Monseñor cayó en ``herejía, pecado y perjurio'' y debe ser removido: Enrique Salazar; el escándalo, por la división entre la Arquidiócesis Primada de México y la administración de la Basílica, expuso
José Antonio Román El escándalo generado por las declaraciones del abad Guillermo Schulemburg está estrechamente ligado a la división de la arquidiócesis de México y a la administración de la Basílica de Guadalupe, afirmó el director del Centro de Estudios Guadalupanos (CEG), Enrique Salazar Salazar.
Exigió la remoción inmediata del abad, ya que por lo que se desprende de su pensamiento y declaraciones antiaparicionistas de la Virgen de Guadalupe y de la existencia de Juan Diego, el prelado ha caído en herejía, pecado y perjurio.
Señaló que Schulemburg no ha cumplido con su promesa formulada en su toma de posesión como abad, de defendr y promover las apariciones de la virgen del Tepeyac, promesa que renovó en 1986 cuando comenzó la etapa final del proceso de beatificación de Juan Diego.
En conferencia de prensa, Salazar se refirió a una carta que el propio abad envió a la Pontificia Congregación para la Causa de los Santos, en la cual se oponía a la beatificación y que la obstruyó de manera importante.
Dijo que la causa de la canonización de Juan Diego sigue un curso positivo en el Vaticano, aunque aclaró que este tipo de procesos, debido a la seriedad con la que se realiza la investigación y se dictamina, todavía llevará varios años, aunque espera resultados positivos de avance en agosto.
No obstante, mencionó que el Centro de Estudios Guadalupanos, con el apoyo de la arquidiócesis de México y del arzobispo Norberto Rivera, quien al igual que el cardenal Ernesto Corripio Ahumada ha mostrado su interés, continuará los trabajos. ``La canonización de Juan Diego está corriendo como aceite'', dijo.
Salazar, vicepostulador de la causa de Juan Diego, informó que pronto enviará al arzobispo Rivera una misiva formal, con argumentos sólidos, para pedir que intervenga ante Roma y lograr la remoción del abad de la Basílica, por poner en duda el milagro guadalupano.
Indicó que desde hace varios años el abad había expresado sus cuestionamientos sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe y la existencia de Juan Diego, pero ahora se hizo de manera pública, con lo cual el pueblo católico, que es profundamente guadalupano, está formándose su propio juicio y están creciendo las voces que piden su remoción. No descartó que otros jerarcas eclesiásticos, incluso obispos, piensen de manera similar al abad.
Por otra parte, el director del Centro de Estudios Tata Vasco, el religioso jesuita Jesús Vergara Aceves, señaló que este escándalo suscitado en torno del abad está causando desorientación y dudas sobre la devoción guadalupana, lo cual puede llegar a ``funestas consecuencias'', especialmente en estos momentos de gran crisis de nuestra cultura y valores.
Dijo que con ocasión de la renuncia o no de Schulemburg, se han mezclado dos problemas completamente diferentes: el de la política eclesiástica en torno al abad y a la basílica, y el problema religioso en relación a la devoción guadalupana.
Hay que distinguirlos. No se puede confundir y, menos, hacer que el ambiguo argumento religioso sea el instrumento de manipulación en favor de la política eclesiástica, el cual comprende tres elementos: la renuncia del abad, el proyecto de hacer de Guadalupe una diócesis independentista de la arquidiócesis y la canalización desconocida de las limosnas de la basílica. Es evidente que hay intereses encontrados en torno a este problema clerical, dijo.
El elemento religioso mezcla indebidamente dos elementos: el de la comprobación histórica de las apariciones guadalupanas y el elemento decisivo de la comunión católica de fe en torno a la revelación pública, a la doctrina de la salvación y, en particular, en torno a María.
La renuncia obligada del abad, dijo, depende de la interpretación que un tribunal competente dé a los cánones del derecho canónico. La discrepancia en torno a dos diferentes proyectos de la basílica ya esta discutido y sólo falta que Roma decida sobre este caso.
Para Jesús Vergara, el problema es la ignorancia casi completa de los laicos, la obligación de consultarlos y tomar en cuenta sus opiniones. Y finalmente, el problema de la canalización de las limosnas lo puede denunciar cualquier persona ante la autoridad eclesiástica y civil. ``Como se ve, estos problemas deben resolverse por sí mismos, y no tienen nada que ver con el otro, que es religioso'', señaló.
Es natural que una personalidad poco simpática y una pastoral rutinaria y sin mayor significación prevengan a la opinión pública en contra del abad, pero no pueden rebasar los límites de los elementos eclesiásticos e introducirse al mundo religioso, sobre todo cuando se presenta un escándalo de fe a las declaraciones del prelado. El problema religioso que ahora se presenta no es nuevo. La única novedad está en la ignorancia de mucha gente.
Recordó que al interior de la Iglesia católica mexicana, y ya desde el siglo XVI, han existido dos opiniones entre fieles y clérigos: los que aceptan los argumentos históricos en favor de las apariciones, y los que históricamente le han dado una interpretación diferente a la aparicionista.
Y por esta sola diferencia, afirmó, no pueden los aparicionistas acusar a los discrepantes de herejes, de faltos de fe o de que no aceptan la revelación pública de la Iglesia. Ha habido católicos ``sin sospecha de negar la fe católica que no han aceptado los argumentos históricos en torno a las apariciones guadalupanas''.