a ser materializadas por otros?

Sí. Es uno de los riesgos que se corren cuando se escribe. Sucede lo mismo con las versiones fílmicas que se han hecho a partir de mis relatos: son una invención sobre una invención mía. En general, se han realizado versiones que son como para cinemateca. Me gustaría que hicieran algún film sobre mis relatos como para que lo vea todo el público, un público más diverso.

Le gustaría pensar que sus novelas o relatos tienen un carácter profético? Pienso en su novela Diario de la Guerra del Cerdo, donde los jóvenes deciden matar a sus mayores a mansalva, una especie de anticipo simbólico de mayo de 1968.

Es algo que no me molesta. No escribo con miras a ser profético; si llego a serlo, mejor aún. Hay ciertos escritores a los cuales eso les causaría un trauma. Sin embargo, si escribes literatura fantástica es una gratificación que lo fantástico devenga realidad Me parece que Diario es el libro más repugnante de los que he escrito. De mis libros, es el que menos me gusta. Francamente, no me gusta nada.

Escritores como William Burroughs y Brion Gysin, al intentar ofrecer una dimensión sonoro-tecnológica a la poesía con la Dreamachine y los Permutation poems, han dicho reconocer un precursor en usted. Siente usted alguna afinidad con la obra de ellos?

Sí, cuando los leo siento que son amigos, que se trata de obras afines. No son de fácil lectura puesto que muchas veces sus escritos son demasiado artificiosos, pero son narradores de lo fantástico y de la exploración de lo fantástico. Más aún, exploran y explotan a veces radicalmente el lenguaje de lo fantástico.

En qué sentido sus relatos son "bárbaros romances", como señala su biógrafo Marcelo Pichon?

Eso lo he dicho yo antes. Me parece que no puedo escribir si no hago una cosa asombrosa. Esa forma de caracterizarme proviene de una máxima de Johnson que dice: "Los autores de bárbaros romances que recurren a enanos y a gigantes para entretener al lector, recurren a algo extremo, a situaciones asombrosas." Me gustaría escribir alguna vez una historia, que no tengo, donde estén el gigante y el enano, y que sea buena.

Existe un libro muy atípico dentro de su narrativa que es Guirnalda con amores, pues trata de una historia de amor fuera de lo fantástico.

Alguna vez estuve en un bosque de pinos en Punta del Este y pensé que ya estaba cansado de escribir sobre lo que nadie entiende. Me propuse escribir algo que entendiéramos tanto mis lectores como yo mismo. Fue un cambio hacia el retrato realista que no duró mucho. La invención fantástica se volvió a imponer.

Es la máquina la forma idónea para escribir sobre el amor, como deja usted entrever en uno de los relatos de Historia prodigiosa?

No, de ninguna manera. Yo quisiera que la máquina no se interpusiera en ninguno de mis relatos, pero ciertas invenciones fantásticas que se me ocurren requieren de una máquina, y entonces la proveo. La idea de la máquina en la literatura no me gusta, pero es un recurso que tengo muy a la mano para crear mundos fantásticos.

Podemos decir entonces que en las construcciones metafísicas de sus relatos usted consigue la forma más efectiva de narrar amores irresueltos?

Creo que sí. Sucede que el amor no correspondido es un tema que permea gran parte de mi obra. La construcción de lo metafísico es una forma de ser testigo de lo que pasa dentro de mí. Sin embargo, es algo que entrego al lector de una forma encubierta. Nunca es algo evidente, sino más bien hermético, y creo que en ese modo de narrar se logra mayor efectividad.

El aislamiento afectivo, que se hace más evidente en La invención de Morel y Plan de evasión, tiene algún paralelismo con su vida personal?

El paralelismo con la vida personal es de todos nosotros. Todos alguna vez hemos sido desdichados en amor. Bueno, yo he sabido lo que es eso. Pero en general, he tenido suerte en la vida. Ese aislamiento tiene más de creación que de biográfico.

En su libro Memorias no habla a fondo de su relación con la escritora Silvina Ocampo [relación que mantuvo desde 1934 hasta la muerte de ella, en 1990]. Por qué?

Siempre tengo un poco de culpa en ello, porque he tenido muchas otras mujeres. En Memorias hablo de otras relaciones, pero mi relación con Silvina es algo muy especial y algo sobre lo que me cuesta mucho escribir. Hay culpa, hay pudor y hay otras cosas que aún no descifro detrás de todo ello. Me alivia el recuerdo de Silvina diciéndome antes de morir que sabía que yo la quería, porque había tenido otras personas pero siempre había regresado a ella.

Serían episodios muy crueles los que tendría que narrar sobre su relación con las mujeres, y en especial con Ocampo?

Habría naturalmente algo de traición, de crueldad, de culpa. Prefiero pensar que eso cabe más dentro de mi narrativa de ficción. Creo que esa crueldad, esa perversidad, ha sido a veces necesaria para escribir algunos cuentos y novelas, más que para un género específico. Si en una novela todos los personajes están contentos y no pasa nada, el lector queda robado de cierto modo. Eso va también para las novelas realistas. Si un hombre llega a su casa rutinariamente a acariciar a su mujer y a su perro, ahí no hay mucho que conmueva al lector. Con que deje de acariciar a su mujer por otra una sola vez, ahí tendríamos algo sobre qué escribir.

Sabía de antemano que Borges lo estaba haciendo protagonista en "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" como poseedor de una enciclopedia.

No. Me sorprendió, como a todo mundo. Resulta que en el cuento sólo yo era poseedor del volumen enciclopédico donde aparecía el país o la cultura de Tlön. Era un gran obsequio el incluirme en sus páginas de ese modo. Lo vi luego de publicarlo.

Usted nunca hizo a Borges protagonista en alguno de sus relatos?

No. Y no es por falta de gratitud hacia Borges. Creo que nunca he puesto personas reales en los cuentos míos. Así que el regalo que Borges me hizo no supe corresponderlo. Con la muerte de Borges me pareció que tenía poco sentido incluirlo en uno de mis relatos.

De dónde se deriva su afición por Chesterton, H.G. Wells, Thomas Brown y la novelería de enigma anglosajona?

De mi afición por la literatura fantástica. Pero ahí se olvidó de Samuel Johnson y de James Boswell, que son autores preferidos míos. También me gustan mucho Stendhal, Benjamin Constant, El Quijote de Cervantes

Ninguno es escritor de este siglo. Schopenhauer decía que no hay que leer ningún libro que no haya cumplido 50 años, pues no sabemos si es bueno o malo.

Es una frase algo escéptica, y sólo puede provenir de alguien como Schopenhauer. De él me queda el título de sus misceláneas, Parerga und Paralipomena. Algunas veces en mis cuadernos he puesto el mismo título. Qué pedantería, no? Pero me hace gracia la pedantería No leo para estar informado. No leo mucho los libros recientes. Lo hago sólo cuando una persona confiable me recomienda un libro. Pero no trato de estar al día sobre la literatura contemporánea nuestra o inglesa o norteamericana. Tampoco me gusta olvidarme de la literatura italiana, que es muy rica, como lo es la francesa.

Aún opina que "la literatura central es anglosajona, las demás son provinciales"?

Tiendo a creer eso. Claro, hay mucho de provocación en esa creencia (risas). En mi biblioteca, la literatura inglesa y la norteamericana están juntas. Ahí están mis maestros más importantes. Incluyo a los norteamericanos en mi afición por la lectura anglosajona.

Usted ha dicho que no se encontró nunca con un gaucho hasta que era mayor. Existe el gaucho fuera de la literatura gauchesca?

El gaucho existe, yo creo. No existirá como en las novelas gauchescas que uno ha leído ni como setenta años atrás. Pero de algún modo sigue existiendo. Cuando dije que vi por primera vez a un gaucho, siendo ya adulto, me refería a un gaucho con vestimenta de gaucho. Borges y yo lo vimos. Lo que sucedió también con la imagen del gaucho es que se vio afectada por el papel que hizo Rodolfo Valentino en una de sus películas. Él propagó un estereotipo bastante absurdo que luego mucha gente tomabacomo referencia, incluso gente de la pampa. Era una especie de caricatura involuntaria del gaucho.

De escribir un segundo volumen de Memorias, en qué consistiría?

Trataría de una etapa de mi vida que es más difícil, sobre todo en lo sentimental. Tengo amigas que se creen únicas y que tal vez no lo sean. Sería remover otra vez mis relaciones, el peso de cada una en mi vida, y eso siempre trae problemas. Especialmente cuando el olvido no ha hecho nada por remediarlo.