Eduardo R. Huchim
Hambruna

El gobierno de Ernesto Zedillo tiene en Chiapas, antes que otros asuntos de indudable importancia en ese estado, un deber urgente del cual pareciera no haberse percatado, a juzgar por los discursos pronunciados en la visita presidencial del pasado jueves 23 a Tuxtla Gutiérrez y Comitán: proveer con eficiencia, deponiendo enconos, los alimentos suficientes sobre todo maíz y frijol para evitar la hambruna inminente en amplias regiones de esa entidad, particularmente en la zona del conflicto zapatista.

Sólo un genocida despropósito podría inducir a abandonar a su suerte, por el solo hecho de simpatizar con la causa zapatista, a la población que está en ese trance. Y sí, ya se sabe que esta población no recibe las despensas cuando las reparte el Ejército Mexicano, por lo cual el apoyo alimentario deberá ser canalizado por vías civiles y no gubernamentales.

En la acción contra la hambruna será bienvenida la solidaridad internacional que promueven personajes como Danielle Mitterrand, Oliver Stone y Edward James Olmos. Pero ni su labor ni la de organismos internacionales que seguramente reaccionarán en cuanto adviertan la apremiante situación chiapaneca, relevarán al Ejecutivo de su grave responsabilidad en la solución de un problema de cuya génesis no es ajeno el propio gobierno zedillista.

Como en muchos de los grandes problemas sociales, la solución no depende totalmente, aunque sí en gran medida, del gobierno. Se requiere la participación de organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, las comisiones Nacional de Intermediación y de Concordia y Pacificación, el Ejército Mexicano y el propio Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ni una ni otra fuerza armada deberá evitar que las familias de zapatistas reciban el apoyo alimentario aun cuando provenga del gobierno, el cual conviene tenerlo presente no es propietario sino depositario de los recursos procedentes de los impuestos.

Conforme a los reportajes publicados en La Jornada por Rosa Rojas y Hermann Bellinghausen (21, 22 y 23 de mayo de 1996), el peligro de hambruna puede resumirse muy sintéticamente así: Desde el exceso de lluvias y la presencia de plagas como la ``gallina ciega'' hasta la irrupción militar de febrero de 1995 y la intensificación de los patrullajes castrenses, pasando por los altos precios que muchos propietarios de tierras exigieron como renta, diversas causas incidieron en el descenso de la producción chiapaneca de maíz en el ciclo 95-96. Como consecuencia, la hambruna para unas 17 mil familias indígenas está a la vuelta de la esquina, y también lo están el mercado negro y los coyotes quienes con el maíz controlarán también el café, aparte de que muchos indígenas no tienen dinero para comprar alimentos porque la excesiva presencia militar inhibió primero sus labores agrícolas propias y después la posibilidad de trabajar como jornaleros. En cifras, las necesidades de granos entre mayo y octubre ascienden a 8 mil 500 toneladas de maíz y mil 500 de frijol.

Durante la Reunión de Evaluación para el Bienestar y el Desarrollo Sustentable de Chiapas, celebrada el 23 de mayo en Comitán, el Presidente anunció la comercialización de 200 mil toneladas de productos básicos, ``que serán distribuidas en la red social de almacenes y tiendas, en beneficio de 2 millones de personas'', así como el respaldo a más de 35 mil productores agropecuarios del sector social para el acopio y comercialización de 507 mil toneladas de maíz, además del apoyo a 360 mil productores agrícolas a través de Procampo, para el cultivo de 950 mil hectáreas.

El cumplimiento de estas y otras promesas en materia de salud, vivienda, educación e infraestructura será bienvenido. Pero ante las angustiosas circunstancias descritas, se precisan medidas concretas para atenuarlas, entre ellas el cese de la discriminación en el abasto de granos y el suministro oportuno a quienes no obtuvieron cosechas ni tienen medios para conseguirlos.

A nadie se le oculta que no se trata de una tarea fácil ni barata, pero tampoco que urge emprenderla. La caída en la producción de granos no fue sólo en Chiapas sino en toda la República, y el maíz alcanzó en estos días uno de sus más altos precios internacionales (176 dólares por tonelada, cuando hace dos años estaba a 90, según datos de Luis Hernández Navarro), por lo cual México deberá destinar crecientes cantidades de dinero a la importación del producto.

El diálogo para la paz, la temible amenaza de los Chinchulines en Bachajón, la libertad de Javier Elorriaga y Sebastián Entzin, son asuntos de primera importancia en la compleja realidad chiapaneca, pero la provisión de alimentos es urgente, impostergable.

Recuérdese que tras de la hambruna van las enfermedades y la muerte.

No emprender por parte del gobierno las acciones necesarias para evitarla sería una forma de genocidio.