Víctor Flores Olea
Las tareas de la izquierda

Prolifera la moda de hablar del ``centro'' político (o de sus ``matices'' a la izquierda o a la derecha). Esta tendencia revela la ``inhibición'' que produjo, y produce todavía, la catástrofe (y la barbarie) de los socialismos que se desmoronaron. Hay razones, pues, que explican ese silencio y, digamos, ese vacío. Sin embargo, la vida continúa y las tendencias políticas se expresan: sí, a la izquierda y a la derecha, ya que el ``centro'' parece ser más un punto de referencia geométrico que una posición política.

Por supuesto, es imposible en unas cuantas líneas caracterizar a esas tendencias en México (o en cualquier parte). Diré, no obstante (de la manera más genérica), que la izquierda hoy en nuestro país recoge la tradición liberal y la revolucionaria de este siglo y, en síntesis, la ``visión'' secularizada del Estado y la sociedad. Y que mal haría, en un tiempo de luchas políticas, en ``evadir'' su naturaleza, sus principales líneas de definición.

Se ha criticado (también hay autocrítica) la ausencia de un programa amplio, explícito, coherente, que pueda asumirse en México como ``de izquierda''. Se justifica la crítica porque los programas o, mejor dicho, los ``cuerpos de ideas'' que sirven de sustento a un movimiento político, son también principios organizativos de la acción. Probablemente en esa carencia se explica, al menos en parte, la ``disparidad'' de las acciones que caracterizan hoy a la izquierda mexicana.

No se trata, es claro, de programas cerrados sino de ``principios'' incluyentes y ``abarcadores'', no discriminatorios. Nada más alejado de mi idea que las definiciones cerradas: ellas, en la historia, han comenzado por ser intransigentes en lo teórico y han terminado en las purgas políticas y en las persecuciones que conocemos.

Una serie de principios unificadores, de ``nortes'' para la acción y la organización parece absolutamente indispensable, sobre todo en un tiempo de tan variados problemas: desde la cuestión sustantiva de la reforma electoral, y ojalá un día de la reforma del Estado, de las líneas de un desarrollo económico que propicie empleo y aliento para los medianos y pequeños empresarios, hasta cuestiones tan amplias como la real vigencia del Estado de derecho, la ecología, o el desarrollo científico y tecnológico de México.

La izquierda en los últimos años ha sido fuerza política y factor innegable del avance democrático, y concretamente de las reformas electorales que se van configurando en el horizonte mexicano. (Desde luego, su exigencia de que se respete el voto.) No únicamente ha sido la izquierda, pero su papel ha sido fundamental en ese proceso. Como lo ha sido para que se mantenga, aun precariamente, la paz en Chiapas.

Son muchas sus tareas, muchos los propósitos y metas de una elaboración política e intelectual ``de izquierda''. La cual, por supuesto, no se distinguiría por ser un movimiento ``de clase'', como en el pasado lo dijimos antes con otras palabras, sino en la que estarían presentes los más amplios sectores sociales, y desde luego el empresariado mexicano. Los espacios estarían abiertos, no cerrados ni clausurados. Se trataría de expresar la visión más inteligente, libre y democrática de nuestro mundo y de nuestras relaciones sociales, lejos de la barbarie que encierra el oscurantismo que hoy tiene muchos nombres.

Por supuesto que la izquierda no puede no tener una ``visión crítica'' del estado actual de la situación en México. Cómo aceptar sin enjuiciamiento el lenguaje del poder que mistifica la realidad y la presenta según sus intereses? Inevitablemente la izquierda es hoy una crítica del lenguaje y una crítica de los intereses encubiertos por ese lenguaje. Es una crítica que procura descorrer velos y encontrar lo específico detrás de las máscaras, de las palabras y los gestos, procurando encontrar la conexión real de las cosas, las relaciones efectivas entre hombres, grupos sociales e intereses.

Es entonces, por definición, una crítica de las decisiones del poder, no en el sentido de que invariablemente ``critica'' la acción del poder, sino de examinar la trama real de los intereses que hay detrás de las decisiones del poder, sus objetivos implícitos y explícitos.

Tal ``visión crítica'' supone hoy proponer soluciones a las contradicciones, a los problemas contemporáneos, que serán también, amplificados, los del futuro. La izquierda hoy debe ser ``propositiva'' y ``preventiva'', pensando no únicamente en el corto plazo sino en el desarrollo del país en la perspectiva de la historia.

Sin que la ``izquierda'' tenga fórmulas unívocas sino que entiende, por ejemplo, que ``la justicia'', ``la igualdad'', el ``pleno respeto a los derechos humanos'', o el ``equilibrio ecológico'', para decirlo en una palabra, que ``la racionalidad de la historia'' y la creación de ``un mundo más humano'' apenas son faros que orientan en general la conducta, pero no certezas infalibles y finales.

Estas son, a mi manera de ver, algunas de las tareas que la izquierda tiene el desafío y la responsabilidad de realizar. Sobre todo cuando la crisis angustia a demasiados mexicanos y no se perciben otras salidas constructivas, civilizadas, conforme a las necesidades de nuestro tiempo.