Luis Javier Garrido
Los patinadores

Las políticas neoliberales del régimen salinista que encabeza (en apariencia) Ernesto Zedillo, han convertido a todo el país en una vasta ``zona de conflicto'', y es claro que no hay salida posible para la crisis de permanecer el grupo tecnócrata en el poder, y por una razón sencilla: los actuales gobernantes mexicanos no sólo no quieren cambiar de políticas sino que no tienen capacidad alguna para hacerlo porque ellos no las decidieron, son sus simples ejecutores.

1.- El gobierno de Ernesto Zedillo, sometido en lo económico a los centros de poder financiero internacional y subordinado en lo político a Joseph-Marie Córdoba y Carlos Salinas, una y otra vez sigue dando muestras de su incapacidad y de no querer enfrentar los problemas del país, por muy graves que éstos sean. Ante los múltiples conflictos que se suceden, el gobierno actúa con una sola lógica: trata de desactivarlos por las tradicionales vías de la cooptación y/o de la represión, pero sin ceder frente a las demandas que cuestionan los programas económicos y sociales oficiales y desde luego al ``sistema'' político que los hace posible.

2. México atraviesa por la mayor crisis de su historia a consecuencia no de factores internacionales o de la fatalidad de la naturaleza sino de las políticas y abusos del grupo salinista, que ha hecho del poder público un botín personal, pero la actitud de los funcionarios responsables de solucionar los problemas no parece obedecer mas que a una consigna, ignorarlos o, como ellos dicen, ``patinar''. O lo que es lo mismo, sobrellevarla pero sin hacer el mayor esfuerzo por atender la situación de fondo, como ha sido hasta ahora en el caso del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

3. La situación en Chiapas como en el resto de la república se ha deteriorado notablemente por la incapacidad del gobierno de Zedillo, que da muestras de no tener más arma política que la de la fuerza, y que prosigue en la escalada militar, aterrorizando a las comunidades con los grupos paramilitares del PRI, chantajeándolas con los recursos y fabricando procesos a presuntos zapatistas: violando, en suma, el marco legal aunque pretenda lo contrario por la vía de la propaganda. Como en el resto del país, ahí sigue siendo evidente que el gobierno sólo busca imponerse, y que el escenario que preparó sólo tiene una falla: constituye un engaño para los mexicanos y para la opinión internacional.

4. El diálogo de San Andrés entre el EZLN y el gobierno (supuestamente) de Zedillo, no puede conducir a un fin del conflicto, no tan sólo porque: a) no existe una voluntad política del gobierno para discutir y resolver las demandas de los zapatistas (que son las mismas que expresan amplios sectores de mexicanos) sino, sobre todo, porque: b) las actuales autoridades no tienen capacidad política autónoma para negociar y acceder a modificar los programas económicos y sociales que se les obliga a aplicar desde el exterior o para desmantelar al ``sistema'' de partido de Estado (que hoy en día tiene un valor estratégico para el FMI y el Banco Mundial).

5. El grupo gobernante no ha dejado de actuar por esto con una política de simulación: pretende que está dispuesto a dialogar y a negociar en serio, como lo han hecho los gobiernos de El Salvador o de Guatemala ante insurrecciones armadas, pero en los hechos sigue una política de fuerza. El diálogo de San Andrés fue asumido por los tecnócratas como una oportunidad, no para negociar sino para hacerse propaganda por una supuesta voluntad pacífica de la que carecen, y al mismo tiempo para encubrir su veradera opción: la de imponer una solución de fuerza a los campesinos indígenas de Chiapas.

6. El marco legal que aprobaron los legisladores para hacer posible la histórica negociación fue, como se sabe, una trampa para los zapatistas, pues por un lado en un sistema de hecho y no de Derecho como el mexicano, el gobierno se ha permitido históricamente violar de manera impune las leyes, pero también por otro lado, porque las reglas que se establecieron entonces no constituyeron una garantía de una solución de fondo y de que los acuerdos entre las partes tuviesen un carácter obligatorio.

7. La Ley para el Diálogo no puede garantizar que los Acuerdos de San Andrés permitan la solución al conflicto, pues en la interpretación oficial éstos no obligan ni al Ejecutivo ni al Legislativo. El propio Marco Antonio Bernal, responsable de la delegación gubernamental, lo reconoció así hace días, refiriéndose a los acuerdos de la Mesa 1 sobre Derechos y Cultura Indígena, firmados el 16 de febrero, al afirmar que él y sus compañeros de delegación no tenían más responsabilidad que la de entregarlos a la Cocopa para que los llevara al Congreso de la Unión y a la legislatura de Chiapas, y subrayando que su compromiso era ése y no otro: ``pretender que estos acuerdos sean el documento de la reforma que tiene que implicar una nueva relación entre el Estado mexicano y los pueblos indígenas'' agregó ``es pretender más allá de lo que ahí se acordó'' (suplemento Enfoque del Reforma, 26 de mayo).

8. Los Acuerdos de San Andrés, en otras palabras, según la lógica oficial, obligan al EZLN pero no al gobierno para el que no tienen más que un valor indicativo y que asume que sigue teniendo una absoluta discrecionalidad para actuar. Qué futuro puede tener por lo tanto en estas condiciones el diálogo entre los zapatistas y el gobierno?

9. Y, sobre todo, qué perspectivas de paz puede haber en Chiapas y en el país en estas condiciones? El gobierno ha actuado impunemente, con políticas abiertamente terroristas contra los indígenas de los Altos y de la Selva y es menestar que ésto termine. En Chiapas, aunque ello disguste a algunos militares, existen dos ejércitos y un riesgo muy grande de enfrentamientos armados, y por ello es urgente que se sienten nuevas bases para un verdadero diálogo.

10. Los campesinos indígenas del sur han dado el más alto ejemplo de resistencia que se recuerde en el país, y lo han hecho en defensa de su derecho a la vida y de sus derechos básicos: a la tierra y a la libertad, a vivir como ellos quieren, con sus tradiciones y en su relación con la naturaleza: en defensa de la paria y de su soberanía. Lo han hecho por todos y por eso no están solos.