Javier Flores
Aclaración

La semana pasada me referí aquí mismo al Programa de Salud Reproductiva y Planificación Familiar 1995-2000. Debo a mi amigo el doctor Jorge Hirsch, investigador del departamento de Física del Cinvestav, a quien mucho aprecio, el haberme hecho notar su sorpresa por el tono elogioso que emplee para referirme a una política del gobierno. Concretamente me preguntó si yo había tenido alguna participación en la elaboración de ese Programa, pues de otra manera le parecía muy raro el tono francamente elogioso de mi texto. Le respondí que no, que yo no había tenido ninguna participación, pero que estaba completamente de acuerdo con su contenido. Luego otras personas me hicieron comentarios similares, lo cual comenzó a preocuparme.

Los jueves el coche de Jorge no circula; como nuestros hijos van a la misma escuela, ofrecí llevarlo al metro cosa que, por la pasión con la que discutía mientras manejaba y por el tráfico de las ocho de la mañana, no conseguí del todo. Le dije que lo importante no era si se apoyaba o no una política gubernamental, que habitualmente --y sobre todo ahora--se produce por reflejo un rechazo a lo que viene del gobierno, pero que los conceptos que articulan ese programa en particular son, a mi juicio, correctos. Añadí que una política que pone en el centro el bienestar de las mujeres de nuestro país merece ser apoyada, venga o no del gobierno. Jorge, que es una persona muy inteligente y abierta, entendió de inmediato mis razones.

Sin embargo, a otras personas que interpretan el respaldo a una política oficial como signo de conservadurismo les dije que había que esperar la respuesta de los grupos verdaderamente reaccionarios de nuestro país. Estoy seguro que el documento está siendo examinado detalladamente por los obispos, organizaciones como Pro-Vida y las asociaciones de padres de familia entre otras, que ven como una ``amenaza'' todo lo relacionado con la planificación familiar, la educación sexual, y lo que ellos llaman despectivamente ``feminismo''.

A estas mismas personas les hice notar la importancia de que en el Programa se haya abandonado la dependencia respecto a políticas dictadas por organismos internacionales, que siempre han buscado reducir las tasas de natalidad por cualquier medio, sea éste lícito o ilícito. A cambio, esa política se está decidiendo en México, con base en nuestra propia realidad poblacional y epidemiológica. Lo digo abiertamente, entre una política de control natal externa, prefiero mil veces el ejercicio de nuestra soberanía, sobre todo cuando se establece que la decisión la debe tomar el individuo o la pareja.

Después de tan agitadas discusiones volví a leer mi texto, acepto que a veces puedo estar equivocado, pero en este caso sigo pensando exactamente del mismo modo.