No es un término científico el de machismo imperial. Pero, puede definirse de mejor manera la conducta actual de Estados Unidos?Prácticamente todo el mundo ha llegado a la conclusión de que la ley Helms-Burton es un atentado contra el derecho internacional, contra la soberanía de las naciones, contra la libertad y, en fin, contra la civilidad, el sentido común y la razón. En una acción histórica, la propia Organización de Estados Americanos (OEA) otrora instrumento dócil de Estados Unidos acaba de oponerse a esa ley, por unanimidad virtual. En su 26 Asamblea General celebrada en Panamá el pasado 3 de junio, la OEA se opuso sobre todo a la pretensión de aplicar las leyes de Estados Unidos más allá de su territorio (extraterritorialidad). Y de hacerlo sin consultar a nadie (unilateralidad), pasando por encima de las normas jurídicas internacionales (ilegalidad).
No obstante lo extenso y bien fundado del repudio a la Helms-Burton, la representante de Estados Unidos ante la OEA, Harriet Babbitt, prefirió descalificarlo como un acto de ``cobardía diplomática'' (La Jornada, 5/06/96). Por su parte Nicholas Burns, portavoz del Departamento de Estado, espetó algo muy parecido a una amenaza: de todos modos, ``aplicaremos esta ley, y nuestros amigos y aliados en el mundo tendrán que entenderlo'' (por las buenas o por las malas, debemos entender). Si lo hay, el único argumento se parecería mucho al típico del macho: ``Todos hacen lo que quiero porque yo lo digo; y, si no, les pego''. De nada vale que sea todo el mundo el que se oponga: ``Yo puedo solo contra el mundo''.
Otras caras del machismo quedan bien retratadas en la creciente hostilidad de Estados Unidos contra los inmigrantes. Un retrato inmejorable del machismo clásico, con su ingrediente sexista en el centro, lo encontramos en el ya famoso video de Riverside, donde un polizonte norteamericano se hartó de golpear a una mujer mexicana aspirante a trabajar en Estados Unidos.
Tal como lo temíamos, del mismo modo en que la Iniciativa 187 no resultó una locura regional ni pasajera, el maltrato a los inmigrantes no tiende a disminuir. Sólo del incidente Riverside para aca, el inventario incluye la expansión de patrullas ciudadanas (algo así como muchos Rambos en defensa de la raza anglosajona); la multiplicación de redadas contra indocumentados en las fábricas mismas (desde Los Angeles hasta Nueva York); el reforzamiento de muros y operaciones, todas con sonido de guerra (Guardián, Bloqueo, Salvaguarda); la declaración ni más ni menos que de un estado de emergencia por las ``fechorías'' (no probados) de los inmigrantes. Y así, hasta llegar al último sheriff que tuvo a bien disparar contra inmigrantes mexicanos, cual tiro al blanco.
El hilo que vertebra todo ello, inevitablemente conduce al machismo. Es el hilo del abuso de poder, peor aún, contra víctimas de plano débiles e indefensas. Es el hilo de quien se resiste a dejar de comportarse como un emperador y que, además, busca compensar sus debilidades con más y más desplantes de macho.
No importa si este (neo)machismo norteamericano sólo obedece a maniobras para ganar votos en las próximas elecciones. Si así fuera, todavía resta encarar el asunto de fondo: que ha hecho posible que el principal gancho electoral tenga que ver cada vez más con el despliegue de tal o cual careta del machismo, sea el militarismo, la xenofobia, el racismo, las obsesiones de supremacía global o el chovinismo?Es la enfermedad y no sus síntomas lo que urge atender, en bien del propio Estados Unidos y, obviamente, de la humanidad. Si bien necesarias, las leyes antídoto contra la Helms-Burton sólo son defensas reactivas de carácter primario, al igual que las políticas sólo orientadas a proteger los derechos de los trabajadores migratorios. Pero ambas evaden la tarea de fondo: desactivar el machismo imperial. Cómo? De tantas maneras, que exceden este espacio.
Lo cierto es que, hoy, son la Helms-Burton y el estado de emergencia (sólo en San Diego, hasta ahora) contra los inmigrantes. Mañana, de no actuar ya, tal vez sea un bloqueo comercial de todo el mundo Estados Unidos, comandante en jefe contra países incapaces de frenar la migración. Racismo xenofóbico e instintos dictatoriales quedarían, así, hábilmente hermanados.
Ya la misma Canadá está dispuesta, por ejemplo, a encarar a Estados Unidos en el marco del TLC. Qué espera México para hacer de ésa, una labor conjunta y más eficaz por lo tanto? El único antídoto contra el machismo, es la dignidad. Más que leyes antídoto, se requieren políticas visionarias y dignas.