Cuando trabajaba en el Conacyt, en los años setenta, un compañero de trabajo con mucha frecuencia contaba historias o noticias interpretándolas de manera sumamente alarmista. Por ello le apodábamos el profeta del desastre. La semana pasada el Presidente de la República dijo que ``los pesimistas, los derrotistas, los alarmistas, los sensacionalistas van a ser derrotados definitivamente''. Todos los adjetivos se podrían sintetizar en profetas del desastre. El presidente los definió: ``Son aquéllos que frente a los avances permiten o se permiten únicamente enfatizar lo negativo''. (La Jornada, 01/06/96).
En efecto, una lectura sesgada de los acontecimientos puede ser calificada como parcial, como alarmista, si destaca únicamente los aspectos negativos, pero también como propagandística si destaca únicamente los aspectos positivos, como suele ser la postura gubernamental. La función social de la oposición lo obliga a asumir una postura crítica, por lo cual se ve obligada a acentuar los aspectos negativos de la acción oficial. La postura gubernamental ante sus propias acciones suele carecer de espíritu crítico. Tiende a defender lo hecho como lo mejor, incluso como lo único posible.
Los comentaristas de prensa y los académicos independientes deberíamos ver los elementos positivos y los negativos de la acción gubernamental. Ahora bien, el juicio sobre lo que es positivo o negativo tiene que ver con la escala de valores (qué es lo que cada quien considera importante lograr en términos económicos) y también con juicios técnicos sobre lo que conviene y no conviene. El gobierno ha festejado como un gran logro la estabilidad en el tipo de cambio, la baja en las tasas de interés, el flujo renovado de capital financiero del exterior, la reactivación de las actividades orientadas a la exportación. Por qué no he festejado estos logros en este espacio? Porque no se relacionan con lo que en mi opinión es importante en materia económica: el nivel de vida de la gente. En La Jornada de ayer aparece una nota que es un buen ejemplo al respecto.
La empresa consultora Grupo de Economistas Asociados (GEA) estima que durante el primer trimestre del año la demanda interna volvió a caer en 5.6 por ciento respecto al primer trimestre del año pasado, concluyendo que ``la economía interna no solamente no ha comenzado a recuperarse sino que continúa su deterioro''. Desde el punto de vista del nivel de vida de la gente continúa el deterioro. Si los objetivos importantes para el gobierno son otros, por ejemplo la estabilidad del tipo de cambio, es porque tiene otra escala de valores.
Una de las formas extremas del pesimismo es la nostalgia por el pasado y la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Los que nos esforzamos por llevar a cabo un diagnóstico equilibrado de la evolución de la realidad económica y social del país, poniendo el énfasis en el bienestar, tratamos de distinguir lo que ha empeorado y lo que ha mejorado. Así, en un trabajo sobre la evolución del bienestar en el periodo 1970-1994, concluí de la siguiente manera: ``El análisis realizado muestra que el crecimiento económico acelerado del periodo 70-81 estuvo acompañado de disminuciones de la desigualdad en la distribución del ingreso (funcional y familiar) y de la pobreza por ingresos, así como de una notable mejoría en la satisfacción de necesidades sociales específicas. Casi como contrapunto, en el periodo 81-94 el estancamiento económico estuvo acompañado de aumentos en las dos formas de concentración del ingreso y en la pobreza por ingresos, así como de una desaceleración importante, pero sin retrocesos, en los avances en la satisfacción de las necesidades específicas analizadas''.
La evolución dispar en periodos de crisis, que por un lado se manifiesta en la baja abrupta de los ingresos reales de los hogares, y por otro en una mejoría continua pero desacelerada de la situación de la vivienda y de sus servicios, del acceso a servicios de salud y a la educación, así como de la esperanza de vida, es un fenómeno que no hemos logrado comprender cabalmente. Por lo pronto, sin embargo, es necesario concluir diciendo que, para volver a citar el mencionado trabajo, ``ante las modas de privatización de la esfera de lo social, ante los intentos de 'racionalización' del gasto y de eliminación de subsidios, es conveniente anteponer esta experiencia: los niños no dejaron de ir a la escuela en los ochenta, a pesar de la pauperización de sus padres, porque la educación es gratuita. Las instituciones de la esfera social desempeñaron en los ochentas un papel de protección, seguramente insuficiente, contradictorio y desigual, que sin embargo debemos valorar y defender''. Prever el desastre es la única manera de evitarlo. El profeta del desastre, cuando está bien fundamentado, cumple una función social importante. El problema del optimismo suele ser la insuficiente información sobre la realidad en la que se basa.