Ahora que el PAN ha regresado a la mesa de negociaciones con los otros tres partidos que tienen representación parlamentaria, la reforma política del Distrito Federal ha entrado en la fase última de los acuerdos interpartidarios, que deberá desembocar en la redacción de la iniciativa de modificaciones a la Constitución y en su eventual aprobación en el Congreso de la Unión.
Dado que las condiciones de competencia se han incrementado, y que la alternancia en el poder está abierta ya como posibilidad real, este momento permite vislumbrar cómo las posiciones de los partidos políticos han venido cambiando en función de sus expectativas de triunfo en el futuro inmediato. De la misma manera como antes la oposición solamente se interesaba por la demanda de democratización de los órganos de gobierno y de representación de la ciudad de México, ahora que la apuesta del PAN es ganar la mayoría en 1997, sus dirigentes han empezado a defender el principio de la gobernabilidad de manera abierta y declarada.
La discusión sobre el nombramiento de los delegados capitalinos, que es el punto sobre el cual todavía no hay un acuerdo entre los tres principales partidos políticos, ilustra claramente cómo los partidos están adoptando posiciones en razón de sus cálculos de corto plazo.
De tal suerte, mientras que el PRD tercera fuerza política en el DF ha convocado al PAN a una alianza en defensa de la elección de los delegados a partir de 1997, en contraposición con la oferta priísta de elección indirecta durante las próximas dos elecciones, Acción Nacional ha venido modificando sus propuestas. En su iniciativa particular, presentada ante el Congreso en abril, el PAN planteó la elección directa no sólo de los delegados, sino incluso de los subdelegados, en cambio, en días pasados sus dirigentes señalaron que aceptarían aplazar dicha elección para el año 2003, tendiendo así un puente con la propuesta priísta. El cálculo del blanquiazul es poder ganar la gubernatura capitalina, de allí que ahora defienda mantener el control sobre los delegados políticos y la unidad en la gestión gubernamental del Distrito Federal.
En este mismo sentido se explica que en su iniciativa de reforma política, el PAN haya ratificado el mantenimiento del ``candado de mayoría'' en la Asamblea Legislativa para aquel partido que obtenga cuando menos 30 por ciento de la votación. Defender una fórmula de representación como la que está actualmente vigente y que implica una fuerte sobrerrepresentación del partido con la mayor cantidad de votos, aun cuando esté lejos del 50 por ciento de los votos, revela, más que una alianza del PAN con el PRI como ha denunciado la directiva perredista, un nuevo posicionamiento de Acción Nacional, motivado por su decisión de ganar en 1997.
Así como es explicable que la directiva panista vaya cambiando sus énfasis y prioridades de cara a la reforma política del Distrito Federal, es igualmente comprensible que el PRD oriente sus baterías a reforzar los márgenes de negociación del flanco opositor. Por ahora, sus aspiraciones difícilmente pueden ir más allá de la búsqueda de alianzas para sobrevivir como una de las dos oposiciones más fuertes.
Los cambios que experimenten las posiciones de los partidos en esta fase final de los acuerdos interpartidarios para la reforma política capitalina, hablan de la importancia que están adquiriendo dentro de nuestro sistema político las alianzas partidarias, no en cuanto pactos inamovibles, sino como acuerdos temporales, orientados a resolver un asunto específico, y que, por tanto, tienen que ser replanteados en las diferentes coyunturas. Esa es una de las consecuencias de la efectiva pluralidad política.