La nueva postergación de la XVII Asamblea Nacional del PRI, prácticamente por un año, es reveladora de la sorda lucha que se libra desde hace tiempo en ese partido. En efecto, la concertacesión en Huejotzingo, disgustó fuertemente a los elementos duros de ese partido, mientras ahora la defensa extrema del gobernador con licencia, Rubén Figueroa por parte del grupo parlamentario priísta, les satisface y debilita a sus opositores. El Partido Acción Nacional, mientras tanto, ocupa posiciones y se complace al ver que su principal opositor llegará a las vísperas de las elecciones generales sin línea, unidad, ni dirección, perdiendo por sus divisiones casi un año de campaña electoral y la posibilidad de rearmar sus cuadros.
Hay un amplio sector del PRI que hace rato ha puesto en tela de juicio la política económico-social del gobierno y que desea que ese partido, y no el Presidente, fije el contenido de la línea que aquél deberá seguir, si se quiere obtener el consenso del electorado. En particular los problemas del nivel de vida, del desempleo y de la caída del salario real preocupan de modo creciente a un sector de los sindicalistas y de los responsables de organizaciones populares que no encuentran en el Revolucionario Institucional ni la suficiente separación entre el partido y el gobierno, ni la suficiente independencia política ante la Presidencia de la República, ni una propuesta que diferencie a ese partido del liberalismo que siempre caracterizó al PAN. El hecho mismo de que la dirección priísta sienta la necesidad de reafirmar el apoyo a su presidente nacional, Santiago Oñate Laborde, revela que él mismo necesita defenderse pues está siendo enjuiciado.
Si ese partido, que es un pilar del sistema, se resquebraja y tambalea precisamente en el momento mismo en que se está jugando la mayoría electoral, el gobierno pierde apoyo y legitimidad y, lo que es peor, el contacto con el pueblo que le es indispensable para poder reorientar su rumbo. Eso agrava la crisis política y social, y causa gran inquietud en cuanto al futuro de la economía.
La excusa de que el reordenamiento y la reorientación del partido mayoritario se postergan porque la reforma electoral y la de ese partido aún no están claras, invierte el orden de los problemas porque, precisamente, tanto la una como la otra exigen una línea y una dirección definidas por parte del PRI, que es el principal responsable de la reforma electoral y que no puede delegar a otros su propia reforma estatutaria y programática.
Desde Calles, esta es la crisis más profunda sufrida por el partido que es el sostén del gobierno y que controla las cámaras y la mayoría de los poderes estatales. Por la importancia misma del PRI, ello agrava la crisis del Estado y la inseguridad política y estimula a los centros paralelos de poder, cada uno de los cuales tiene su propia línea y defiende intransigentemente sus propios intereses sin que nadie pueda mediar con un mínimo de autoridad. Ese, precisamente, es el peligro.