La Jornada 7 de junio de 1996

CATOLICOS EN EL ZOCALO

Jesús Aranda y José Antonio Román En una procesión histórica, luego de 70 años de permanecer olvidada, el arzobispo primado de México, junto con sacerdotes, seminaristas, fieles y acólitos, salieron de la Catedral Metropolitana y recorrieron la Plaza de la Constitución. En la celebración de Corpus Christi, Rivera Carrera expresó la necesidad de que la Iglesia salga a la calle.

``Encerraron a la Iglesia dentro de sus templos y las calles quedaron vacías. Se le prohibió a Cristo visitar su ciudad, caminar por sus plazas, recorrer sus avenidas. Ahora sólo nos quedan los ruidos ensordecedores, una nube de gases, escaparates de todo, menos de Dios'', expresó.

La celebración fue calificada por el obispo auxiliar de México, Abelardo Alvarado, como ``especial y única''. Constituye, dijo, la primera de su tipo que encabeza el arzobispo Rivera y se da en el marco de la nueva legislación que norma las nuevas relaciones Iglesia-Estado. El recorrido por el corazón del país duró poco más de una hora.

Previamente, durante su homilía Rivera Carrera señaló que ``la Iglesia, en una sociedad que en ocasiones se muestra adversa y enemiga al mensaje de amor de Jesucristo, no puede renunciar a la manifestación pública de su fe''.

Ante la feligresía, sacerdotes, religiosas, seminaristas y estudiantes de escuelas confesionales que colmaron la Catedral Metropolitana y que sumó no más de tres mil personas, el arzobispo primado de México legitimó la procesión --que encabezaría más tarde--, al señalar que ``Cristo no puede quedarse encerrado: tiene que redimir nuevamente el mundo de la política, del dinero, del poder, del arte, de la literatura''.

Sin referirse explícitamente al hecho de que la procesión del Jueves de Corpus tendría lugar después de más de siete décadas, el arzobispo recordó que esta fiesta religiosa tenía gran importancia todavía en las últimas décadas del siglo pasado.

Era todo un acontecimiento en nuestra ciudad, los vecinos de los poblados cercanos estrenaban vestido y calzado. La celebración tenía todo el apoyo de las autoridades civiles; ``a la hora indicada el presidente salía de Palacio y esperaba a la entrada del atrio la salida del cortejo...''

En esta ocasión los diferentes grupos de religiosos que llegaron en grupos --enfrente de la Catedral había más de 40 camiones escolares en los que llegaron escolapios uniformados y sin uniforme--, arribaron desde antes de las 9 de la mañana para ocupar los lugares más cercanos al altar. Pasadas las nueve comenzaron a llegar decenas de madres con sus hijos vestidos de indios.

A diferencia de los indígenas que pedían limosna a la salida del templo o de quienes veían la celebración como una ocasión para vender mulitas, comida o recuerdos religiosos, los niños que llegaban a la Catedral vestidos de indios llevaban su ropita nueva impecable; con sus calzones de manta, huaraches de cuero, ``huacales de 8 pesos'' y sombreritos de paja.

Después de la misa, Rivera Carrera se subió a una camioneta de color rojo, en donde previamente se había instalado un pequeño altar y una imágen del Espíritu Santo; el religioso iba escoltado por dos banderas, la de México y la del Vaticano.

La procesión se realizó en el perímetro del Zócalo capitalino, al paso del jerarca católico los fieles le lanzaban pétalos de flores, mientras que las decenas de personas que iban caminando atrás no dejaban de entonar cánticos religiosos.

La inusual procesión pasó prácticamente inadvertida para los apurados automovilistas que aprovechan el tráfico fluido que había en la zona de la Plaza de la Constitución.

Durante su homilía, el arzobispo primadohabía aceptado que, con el correr del tiempo hemos perdido nuestras raíces cristianas y eucarísticas.

Vivimos aturdidos --dijo-- con los ruidos de todas las ideas y de los modelos de vida que nos llegan del extranjero.

De esta forma, el prelado que cumplió ayer 54 años de edad, y que este 26 de junio celebró su primer aniversario al frente de la Arquidiócesis Primada de México, decidió ayer salir a la calle en una procesión histórica.