Roberto Ramos Trujillo
Un libro soterrado

Informa Plinio que en Argos había un tipo llamado Arrescon, pero que antes se había llamado Arescusa, y precisamente como mujer se enlazó con un varón, pero después de cierto tiempo no sólo le empezó a crecer la barba, sino que se le revelaron algunas otras características de machín, por lo que finalmente contrajo nupcias con una hembra.

Menciono el hecho a raíz de la incredulidad que despierta el reclamo del otorrinolaringólogo Fliess en torno al concepto de bisexualidad manejado por Otto Weininger.

Lo bueno de ese reclamo insostenible es que permite abordar un esplendente y soterrado libro: Sexo y carácter, de Otto Weininger.

Hablamos de un autor de 20 años (Weininger) que dominaba una espesa cultura científica y cuya conciencia lo hacía sumamente peligroso para sectores de la sociedad humana caracterizados, además de por su poderío económico, por ser postergadores del desarrollo humano. Aún así, los oficiosos detractores de Weininger no dejan de reconocerle la fuerza de su capacidad argumentativa.

La parte primera del libro finca un pedestal vivificado con argumentos médicos, clínicos, embriológicos, patológicos, de biología comparada, y bueno, de una síntesis de la citogenética del siglo XIX; esta es la primera parte. En la segunda se sirve de dicho pedestal para exponer groseras verdades de la condición humana.

Weininger, al parecer y para alivio de muchas personas, se suicidó a los 20 años de edad, en una casa llamada Shwarzspanierstrasse.

Al respecto, sobre este presunto autoaniquilamiento, el autor de La decadencia de Occidente, Oswald Spengler, escribió ``...uno de los más nobles espectáculos ofrecidos por la más reciente religiosidad''.

Otro pensador importante de este siglo XX, Ludwig Wittgeinstein, admitió que él en realidad no era un generador de ideas realmente nuevas, simplemente reconocía su capacidad de reflexión, eso sí con fuerza, sobre la creatividad de otros pensadores, y menciona a Boltzmann, Hertz, Schopenhauer, Weininger y algunos otros. En cuanto a la superstición llamada Freud, dudaba si acaso se le podría considerar un procesador (un maquilador de ideas ajenas) por el lado judío 1.

Luego también una de las alumnas de Wittgenstein en Cambridge, le llevó a su profesor con entusiasmo un librito de esa otra superstición llamada Kafka. El profesor Wittgenstein devolvió el gesto recomendándole a su alumna la lectura de Sexo y carácter, precisamente porque este libro (soterrado) asume lo que ingeniosamente elude Kafka, escribir sobre la realidad de los propios problemas 2.

Tres hermanos de Ludwig Wittgenstein se suicidaron y uno de sus autores con mayor ascendencia sobre su manera de pensar (Otto Weininger) también parece que se mató.

Y bien, una de las reacciones clásicas que resultan de la lectura de Sexo y carácter, es calificar a su autor de misógino. Es cierto, dice cosas muy gruesas de las chavas, pero oigamos qué dice el propio autor en su defensa:

``El método de calificar de misógino al adversario, en lugar de oponer razones a las razones, ofrece ciertas ventajas, pues cuando se afirma que un individuo odia aquello sobre lo que establece un juicio, es fácil despertar la sospecha de que en sus opiniones falta sinceridad y pureza y que trata de buscar con la hipérbole de las acusaciones la justificación de que éstas carecen. Esta conducta no deja de lograr su objeto, pues exime a los defensores de la cuestión de la necesidad de discutirla. Es el arma más segura y más hábil para aquel gran número de hombres que jamás quieren aclarar el problema de la mujer y que, sin embargo, les dé un gran valor: no hay más que hombres que las desprecian u hombres que no se quieren tomar la molestia de pensar profundamente en ellas'' 3.

1. Wittgenstein, L, Observaciones. Siglo XXI, 1981, pp. 42

2. Monk, R, El deber de un genio ``Ludwig Wittgenstein'', Ed. Anagrama, Trad. Damian Alou, Barcelona, pp. 453

3. Weininger, O. Sexo y carácter. Ed. Península, 1985, pp. 234