Pasado mañana Israel irá a las urnas y esas elecciones, probablemente, serán las más importantes de su historia y seguramente tendrán una influencia decisiva sobre el futuro de todo el Medio Oriente.
En esos comicios, en los que se decidirá la composición de la Knesset (el Parlamento, de 120 miembros) y quién será primer ministro, puede estar en juego el futuro del proceso de paz con los palestinos y con los vecinos árabes de Israel. Aunque el candidato del Bloque Likud, Benjamín Netanyahu, haya declarado que continuará las negociaciones con los palestinos, la agresividad tradicional del Likud, así como la alianza que tendría que establecer con los grupos religiosos más radicales para formar una mayoría sólida hacen prever que el proceso de paz podría empantanarse definitivamente si la derecha consigue derrotar al bloque de centroizquierda encabezado por el primer ministro Shimon Peres.
Aparte de las clientelas electorales tradicionales de ambos bandos, es de esperar que los votos de quienes desean la paz: la mayoría de los jóvenes, los israelíes árabes, así como importantes sectores de los sefardíes y de los judíos hispanohablantes, favorecerán a la coalición de Peres, mientras que los colonos de los territorios palestinos ocupados y los inmigrantes rusos sufragarán mayoritariamente por la derecha. La contienda será presumiblemente reñida y muy pareja. Eso hace temer que la derecha (Netanyahu tiene como principales apoyos a los halcones militares Ariel Sharon y Rafael Eytan) recurra en estos días a explotar el miedo al terrorismo de Hamas y Hezbollah, grupos integristas árabes que, como se vio en el caso del asesinato del ex primer ministro Yitzhak Rabin, han sido infiltrados por los servicios secretos israelíes y mantienen una compleja red de alianzas con los gobiernos de Siria e Irán, así como con sectores de la ultraderecha israelí para descarrilar la normalización de relaciones con los palestinos.
En suma, aunque tanto los israelíes como los palestinos necesitan la paz, los colonos y los partidarios del Gran Israel la rechazan, pues ella llevaría a la afirmación de Arafat, a la creación de un Estado palestino independiente, a la pacificación de Líbano con la consecuente presión para que Siria saque a sus fuerzas de ese país y para que Israel abandone las alturas del Golán y acrecentaría la presión social y democrática contra los regímenes sirio y jordano. Por ello, los enemigos de la paz arman la mano criminal de los terroristas fundamentalistas y organizan atentados como el que le costó la vida al primer ministro Yitzhak Rabin.
En este contexto, es de suma importancia que los comicios israelíes del miércoles próximo puedan realizarse en paz, sin el chantaje terrorista a los electores. Finalmente, cabe hacer votos por que el gobierno que surja de las urnas, incluso si es uno de derecha, sea capaz de enfrentar a los extremismos judío e islámico y pueda dar cauce a las negociaciones con los palestinos sobre cooperación económica y sobre el estatuto final de Jerusalén, reclamada por ambos pueblos como capital de su Estado.