Adolfo Sánchez Rebolledo
Los sindicatos, una vez más

Poco antes del 1o. de mayo, Juan S. Millán hizo una profecía que ya se está cumpliendo: el éxito de los foristas, dijo, precipitará la ruptura del sindicalismo; se endurecerá el enfrentamiento y la división entre los distintos sectores sindicales, iniciándose así una larga y costosa disputa, con graves efectos sociales y políticos para el país. ``Y ese endurecimiento señaló al suplemento Enfoque el senador de extracción cetemista no será de una organización frente a la otra, sino frente al sector empresarial y frente a las decisiones políticas del gobierno en el campo laboral, para disputarse la hegemonía''.

Será posible evitar el curso de enfrentamiento que acompaña históricamente a la aparición de toda disidencia obrera? Lamentablemente parece que no. Hace unos días, Fidel Velázquez pidió la expulsión de Hernández Juárez del Congreso del Trabajo, aprovechando la situación creada tras la represión a los maestros. Fidel repite la misma historia de otros tiempos para deshacerse de sus adversarios: alentar la crispación, invocar a la unidad para consagrar la exclusión. Ante el riesgo que representan los primeros escarceos de la Suprema Corte en favor de la libertad sindical, la dirigencia cetemista reacciona de la única manera que sabe hacerlo: metiendo la cabeza en el regazo del gobierno para que éste saque las castañas del fuego. Pero esta vez las cosas son más complicadas que hace unos años.

Las amenazas contra el sindicalismo realmente existente en el mundo son verdaderas. En un sentido general, dicho debilitamiento es un fenómeno universal, estructural. En los países desarrollados desciende el número de trabajadores sindicalizados; los emergentes ofrecen mano de obra en cantidades ilimitadas para la expansión productiva, reduciendo a cero las barreras defensivas de los sindicatos. La globalización integra al mundo, pero tiene efectos sociales inesperados e indeseables lo mismo en el norte que en el sur. Los cambios en la composición de la fuerza de trabajo, los impactos de la revolución científico-tecnológica y las transformaciones de la política económica, citados como resultados objetivos de esas transformaciones, se traducen en el debilitamiento de la capacidad negociadora de los sindicatos ante el desempleo masivo, la inseguridad laboral, la desigualdad creciente que en países como México se agravan debido a la crisis económica y la persistencia de la pobreza extrema secular.

Pero la declinación de la fuerza del sindicalismo responde, también, a una crisis particular, mexicana, derivada del agotamiento del viejo Estado, de las instituciones y los sistemas jurídicos, en fin, del complejo sistema de mediaciones creadas a lo largo de este siglo para regular el conflicto obrero patronal y mantener la paz con estabilidad. ``La crisis ha acelerado la descomposición del sistema político y del pacto social'', dijo Hernández Juárez, pero lo más grave es que a la crisis económica puede yuxtaponerse ``una crisis social y política del Estado mexicano en su conjunto''.

La CTM trata de salvar al sindicalismo mirando hacia atrás, oponiéndose a los cambios, cuando de lo que se trata es de diseñar una estrategia que sirva, en efecto, para configurar un sindicalismo capaz de responder a las exigencias del mundo actual y a la declinación del viejo Estado revolucionario nacional. No será fácil dar con esa propuesta alternativa. En una perspectiva amplia se trata de crear un fuerza social capaz de someter las tendencias espontáneas del capitalismo moderno a una nueva racionalidad fundada en el reconocimiento de que, por encima de las leyes del mercado, pueden y deben imponerse objetivos generales, aspiraciones de la sociedad y no sólo de una de sus partes, como lo procuraron a lo largo de este siglo las organizaciones obreras al punto de hacer de esas reivindicaciones suyas aspectos básicos para el funcionamiento normal del sistema. Y esa alternativa presupone poner en marcha un nuevo pacto nacional que por supuesto incluya a trabajadores y empresarios, pero también al Estado y la sociedad. En suma: darle una vuelta de tuerca a la reforma democrática del Estado. Las cartas están, de nuevo, sobre la mesa. Falta saber si los sindicatos responderán a este llamado de los tiempos.