La Asamblea General de nuestro periódico se celebró el miércoles pasado en el hotel Calinda. La orden del día se llevó a cabo siguiendo la normatividad legal de este tipo de eventos. Una vez terminada y discutidos los difíciles aspectos de una empresa tan compleja como La Jornada, brotó espontáneamente el aplauso para Carlos Payán, que concluía su gestión, como director y fundador de nuestro diario.
El aplauso a Carlos se prolongó y parecía nunca terminar, mientras él --firme y emocionado-- se ruborizaba ante la muestra de afecto de sus compañeros. Carlos vivió dos facetas de su vida en La Jornada. Una a la que obligaba el ajetreo del periodismo, que lo arrastraba por calles y plazas, desayunos y comidas, con los principales actores de nuestra vida política y cultural. Reuniones en los círculos políticos y la selvas chiapanecas; y, otra, que llevaba encerrada en la mente, pletórica de sueños y poesías, de seres increados, de ideas y sentimientos contrapuestos, de amores ideales.
Gracias a esta segunda faceta de su vida se plasmó, en buena parte, este gran diario que es La Jornada y pudo sobrellevar con resignación y en silencio la angustia que representaba dar voz a los que no la tienen; proporcionar una manera diferente de leer el acontecer nacional e internacional; una profundización de nuestro ser; un mantener la solidaridad institucional entre los integrantes jornaleros, como secuencia de su fundación.
Carlos contagió a los jornaleros su creatividad --que se hacía extensiva a las colaboraciones cotidianas o reportajes--, al engendrar de continuo un nuevo periódico. Su pasión por el periodismo y la política fueron y serán resortes inagotables y fuertes estímulos de este trabajo.
El periódico se volvió su vida hasta fundirse en él. El ruido de las máquinas le provocaba y llenaba de pasión.
Este vivo sentimiento llenó a La Jornada de una íntima y lejana creatividad crítica, apenas perceptible, que no se sabe dónde nacía, pero prestaba a las páginas del diario su hechizo secreto y un escondido encanto que hacen de nuestro periódico un estilo que lo distingue. Tan emotiva se realizaba la asamblea, que caldeaba una unidad de espíritu, y en muestra de solidaridad jornalera Benjamín Wong y Rodolfo Peña declinaron sus candidaturas a la dirección general, para que Carmen Lira quedara unánimemente designada en el máximo puesto. Elena Poniatowska --con su talento y gracia inimitable--, la presentó y la ovación a Carlos Payán se hizo extensiva a la nueva directora.
En el uso de la palabra, Carmen Lira dijo que seguirá la línea de Payán, y en el ambiente flotaba la solidaridad. Una mujer asumió la dirección y la democracia se enseñoreaba en el periódico. Felicidades a ambos!