La Jornada Semanal, 2 de junio de 1996
Yo siempre quise crearme un alma. Ésa fue mi
búsqueda. Nunca me preocupé del dinero. Nicanor Parra,
el gran poeta chileno, que era profesor de matemáticas en la
escuela de ingeniería en Chile, estaba siempre preocupado por
problemas económicos; me decía: "Jodorowsky, no
quemes tus naves, no dejes la filosofía ni la universidad, te
vas a morir de hambre, no seas artista." Y yo decidí:
"Voy a quemar mis naves, haré siempre arte." Para
mí el arte no era crear mi obra y quedarme ahí, sino una
vía para encontrar esta alma, para solucionar esta angustia que
yo tenía.
Porque mis padres no me habían dado ninguna religión. Eran judíos ocultos. Durante toda mi infancia, hasta que tuve diez años, mi padre se vistió de Stalin; se le parecía, además: yo fui educado por Stalin. Y mi abuelo era idéntico a Gandhi. Crecí entre Stalin y Gandhi. Y mi madre, que era blanca como una vela de cera, con el cabello rubio largo, en un país del norte de Chile donde todo el mundo era moreno, andaba toda cubierta de pies a cabeza como una sufí, como islamita, de negro, con una gran faja todo el tiempo. Yo nunca pude acercarme a su cuerpo. Cuando se quemó mi casa yo fui feliz; había sufrido tanto Lo único que quedó fue el armario de mi madre y cuando lo abrí, salió la faja volando hacia el cielo, y vinieron los pájaros y la destrozaron a picotazos. La faja me cayó como una nube negra. Entonces entendí que por fin me había liberado de estos fantasmas.
Siempre he sido muy apasionado en lo que hago; lo he sido en el arte y lo sigo siendo, por qué me voy a sacrificar? Continúo trabajando y un día a la semana lo hago gratis en París, en la lectura semanal del Tarot y en el Cabaret Místico. Sí, me gusta escribir mis libros, es un gran placer, tengo ego, pero uno puede convertir al ego en una especie de amiguito. Para los chinos, el ego es un elefante que puede ser hediondo o aromático; una persona que ha dominado su ego es un elefante perfumado; cuando alguien no lo ha dominado, llega con su elefante hediondo por delante y todos se tapan las narices por el tremendo ego que les echan encima. Una persona busca durante años y años a un maestro y camina medio mundo, sube montañas, atraviesa mares; por fin lo encuentra y en cuanto lo ve, le habla de su vida durante tres días seguidos y se va. El ego es así: encuentra al maestro y después se pone a hablar de sí mismo. He visto a tanta gente que se me acerca y me habla y me habla y no me hace ninguna pregunta. Y yo también soy un ser humano que tiene cosas que contar, no es cierto? A través del Tarot uno aprende a comunicarse de inconsciente a inconsciente, y a hacer preguntas. El contacto es instantáneo, nos sentamos y somos amigos al instante. Para leer el Tarot, para hacerme cartomancier profesional, dejé todo trabajo durante seis meses; en una pequeña librería me hice una pieza como en la ceremonia del té, con una puerta baja para que todo el mundo se inclinara al entrar y así disminuir un poco la importancia individual. Puse una música especial, un perfume exquisito las personas se sentaban en un sitio determinado y yo las veía con un gran cariño. Y empecé a darme cuenta de que, ante una persona, uno puede ver cómo fue parida, saber si el parto fue difícil, si nació a los siete o a los diez meses, si tenía el cordón umbilical alrededor del cuello, si nació por cesárea Poco a poco entendí que llevamos marcado en nuestro cuerpo ese momento crucial de la vida. Y no sólo eso, sino que tenemos marcados los nueve meses que estuvimos en el vientre de la madre. Absorbemos esos momentos psicológicos de formación.
Me dediqué a preguntarle a las personas cómo habían nacido, y me di cuenta de que el parto corresponde a la relación amorosa del padre y la madre. Es muy distinto haber nacido de un gran orgasmo, que de una falta de relación; es muy diferente haber nacido de dos seres que se aman, que haber sido engendrado por una mujer que detesta a su compañero; es muy distinto nacer como fruto de un acto deliberado de la pareja, a nacer como trampa para atar a alguien o a nacer después de que hubo un niño muerto, como para llenar ese hueco. Me di cuenta de que se forma un destino en relación con la emocionalidad de los padres. Y luego empecé a ver que los hermanos tienen un destino diferente, de acuerdo con su posición: el primero, el segundo, el tercero Si mi padre fue el primero en nacer, el primer niño que él tiene es su réplica y se da entre ambos una comunicación muy importante; si mi padre tuvo un hermano que le robó la atención, él va a deslizar eso a su propio hijo y le va a hacer la vida imposible; eso me pasó a mí. Mi padre detestaba profundamente a su hermano gemelo, Benjamín, porque él le había robado a la madre; mi tío Benjamín era homosexual, hizo pareja con la madre. Cuando mi abuelo, el padre de mi padre, murió (yo tenía once o doce años), no dejó ni un centavo; mi padre tuvo que ponerse a trabajar para que su hermano fuera a la universidad y se graduara como dentista. Y Benjamín prometió que cuando fuera dentista emplearía a mi padre, que era mecánico dental. Pero cuando Benjamín se recibió, se enamoró de otro mecánico dental y traicionó a mi padre. Durante toda su vida, mi padre estuvo furioso contra Benjamín. Éste vivía en una biblioteca: fue lo único que me dio. Y mi padre, en lugar de decirme Alejandro, me decía Benjamín. Yo no entendía por qué me trataba tan mal: es que me había deslizado a su hermano y por tanto yo venía a quitarle su sitio, a robarle a su esposa, a arrebatarle el amor. Y es que un niño, para vivir, necesita ser amado; y cuando lo maltratan, él cree tener la culpa y se dice: "Me maltratan porque no valgo, soy culpable, no soy nadie." Y yo sentía que no era nadie, que no existía, porque no me miraban. Si una madre se limita a cargar a su bebé y permanece impávida sin nunca sonreírle, éste se vuelve esquizofrénico. El amor y la mirada de los padres es esencial para los hijos; si el padre no ve a su hijo, éste no se ve a sí mismo; si los padres no valoran al hijo, él no se valora; si no lo escuchan, se vuelve tartamudo o habla muy rápido porque cree que la gente no le da suficiente tiempo de escucha, o bien habla solo, hace soliloquios delante del otro y el otro no existe porque él no existió para sus padres.
También me di cuenta de la gigantesca neurosis que Freud proyectó sobre el mundo. Edificó el mundo sobre la base de su neurosis. Porque el ser humano es bueno, y si después sufre y mata, es precisamente por ser bueno. Hay numerosas culpas que arrastramos y nos impiden triunfar. La primera es haber sido una carga para alguien; es cuando los padres dicen: "por ti dejé de hacer esto", "me puse a trabajar por tu causa", "fuiste una cruz para mí", "me divorcié por tu bien", "sacrifiqué mi vida por ti" Es un espantoso complejo de culpa que te conduce al fracaso. La segunda culpa es traicionar a tus padres: "somos católicos y tú te hiciste budista o te casaste con una africana que hacía vudú", "somos de la extrema izquierda y tú de la ultraderecha", gran culpabilidad. La tercera es la de quien decide hacer su vida y no la que sus padres quieren: "te fuiste de la casa, hace tres generaciones que estamos encerrados aquí". Cuando terminas en la casa paterna, la conviertes en un set cinematográfico porque como no puedes irte al mundo, traes el mundo falso a tu casa. Yo filmé Santa Sangre en la casa del Indio Fernández, que es un palacio increíble, pero me dediqué a maquillarlo, puse carcoma en las paredes y en cierta forma lo hice real porque en sí ya era un set. Cuando alguien no consigue irse de las casas de encierro, ellas van devorando y matando a sus habitantes, y la familia va devorando a quien le pertenece: un hombre es salchichero y cuando tieneun hijo lo hace salchichero, y éste tiene un hijo que hace salchichas, y si el cuarto hijo escribe poemas lo hace con infinita culpabilidad; además, esos poemas serán salchichas frustradas. Es el traidor, una catástrofe.
La cuarta culpabilidad es ser "fundamentalmente malo": "no eres gentil, eres perezoso, me decepcionaste". Los que son lentos y están en la pereza todo el día, tienen hijos hiperactivos a los que tienen que gritar: "Calma, calma!" Y los que son rápidos tienen hijos lentos y les gritan: "Muévete!" Si no eres igual, eres malo. Tenemos cuatro partes: la vida intelectual, las ideas, que corresponden en el Tarot a las espadas, al verbo; la vida emocional, las emociones, que corresponden a las copas; la vida instintiva, los deseos, que corresponden a los bastones; y tenemos la vida de las necesidades corporales, que corresponden a los otros, a los dineros. Son cuatro elementos: deseos, emociones, ideas y necesidades. Pero con esos elementos no podemos vivir si no descubrimos el quinto, el fin de todo eso. Y cuál es? No lo sé, lo tengo que descubrir y sentirlo. En una parte de Zaratrustra, la obra de teatro que puse en México a principio de los setenta, el maestro enseña al discípulo las cuatro tomas del judo; el alumno las aprende y llega a sentirse tan ducho que reta al maestro a una pelea. Y al atacarlo le aplica las tomas aprendidas: "Uno, dos, tres, cuatro!" Pero el maestro dice: "Cinco!", y lo tira al suelo. El discípulo se queja: "Me enseñaste las cuatro tomas, por qué una quinta?" "Te puedo enseñar cuatro, pero tú tienes que descubrir la quinta."
También descubrí que era importante conocer las relaciones de los padres con sus hermanos, nuestros tíos. Y encontré que el secreto de la vida emocional son los abuelos. Porque desde ellos las cosas se van repitiendo: los nombres, las enfermedades, los incestos, los fracasos, los triunfos. Entonces vi la necesidad de hacer un árbol genealógico. Primero hice el mío, en una novela que se llama Donde mejor canta un pájaro. Cuando haces tu árbol genealógico, en dos horas economizas dos años de psicoanálisis; porque estamos poseídos por la familia, ella tiene un impacto fundamental en tu inconsciente. Hay que ver quién fue tu padre, qué hermanos tuvo, qué nombres se repiten, qué fechas aparecen de nuevo, qué enfermedades y, sobre todo, qué signos astrológicos se repiten. Y así aprendes a conocerte y a darte cuenta de que hay cosas que estás viviendo que no son tú. Ése es el trabajo del árbol genealógico, una enormidad si se tratara de explicarlo. Es muy importante: quizá desde los bisabuelos están las teorías que te marcan; siempre hay un libro sagrado, una Biblia, una Torá, un Corán, textos budistas, todos mal interpretados, que te conducen a tremendos problemas de moral. Tiene que ver también la vida económica de tu árbol genealógico: debemos averiguar cuál es la rama más fuerte, las mujeres o los hombres, quiénes eran verdugos y quiénes víctimas, oír bien las frases cotidianas: "las mujeres parían mucho", "eran hijos únicos", "había sólo hombres ausentes" o "había sólo mujeres ausentes". El árbol genealógico nos da una visión personal del mundo, distinta a la de los otros. Mientras no hagamos este trabajo psicológico de curación, mientras no hagamos un dibujo y tengamos delante a los hermanos y hermanas, a los padres y madres, tíos y tías, abuelos y abuelas, y quizá a los bisabuelos y bisabuelas, no sirve de nada hacer un trabajo espiritual porque no sabremos quiénes somos.
Como yo había hecho arte, me pregunté por qué no aplicarlo a la terapia, por qué despreciar a los artistas y confiar sólo en los científicos, los que "conocen la verdad". En México he visto a muchos curanderos, no he parado de irlos a visitar. Y admiro y aprecio a los charlatanes, porque curan. Un charlatán cura más que un médico, porque a veces los médicos envenenan; hay que saber unir la curación objetiva con la curación emocional. Me pagué un viaje a Chile para ver a las machis, que son las brujas de los mapuches que van quedando en ese país. Tienen su medicina chamánica, como la tenía Pachita en México. Pero a su lado hay estudiantes universitarios que no las desprecian sino que unen la terapia llamada "normal" con la llamada "primitiva". Las dos tienen que unirse.
Último ejemplo: cuando nació mi cuarto hijo, Adán, tuvo una fuerte gripe. Valerie, mi ex mujer, que había estudiado psicoterapia, recibió la receta de darle treinta gotitas de una cierta medicina. Y el niño no se curaba. Le dije: "No se cura porque tú no tienes fe. Cuando le des las gotas, reza." Le dio las mismas gotas rezando y el niño se curó. Porque para que te cures necesitas fe, para meditar la necesitas, y la fe no es racional. Yo veía a gente que durante veinte años había ido al psicoanalista y seguía con la misma neurosis, los mismos problemas; me dije que era necesario proponer actos para que la gente actúe; si uno no hace actos en su vida, la vida no cambia, y tienen que ser actos que no correspondan a lo que la persona hace todos los días. Tiene que ir a sitios a donde nunca ha ido, vestirse como nunca lo ha hecho, hablar lo que nunca ha hablado, transformar sus acciones cotidianas: sólo entonces se cura.
En París se ha desarrollado la etnopsiquiatría; los psiquiatras se dieron cuenta de que con los elementos psicoanalíticos no pueden curar a los emigrantes de África, de Asia, que tienen sus propias religiones y sus propias intuiciones del mundo. Sólo podían curar a alguien en su propia visión del mundo; entonces, debían aceptar la magia negra, los fantasmas, etcétera. Hace poco un brujo mexicano me dijo que yo tenía un "daño"; yo no vivo en su mundo pero acepté lo que me decía, es maravilloso. Por qué? Porque el psiquiatra y el médico aíslan al enfermo, lo meten a un hospital y le dicen que está enfermo y que lleva la enfermedad en sí, le dicen que la enfermedad es algo esencial del ser. En Chile pregunté a las curanderas cómo trataban a los enfermos; me dijeron que lo primero que hacían era encontrar al "dueño" del enfermo. "El enfermo tiene un dueño, su familia, su padre, su madre. No se le puede tratar sin sus dueños." No pueden curarlo si lo apartan de su familia. El charlatán, el brujo, el mago, comprenden eso y no te dicen que estás enfermo; en lugar de curarte a ti, curan el "daño". Las enfermedades son siempre en relación con el otro; el mago, la bruja, curan "relacionalmente". Yo acepto su parte mítica; es psicomagia de mi parte, y de la suya es magia. Hay tesoros maravillosos de magia mexicana; sea verdad o mentira, curan en tu mentalidad. Cuando el médico te extrae del ambiente, te enferma más. Nunca hay que separar. Nosotros tenemos que nacer y morir en familia. Los etnopsiquiatras nunca ven solos a un paciente, no se aíslan; lo atienden en grupos para que la persona se cure como antes, en las aldeas. Antes, cuando había un problema era público, colectivo: tu problema es mi problema. Necesito que tú asumas mi problema para que yo me cure. En cierta forma utilizo todo eso, con el mayor de los respetos; y así, digo que soy un "psicocharlatán".
Siempre el paciente tiene que curar al doctor también. Si uno toma el mal de alguien y se lo quita, no hay que tirarlo; no es malo en sí: una vez que lo tiraste, hay que ir a buscarlo y decir: "Ah, qué bonito, se convirtió en un pájaro", y dejarlo volar. No dejar tirado el mal. No hay que odiar al mal: es un maestro también. Cuando se habla del diablo es algo cómico. En el Tarot el diablo es la creatividad, en el plano artístico es la creatividad profunda. Es la honda negrura de donde va a nacer la luz; es "Lucifer", el portador de la luz. Hay que enraizarse profundamente en lo que Freud llamó inconsciente (y que en realidad es lo no-consciente), para después crecer hacia la luz. En los evangelios apócrifos se dice que Lucifer es el hermano mayor de Cristo y que éste, luego de que lo bajaron de la cruz y durante los tres días que estuvo muerto, bajó a buscar a Lucifer para rescatarlo porque él lleva la luz y salir juntos y crear el cuerpo de luz. El diablo es la tiniebla que va a dar origen a tu luz. Si quieres tu luz, busca la raíz de las tinieblas. Ahí está la luz. El diamante en el carbón. Esa conciencia profunda en la oscuridad en la que vives.
Mucha gente ha sido mi maestro. Y yo, a medida que progresaba, quería ser maestro. Y ahora, cuando me dicen así me pongo rojo de vergüenza: yo so discípulo. Mientras más veo, más alumno soy. Porque cada persona es para mí una lección. Palabra de honor. Aprendo también de los errores. El mayor sacrificio que uno puede hacer es el don de sí, el dar esta identidad que uno tiene. En el momento en que uno logra el don de sí, consiguió el sacrificio supremo. Por otro lado, las ofrendas. Cuando uno hace una ofrenda en un templo, siempre ofrenda lo mejor que tiene. No se ofrenda lo que uno tiene de sobrante. Se ofrendan la mejor gallina, la más bella flor. Hay una historia maravillosa: un maestro de té cultivaba un bellísimo campo de lirios y un gran guerrero supo de ese jardín, quiso verlo y mandó a un mensajero para anunciar al maestro su visita. Cuando llegó al día siguiente, no había ni un solo lirio en el jardín: el maestro los había cortado todos. Entonces el guerrero, furioso, entró en la casita de té para matar al maestro; pero éste lo esperaba para entregarle algo: "Aquí está el más bello lirio", le dijo. Había sacrificado todo su jardín para escoger el mejor, que ofrendaba a su visitante. Yo me sacrifico si amo a alguien, sacrifico mis deseos, mis necesidades, mis ideas, y le ofrezco lo mejor de mí, que es mi estado de conciencia: nos comunicamos de conciencia a conciencia. Ése es el sacrificio.
Las cosas son sagradas cuando las habita la divinidad. Cualquiera de nosotros es sagrado cuando abre sus puertas a lo divino, al alma. No hay materia sagrada, no hay tierra sagrada. La divinidad sacraliza lo que ella quiere, y todo es sagrado. "Cuanto más vivo, cuanto más unido está." Si separas a un organismo de su medio, se va muriendo. En el fondo, las enfermedades son cortes de nosotros del medio ambiente. Nos enfermamos por falta de unión. Yug, yoga: unión. Religión: unión. Mientras más unido estoy, más consciente. Debo estarunido al todo. Y en el todo quién está unido a nadie? Ahí no hay más que el todo. Tenemos un lado personal maravilloso, estamos sufriendo lo peor de la desgracia y ascendemos a un estado de conciencia que nos salva de morir de tristeza. Ese estado es lo impersonal de nosotros, es el plano consciente.
El camino es difícil. Siempre alguien debe empezar por una rebelión y decir: "Yo". Y cuando lo encuentra, comprende que el otro existe; se va a buscar a los otros y les dice, de igual a igual: "Yo encontré, tú encontraste. Somos camaradas": ha comprendido que el nosotros existe. El hombre realmente es humanidad. Una vez me preguntaron unos muchachos por qué los jóvenes estaban tan inquietos, y por qué se aburren. Por qué cada quien busca un destino individual? El día que se explique a los muchachos cuál es el profundo sentido del concepto humanidad, no sólo se van a entretener sino que van a alcanzar la felicidad. Pero luego, todavía más allá, existe el ustedes.
En un sentido, nadie se acaba de curar nunca. La persona, una vez que soluciona su problema, tiene que decidirse a vivir, y ésa ya no es la responsabilidad del terapeuta. Cuando alguien se cura, pasa del yo al tú y luego al nosotros. Mas para llegar a la curación, del nosotros hay que pasar al ustedes, o sea hacerse un maestro y borrar el ego. Decir, con todo lo que de profundo significa, "ustedes existen y yo no", o sea llegar a la vida impersonal. Ésa es la verdadera curación, y no existe. Sólo muy pocos seres en el mundo se deciden a dar ese paso gigantesco. Pero tengo confianza. Todos formamos un ser colectivo y podemos decir que llegaremos a una unidad. El ser humano alcanzará un pensamiento colectivo, la conciencia universal: todos mis yo regados por el tiempo y el espacio se fusionarán en uno.