La crítica pública sobre cualquier asunto es inútil y hasta contraproducente si no refleja el sentir de la comunidad, o al menos de una parte importante de ésta. Conviene además abstenerse de hacer crítica pública a determinada situación en la cual se encuentren imperfecciones e injusticias mientras no se pueda sugerir una alternativa factible. El SNI y el Conacyt tienen fallas, cierto, pero cualquier sistema las puede tener, sobre todo antes de ponerlo a prueba. Se trata, en todo caso, de que con la experiencia las fallas se detecten y se corrijan. Lo verdaderamente lamentable es que no se intente la revisión periódica, o peor aún, que una vez detectada la morbilidad de un proceso, no se procure sanearlo. En mi artículo del pasado lunes expuse lo que yo creo que son consecuencias perniciosas de algunas políticas y criterios del SNI y el Conacyt. El diagnóstico sugiere el tratamiento.
El funcionamiento de las instituciones no se puede cambiar de un día para otro a menos que se quiera desquiciarlas porque no se les ve remedio. No es el caso. El problema de base en el SNI y el Conacyt no es que se apliquen criterios cuantitativos. El problema está, según mi parecer, en la naturaleza de esos criterios. El problema está en cómo se cuenta y en lo que se deja de contar. El lunes pasado señalé lo que se deja de contar. Ahora atiendo a los criterios vigentes y su posible perfeccionamiento.
Según me informan de primera mano, el comité del SNI que tomó muchas de las decisiones que hoy se aplican en el área de ciencias naturales, tuvo sus problemas para establecer el sistema de calificación. Algunos respetables miembros defendían a capa y espada a aquéllos que personalmente les parecían excelentes investigadores, pero no todos coincidían en las apreciaciones. Con las discusiones se abrió la posibilidad de no llegar a los acuerdos necesarios. Entonces alguien propuso establecer un sistema que a todos midiese con la misma vara. Y sobre esto de la vara echo mi cuarto de espadas.
El argumento a favor de un sistema de estímulos, méritos y recompensa es que así se estimula la productividad y se hace justicia. Sin embargo, el SNI y el Conacyt, cometen un pecadillo pues no premian la productividad sino la producción. La productividad toma en cuenta lo consumido, cosa que en el SNI ni el Conacyt hacen. Para juzgar la productividad deben considerarse las subvenciones recibidas, el espacio de que se dispone, el acopio de recursos instrumentales, el único de empleados auxiliares y colaboradores, en fin, todo lo que interviene en la producción. Quien más tiene, más produce o debería poducir, pero no quiero decir que sea más productivo, como en el caso de la ganadería extensiva que contribuye a arruinar nuestra producción agrícola. El gran terrateniente ganadero es rico aunque sea improductivo. Puede afirmarse que en nuestro caso no importa lo consumido, pues el privilegio de consumir más se ha ganado justamente produciendo más. Quien así opinase podría tener razón si el estado inicial de todos los investigadores hubiese sido el mismo y si durante la trayectoria el sistema operase de manera perfectamente justa, sin favores, abusos o tráfico de influencias. Ojalá y nuestro sistema sea así y yo esté equivocado, pero aunque así fuese, la desigualdad del estado inicial determina parcialmente las trayectorias posibles.
Los dos criterios principales que se han utilizado para juzgar la producción científica, son los trabajos originales publicados en revistas de circulacíón internacional y el número de citas recibidas en esta clase de revistas. Si se considera el número de trabajos por un lado y el de citas por otro, de manera absoluta en ambos casos, se puede premiar la mediocridad, y que el premio sea mucho mayor cuanto más mediocre se sea. Pongamos el caso hipotético de que para alcanzar un determinado nivel se pidan 50 trabajos y 350 citas (siete citas por trabajo). Claro está que si se tienen 100 trabajos y 380 citas, la norma se rebasa, y si se tienen 200 trabajos con 400 citas más aún, pero los cocientes de citación son menores en los dos últimos casos, lo que sugiere, aunque no se implica necesariamente, que el trabajo es menos importante. Por el contrario, si un solo trabajo recibe 350 citas, es muy probable --aunque no es seguro-- que tenga más mérito que los 350 del ejemplo anterior. Aunque en la mayoría de los casos es muy difícil juzgar en el corto plazo la importancia de un trabajo, quizás resulte más justo tener en cuenta el producto del índice de citación (IC; número de citas promedio por trabajo) elevado al cuadrado y sumado al número de trabajos (T + IC 2; la razón de elevar al cuadrado IC es que IC es, en general, menor que T, por otra parte IC 2 pondera mejor la calidad que la cantidad). Además, para ser coherente, sólo deberían tomarse en cuenta las citas a trabajos originales y no las revisiones. Ya he escuchado por boca de miembros de comité del SNI que el sistema no toma en cuenta la enseñanza o la escritura de libros porque el SNI es un sistema de in-ves-ti-ga-do-res y lo que juzga solamente es la in-ves-ti-ga-ción.
Me he dado por enterado, pero en los artículos de revisión no hay más investigación que la bibliográfica. Sin embargo, son los que dan más citas.
Ni el número de trabajos ni el índice de citación pueden tener igual valor en todas las áreas. Aún dentro de una misma área hay temas en los que, por diversas razones, trabajan más investigadores.
Naturalmente, el número de trabajos y sobre todo el de citas, tiende a ser mayor que en el caso de los temas menos frecuentados. Por lo tanto, convendría relativizar el número de trabajos y citas considerando cuales son los promedios mundiales en el tema correspondiente. Así pues, el producto T + IC 2 individual podría ser dividido por la suma análoga de los promedios mundiales.
Los criterios del SNI son evidentemente arbitrarios y pueden llegar a ser insatisfactorios para prácticamente toda la comunidad. Déjenme hacer una suposición pero, primero, daré una noticia. Ricardo Miledi, que empezó su profesión de fisiólogo en México, pero que bien pronto emigró, acaba de ser contratado por el Centro de Neurobiología de la UNAM, que tendrá su sede en Querétaro. ¡Felicidades! Parece ser que Ricardo es el científico mexicano con más trabajos y citas. Trabajos, cerca de 300, y citas --nada más del 78 al 95-- cerca de 13 mil.
Supongamos que el SNI le pidiese a Ricardo que fijase los méritos por nivel. Seguramente que él no aceptaría, pero supongamos que sí, y que fija para el nivel III solamente a quienes lo igualen o lo superen.
No habría nadie más. ¿Y que tal si Mario Molina estuviese en la posición de decidir que el nivel III se otorgase nada más a los ganadores del premio Nobel?