El Programa de Política Industrial y Comercio Exterior inicia con la manifestación de un propósito incuestionable: ``avanzar decisivamente en la construcción de una planta productiva moderna y eficiente, capaz de satisfacer el mercado interno y de participar exitosamente en los mercados internacionales. La competitividad necesaria para alcanzar tales propósitos no puede fundarse exclusivamente en la disponibilidad de factores productivos de bajo costo, el esfuerzo aislado de empresas o de industrias, o la sola acción de las fuerzas del mercado''.
Ello no obstante, el Programa es un documento incompleto y, por esa razón, no es un Programa en sentido estricto, sino un documento de líneas de política, que eventualmente podría ser parte de un buen Programa de desarrollo industrial. Además, el Programa adolece de diversos y serios problemas, aunque éstos surgen de un enfoque que no es el del propio Programa: esos problemas están ahí, según mi propia perspectiva.
El Programa es incompleto, en primer lugar, debido a la ausencia de un diagnóstico sobre la historia de nuestro desarrollo industrial y las causas de su agotamiento. Sin un riguroso examen del pasado, el futuro carece del sustento conceptual que es indispensable para apoyar las políticas propuestas.
Tampoco contiene metas ni plazos, por ramas y productos específicos, que indiquen el sentido, la magnitud y la dirección hacia los que quiere dirigirse. Las acciones que propone, en todos sus capítulos, carecen de cuantificación y temporalidad concretas.
También es incompleto porque las acciones que propone en algunos capítulos, consisten no en describir acciones específicas relacionadas directamente con los objetivos planteados, sino en señalar la necesidad de diseñar programas que atiendan a esos objetivos (es el caso del capítulo referido a la integración de las cadenas productivas).
Las ausencias son abrumadoras. Probablemente se originan en diferencias quizá profundas entre el gobierno y el sector privado, y no en el hecho de que los programadores no sepan programar. No tenemos pues, aún, un Programa de desarrollo industrial, sino algo así como un anteproyecto para un programa de desarrollo industrial.
Enumero (no tengo espacio suficiente para argumentar) algunas de mis críticas:
1) El Programa dice entre otras cosas que es resultado de un ``detallado estudio de las experiencias internacionales''. El desarrollo industrial que el Programa visualiza carece de una dirección nacional, mientras que diversas experiencias exitosas de industrialización reciente como Corea y Taiwán y algunas no recientes, como Japón; y otras ya remotas, como Alemania, la han tenido, y muy rigurosa. Los Consejos y Comisiones que el Programa prevé para asuntos parciales no pueden sustituirla. Es indispensable un organismo de programación de la inversión nacional privada y pública para la industria.
2) El Programa diferencia inconvenientemente el mercado interno del internacional, especialmente al referirse a la calidad de los productos. ``La promoción de la calidad es fundamental desde una perspectiva internacional'', dice. Un programa de desarrollo industrial debe proponerse la meta de no establecer diferencia alguna entre lo que produce para el mercado interno y para la exportación. Se requiere una industria capaz de producir productos de alta calidad para el consumo interno, que sean los mismos que puedan exportarse; es esta condición la que aseguraría su competitividad internacional. Suiza o Alemania no producen unos tornos para el mercado interno, y otros para la exportación.
3) La estabilidad macroeconómica interna, hoy no depende sólo de acciones internas como el Programa prevé. Es un tema relevante de la agenda internacional, especialmente por lo que hace a las posibilidades del manejo del tipo de cambio y del volumen de divisas con las que el país puede contar anualmente. No lo reconoce así el Programa.
4) El fomento del ahorro interno busca sustentarse en las pensiones para el retiro. El ahorro, en lo fundamental, surge de la inversión productiva realizada por las ganancias del capital, y por la inversión pública. El asunto consiste en volver la vista a los recursos productivos materiales reales con los que el país cuenta, y movilizarlos y combinarlos, a través de un sistema financiero cuyos operadores tengan conciencia plena de que éste es su papel.
5) El rezago del país en materia tecnológica es extremadamente heterogéneo al examinársele por ramas. Reducir la brecha con los competidores externos exige una revisión del TLC, que permita crear las condiciones reales de competencia de los sectores menos desarrollados, sujeto ello a plazos y controles que la sustitución de importaciones del pasado no tuvo.
6) El fomento del mercado interno requiere reintegrar las cadenas productivas desechas por la forma y ritmo como se llevó a cabo la apertura. Esa reintegración debe ser a su vez parte de un programa amplio y específico de sustitución de importaciones, que el Programa no prevé.
7) El Programa contiene variadas referencias a la necesidad de una cultura de la calidad y de la innovación, pero no explora cómo puede crearse. La base fundamental de una cultura de la calidad y la innovación, en cualquier campo, se halla en el cultivo de la imaginación desde la más temprana niñez, y la imaginación se crea y desarrolla mediante la enseñanza y el cultivo de las artes (aunque quizá usted, programador de la política industrial, no lo crea).