Octavio Rodríguez Araujo
La guerra en curso

Aceptemos, sin conceder, que el gobierno no utilizaría como estrategia contra el EZLN la guerra caliente. De hacerlo sería, como se le quiera ver, un genocidio pues, como bien se sabe, las bases de apoyo, los milicianos y no pocos insurgentes, todos ellos indígenas, son pobladores auténticos de esas tierras de Chiapas, hombres, mujeres, ancianos y niños. El costo social y político para el gobierno mexicano, de llegar a la guerra caliente como recurso para vencer al EZLN, sería enorme: nadie en el mundo aceptaría una matanza general de pueblos enteros.

Sin embargo y con esta hipótesis me quiero mover en estas reflexiones, el gobierno no está dispuesto a perder la guerra (porque aunque no sea caliente, es una guerra, una guerra de contrainsurgencia). La cuestión es cómo piensa ganarla sin recurrir a una guerra convencional? Y aquí me permitiría suponer la estrategia gubernamental bajo otra hipótesis perfectamente explicada: que el EZLN tampoco está dispuesto a perder la guerra y que nunca, mientras haya zapatistas vivos, se va a rendir.

En qué ha consistido la estrategia gubernamental? Hasta ahora, en tres etapas divididas en fases. La primera fase de la primera etapa consistió, desde finales de 1994, en tratar de dividir a las comunidades con gente de otros pueblos y aislarlas y, al mismo tiempo, en tratar de sacar de la mediación al obispo Samuel Ruiz y, por lo tanto, a los otros distinguidos miembros de la Conai; luego, mediante el uso de provocadores, impedir la formación del Movimiento para la Liberación Nacional con la CND y Cuauhtémoc Cárdenas (lamentablemente hubo quienes, de buena fe, no se dieron cuenta de este juego y se convirtieron, sin querer, en coadyuvadores del mismo). Posteriormente, bajo el pretexto de las órdenes de aprehensión a los presuntos dirigentes zapatistas, se dio la internación del ejército federal en zonas zapatistas (en esta fase fueron destruidas poblaciones enteras después de hacer huir a sus habitantes a las montañas y no se dejó piedra sobre piedra en varios lugares, como fue el caso del Aguascalientes de la Convención Nacional Democrática).

La segunda etapa, que como toda estrategia mantiene y sostiene características de la anterior, consistió en la iniciativa del diálogo, la ley correspondiente, la creación de la Cocopa y aparentar buenas intenciones al suspender, para algunos presuntos dirigentes del EZLN, las órdenes de aprehensión. En esta primera fase se sacrificó a Robledo como gobernador y se puso a Ruiz Ferro en su lugar y, para completar el cuadro, el gobierno federal nombró un procónsul cuya misión consistía en dividir a la oposición (Asamblea Estatal Democrática del Pueblo Chiapaneco y a la gente del gobierno de Amado Avendaño) mediante promesas que nunca cumplió. El procónsul renunció, pero la división que lograra quedó ahí como una herida no suficientemente cicatrizada. En la segunda fase, después de la consulta promovida por el EZLN, el gobierno y la Cocopa cambiaron de actitud (la Cocopa se mantuvo en su nueva actitud hasta ahora), pero al mismo tiempo proliferaron, bajo la tolerancia del gobierno (estatal), los grupos armados no oficiales (oficialmente) que, hasta la fecha, son el terror de muchos pueblos. Paralelamente, el incremento de las amenazas del ejército federal sobre la población civil de regiones presuntamente zapatistas.

La tercera etapa, la actual, consiste en otro cambio de actitud del gobierno (nuevamente la dureza), avance del ejército federal en una táctica de cuerda de ahorcado sobre puntos políticamente estratégicos del zapatismo (los Aguascalientes, por ejemplo); la sentencia a presuntos dirigentes zapatistas (Elorriaga y Entzin) por terroristas (con su implicación absurda de que el EZLN es, por lo tanto, también terrorista), y la amenaza nada velada de que si el EZLN se retira del diálogo dejará de tener vigencia la ley en lo que se refiere a la suspensión de las órdenes de aprehensión. Por si no fuera suficiente, la inminencia de una hambruna devastadora en la región y, como el año pasado, pero con otro procónsul, la oferta de grandes cantidades de dinero que dobleguen a los espíritus más débiles de las poblaciones con influencia zapatista.

La guerra ahí está, no ha dejado de ser. Es una guerra de contrainsurgencia cuya cuarta etapa es fácil imaginar y que sólo puede detenerse con la presión de la sociedad. Esta no puede esperar a que haya disparos por parte del ejército federal, pues se están usando grupos paramilitares tolerados para que hagan esa parte. Si la sociedad no se organiza en torno a la lucha del EZLN el gobierno a la larga se podría salir con la suya. Es tiempo, ya, que la sociedad asuma que la lucha del EZLN es la de todo el pueblo de México y que la estrategia gubernamental es una sola (en etapas) y que no se ha detenido ni se detendrá si la sociedad se asume sólo como espectadora y no como responsable de su propio futuro... como sociedad.