A Carlos Payán
A Carmen Lira
La permanencia de maestros de Guerrero, Oaxaca y Michoacán en la capital del país, así como las actividades del magisterio en otros estados, que se prolongan por semanas porque no se les ofrece ninguna solución real, son un testimonio más de la peculiar forma de gobernar que acompaña al modelo neoliberal en éste y en otros países semejantes.
En general no se resuelven los problemas que las mismas políticas gubernamentales provocan en diversos sectores sociales. En lugar de escuchar los reclamos y de entender razones, el camino de las autoridades es abandonar los problemas sociales apostando al olvido del resto de la población, confiando en el desgaste de los afectados y en el cansancio de quienes son solidarios con ellos, que a su vez se encuentran agobiados por otros problemas.
Lo que es peor es que mientras los funcionarios públicos alargan innecesariamente los conflictos, diversos grupos de la misma sociedad resienten los efectos de las actividades que otros realizan para presionar al gobierno que no atiende ni a unos ni a otros. En esas condiciones el riesgo de enfrentamiento entre grupos sociales diferentes es constante: de las agresiones verbales de automovilistas, comerciantes y trabajadores de diversos oficios, se ha pasado a la solicitud de intervención de la fuerza pública para desalojar a los maestros, o a otros comerciantes, o a otros trabajadores, sin caer en la cuenta de que todos, desde su particular situación, se encuentran como los demás, es decir luchando por mejores condiciones de vida y de trabajo, y defendiéndose de los estragos de las políticas que adopta el gobierno para el conjunto de la sociedad.
A la distancia se puede afirmar sin dudas que, más que una desafortunada ocurrencia de un presidente en la puerta de salida, aquella respuesta de ``ni los veo ni los oigo'' de Salinas de Gortari a propósito de las protestas de la oposición, es una máxima de los pragmáticos que imponen las directrices neoliberales sin importarles sobre qué sociedad actúan.
No ver ni oír, es decir, no atender los problemas de la población, sea o no de oposición, es la síntesis de la actitud de los gobernantes que, a sabiendas de los costos y sacrificios que para el pueblo significan las políticas económicas del modelo, están convencidos de que eso es lo que les corresponde hacer. Evidentemente esa actitud supone que el acceso y la permanencia en los cargos de elección popular no dependa del apoyo popular.
Con frecuencia se repite la sensación de que no se resuelve nada, se arrastran problemas por años, no importa qué tan graves o qué tan cercanos se encuentren de las esferas del poder. Los supuestos rumores que cobraron fuerza esta semana se explican, entre otras razones, porque las reglas de la conservación y sucesión del poder en México, rotas desde el asesinato de Colosio, no han sido enmendadas ni sustituidas por otras. No se superarán las sordas disputas internas entre grupos de los renegados miembros de la otrora orgullosa ``familia revolucionaria'' mientras no se resuelva judicial y políticamente ese episodio de brusca interrupción de la sucesión presidencial. El esclarecimiento de los crímenes políticos es una doble responsabilidad del poder, del que forman parte algunas de las instituciones republicanas que ahora preocupan a algunos dirigentes distinguidos de la oposición.
Quienes se encuentran al frente de esas instituciones no son ajenos a lo que sucede en el país, incluidos los rumores y las pugnas entre los grupos que se disputan la hegemonía en el poder; tampoco son ajenos a la política económica y a la mancuerna que han estado estableciendo con leyes y prácticas represivas; no se puede decir que no sean conscientes de las presiones militares que ejercen sobre la población civil al tiempo que cierran el círculo en torno a la mesa del diálogo en Chiapas.
Difícilmente podría sostenerse que esos mismos que encabezan las instituciones llamadas republicanas ignoran la situación de la inmensa mayoría de los trabajadores del campo y de la ciudad, como si los costos sociales no fueran parte de los cálculos políticos que hacen para gobernar. En fin, no será llamando a la unidad en torno a Zedillo como éste va a descubrir que va por un camino ``equivocado'', porque para él no está equivocado el camino; ése es su camino.