Jaime Avilés
El tonto del pueblo

Ahora faltan ya sólo cuatro días para que se rompa automáticamente el diálogo de San Andrés y todas las cuerdas de la política nacional están tensadas al máximo. No obstante, el Ejecutivo federal se muestra incapaz de crear las condiciones militares necesarias para que se restablezca el contacto de los senadores y diputados de la Cocopa con el EZLN.

Por lo tanto, aunque diversos actores involucrados en el proceso han repetido que ``no hay fechas fatales'' para que se reanude la persecución si los rebeldes no llegan el miércoles a la cita, lo cierto es que no se avisora ninguna salida ni siquiera provisoria en lo inmediato.

Apenas ayer, Javier Elorriaga y Sebastián Entzin acudieron a la primera audiencia de apelación contra la condena del 2 de mayo y, de acuerdo con el calendario de los abogados, en el mejor de los casos no será sino hasta el 14 de junio cuando sepamos si la revocación de la sentencia procede o si el asunto habrá de llegar a la Suprema Corte.

Un ideólogo menos

La fulminante destitución de David Garay Maldonado como jefe de la policía capitalina representa un duro golpe contra Oscar Espinosa Villarreal y, en menor medida, contra el secretario de Gobernación, que de tal suerte se debilita aún más dentro del círculo del Presidente, a grado tal que se ha vuelto invisible en el manejo de la nueva crisis del Sureste. Garay, como no hace mucho se publicara en este espacio, era un ideólogo del neoliberalismo. Acaso hemos olvidado sus históricas declaraciones a principios de año, cuando para expresar su fe en los beneficios de la pena de muerte y respaldar el anuncio de la ``mano durísima'' del regente, señaló que en estos tiempos de medidas amargas pero necesarias, ``la política requiere cada vez más de la intervención de la policía''? Las consecuencias de la golpiza contra los maestros, el jueves de la semana pasada, le hicieron ver, en carne propia, que estaba rotundamente equivocado. La brutal intervención de la policía en un asunto eminentemente político, no sólo le costó la chamba sino que ha llevado a su jefe superior inmediato a la sórdida antesala del desempleo.

A Garay Maldonado, entre otras cosas, le tocó poner en marcha un destacamento de policía de élite, el llamado cuerpo T-2000, que es la réplica de los Carabineros de Chile. El proyecto se originó a principios del sexenio, en una iniciativa de la embajada de México en Santiago, en el marco del fervoroso acercamiento de los neoliberales de acá a sus correligionarios de la tierra de Pinochet, donde el modelo que tercamente se pretende imponer a México ha funcionado mejor que en ningún otro lugar del mundo.

La conexión chilena

Los T-2000, o carabineros mexicanos, nacieron con una dotación de 800 agentes, adiestrados en artes marciales y operativos antimotines, pero también en el manual de Carreño. Su nivel de escolaridad es superior a la media en el gremio de los vigilantes urbanos y su obligación es comportarse como los bobbies londinenses, sobre todo con los turistas del Centro Histórico, o como Rambo, sobre todo con los nativos en cuestiones de disturbios.

La aparición de los T-2000, en el operativo montado ayer en torno de las protestas del magisterio, coincidió con el estallido de un escándalo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, a raíz de la publicación de un reportaje en Reforma (26/V/96), en el cual se desnudan los vínculos de dos colaboradores de Pinochet con las autoridades mexicanas. Oscar Coddou, hijo de un célebre torturador chileno, vive actualmente en el Distrito Federal y encabeza un equipo de ocho ingenieros militares de su país que trabajan en la Escuela Superior de Guerra, capacitando a oficiales mexicanos en el manejo de dos programas de computación para desarrollar ``escenarios'' bélicos.

El otro se llama Pedro Suckel, es el segundo de a bordo de la embajada de Chile en México y en su hoja de servicios destaca como agente de la temible Dirección Nacional de Inteligencia (Dina), que tuvo fama mundial por sus repugnantes métodos de tortura en tiempos de Pinochet. Suckel y Coddou estarían asesorando al ``gobierno'' de Zedillo en problemas de seguridad pública a través de la Procuraduría General de la República y en coordinación con Antonio Lozano Gracia y Fernando Gómez Mont, los autores intelectuales de la crisis que está a punto de barrer con el diálogo de San Andrés.

Aflojar el nudo

La delicadísima operación de seguridad pública que el día de ayer se llevó a cabo para resguardar, como nunca se había hecho, la movilización del magisterio, abre algunas preguntas. Por qué los operadores del régimen no actúan de manera similar en los Altos, la Selva y el Norte de Chiapas? A quién se quería proteger en verdad? A los maestros, que marcharon pacíficamente? Al regente que viaja por el Asia Menor? O a la imagen del Presidente de la República? La lucha de los maestros, bien se sabe, no es un fenómeno aislado; forma parte de la nueva insurgencia sindical surgida en el seno del Congreso del Trabajo y, en caso de no obtener una solución satisfactoria, terminará por encadenarse con las inminentes protestas de los ferrocarrileros que ya se preparan a combatir pacíficamente contra la privatización del sistema ferroviario nacional. En un esquema todavía más amplio, estamos ante un movimiento que tiene que ver con la disputa del llamado sector obrero del PRI, la cual a su vez está ligada a la asamblea nacional de ese partido, de la que depende, para el régimen, el control de las elecciones legislativas del año entrante. No es ajeno a esta concatenación de circunstancias el discurso que Zedillo improvisó ayer en Sonora, para defender el sentido de su administración y salir, por primera vez públicamente, al paso de quienes desde el interior del sistema susurran que no culminará su sexenio.

Cancelado de momento el riesgo de una provocación desestabilizadora en la gran movilización de los maestros, el siguiente punto en la agenda de alertas presidenciales es Chiapas. Y la fecha, a partir de hoy y a lo largo de la semana que entra. Véase el contraste de la realidad vigente con un fragmento del paisaje que por instrucciones del tonto del pueblo describí en este espacio hace cuatro sábados: ``Si mañana, o pasado mañana, se ordenara una nueva ofensiva militar contra los zapatistas, todo lo demás quedará paralizado. Se aplazaría indefinidamente, por ejemplo, la asamblea nacional del PRI, que para los hombres del régimen supone el peligro real de perder el control del aparato de Estado. Se crearía el clima adecuado para sofocar las previsibles protestas de los rieleros y culminar la privatización de los ferrocarriles, y el 'gobierno' contaría con la cobertura ideal para aplicar la Ley Zedillo contra los deudores de la banca''. En los hechos, la asamblea nacional del PRI ha sido aplazada hasta nuevo aviso. La crisis de la banca ha sido apuntalada con medidas paliativas, que prevén una nueva tregua hasta después de las elecciones del 97. Y la privatización de los ferrocarriles continúa avanzando en la sombra, a espaldas de los trabajadores, mientras el líder de ese gremio ha sido impuesto como presidente del Congreso del Trabajo, ahondando todavía más la división del sindicalismo oficial.

Confrontada con las noticias más frescas la destitución de David Garay, entre otras, la percepción de hace cuatro sábados se agudiza: ``La última esperanza que le resta (al `gobierno') para salvaguardar su existencia como grupo de poder, sería el uso de la fuerza'' (La Jornada, 4/V/96).

Hoy, con mayor nitidez que entonces, vemos que esta perspectiva sigue siendo válida para el grupo de poder que se escuda en Zedillo, pero no para el propio Zedillo. La Bolsa bajó ayer, por segundo día consecutivo, al final de una semana marcada por la pasividad de los especuladores. Esa cuerda, pues, comienza a tensarse. Ante el riesgo, no desdeñado por los analistas, de un desplome la semana próxima si la crisis del diálogo se agrava, Zedillo está obligado a aflojar la absurda presión militar que mantiene en la Selva y en los Altos, porque el futuro inmediato de su proyecto está amarrado a las anclas de los cinco Aguascalientes zapatistas del Sureste. La pregunta que rige para todos, a partir de hoy, es muy simple: Querrá, y sobre todo, podrá hacerlo?